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Fermoselle

Uva y piedra

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Escondido entre las aguas del Duero y del Tormes, mira a Portugal. Hecho de piedra, la tierra zamorana de Fermoselle sangra uva. Viñedos y olivares pueblan sus extensos bancales, que se ven enriquecidos con unas construcciones dignas de mención. Sus antiquísimas y enormes casonas nos dan la primera pista acerca de un patrimonio que tiene en la roca su principal seña de identidad. Este mineral está presente en toda la localidad, cuya belleza le sirve para ostentar la célebre distinción de conjunto histórico-artístico desde 1974. Calificación que uno entiende en cuanto transita por su Plaza Mayor, en la que destaca su gigantesca y bellísima torre del reloj, la iglesia románica de Nuestra Señora de la Asunción, en la plaza del Cabildo, o las ruinas del Castillo de Doña Urraca. Tampoco podemos olvidarnos del  imponente convento de San Francisco. Este, data de 1730 y es una de las dos casas del principal atractivo natural de la villa, el espectacular parque de Arribes de Duero. Un espacio rico en flora y fauna que irradia belleza por los cuatro costados y cuya vista, con su río homónimo como estrella, puede admirarse desde el mirador de las Escaleras. En este lugar, propicio para los amantes del senderismo, también hay espacio para las fiestas. La más conocida es la que rinde tributo a San Agustín, en la segunda quincena de agosto.

 

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