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Jijona/Xixona

Esencia de turrón

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Pensar en Jijona es pensar en turrón. El blando, el de almendra tostada molida con miel, el dorado que lleva desde hace más de ocho siglos endulzando las mesas navideñas de todo alicantino y el resto de españoles. Pero para ser justos, Jijona es más que su producto estrella, un municipio oxigenado por pinos, carrascas y matorrales, tierra de parajes a los pies del Peña Roja o Peña Migjorn. Nada como recorrer sus calles largas y escalonadas, tan estrechas como zigzagueantes, para notar el fantasma de sus fundadores árabes y respirar a la Carrasqueta. Y es que Jijona es patrimonio y naturaleza, un paseo por barrancos de valles, mar Mediterráneo y vistas increíbles. Su historia alza la voz en los yacimientos del poblado de Santa Bárbara o la Solaneta de Nutxes, vestigios que también dormitan en la Torre Grosa del Castillo almohade, en el Museo del Turrón, en la Plaza del Diezmo, en el convento de los Franciscanos, en la ermita de Santa Bárbara, en la ermita de Sant Antonio, en la iglesia Vieja (dedicada a Santa María) y en la parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Bienvenidos, así, a un lugar dulce con sabor a helados artesanos, a giraboix, a arrós amb fesols, a putxero amb sopa coberta y a una doble Fiesta de Moros y Cristianos celebradas en agosto y en febrero, para los heladeros.

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