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¿Las circunstancias actuales te han dejado con la cuenta corriente temblando pero aún tienes ánimos para celebrar? Pues nada, tú ten la tranquilidad de que, por lo menos, podrás brindar con vinazos. Estos que vienen a continuación, lo son. Por méritos propios y porque, además, cuestan menos de 10 euros, mucho menos de lo que valen.
Es uno de los mejores vermús de la Península. Se elabora en Haro, La Rioja, y tiene un evidente carácter vínico. Es un aperitivo perfecto elaborado por una familia con gran tradición, los Martínez Lacuesta. Lleva 24 botánicos y tiene una crianza de 7 meses en roble francés. Esto se traduce en un carácter complejo y amabilísimo. Obviamente, es un vermú de corte español, escorado en lo dulce a pesar de la predominancia aromática del ajenjo. En todo caso, es ideal para ir calentando banda en cualquier reunión amical o familiar.
La familia Esmel lleva desde 1964 elaborando espumosos en la capital del cava: Sant Sadurní d’Anoia. Esta experiencia se ha cristalizado en un vino canónico, Esmel Reserva Brut Nature. Mezcla la tres variedades de este estilo: macabeu, parellada y xarel·lo, que los Esmel adquieren de cooperativas de la zona y afinan en su casa. Lo venden directamente a través de su página web, evitando sobrecostes de intermediarios. Se trata de un cava perfecto para los aperitivos.
La bodega 'Barco del Corneta' se encuentra en La Seca, Valladolid, epicentro de la verdeja. Esta uva, un tanto maltratada en los últimos tiempos, tiene un potencial que solo unos pocos elaboradores saben concretar. Este es el caso. Cucú cantaba la rana es el vino barato de la bodega, pero eso no lo desmerece. Es un blanco amable, alejado de los tópicos que puede traer a la cabeza la evocación de la verdeja, igual de sabroso que los genéricos, pero sin infantilismos.
El txakoli tiene muy mala fama y es una pena. La Hondarribi Zuri tiene un potencial que no ha sido demasiado explorado. Las notas varietales de fruta blanca, cítricos y minerales la podrían emparentar con variedades centroeuropeas de gran prestigio. En fin, en cualquier caso, es una buena uva para ir abriendo boca y este txakoli, de bodegas 'Astobiza' es un caso paradigmático: ligeramente amargante, ácido y fresco.
Este mencía está en todos los rankings de vinos con una relación calidad-precio excepcional. No es para menos. Lo elabora bodegas 'Castro Ventosa', de la familia Pérez, a la que pertenece el prestigioso enólogo Raúl Pérez, en El Bierzo (León). El Castro de Valtuille Joven es un vino con aromas de frutas rojas, acidez y un tacto muy suave. Perfecto para acompañar guisos de carne.
Seguimos con las frutas rojas, en concreto con la fresa, de la mano de la gama más básica de una joven bodega navarra. 'Viña Zorzal' solo lleva siete años en activo pero eso no quita que sus vinos se hayan situado en el radar del wineloverismo. Es un rosado elaborado por entero con garnacha, con buenos valores de acidez y tanicidad. Otro buen vino para guisos de carne y embutidos.
Viajamos al Mediterráneo transportados por un blanco seco, elaborado con una mezcla de variedades entre las que dominan la Pedro Ximénez y la macabeo. El Cullerot lo elabora bodegas 'Celler del Roure' en Moixent (Valencia) en tinajas de barro, con sus lías, y eso significa que es fresco y untuoso. Tiene aromas de hinojo y especias. Si hay un pescado sobre la mesa, esta es una gran opción.
Representando a La Rioja, tenemos este Reserva arquetípico, el Viña Albina 2016, al que por precio no se le puede pedir más porque da más de lo que debería. Aromas de fruta roja y madera bien encajada que casan de maravilla con chuletas. Estamos ante una versión clásica de La Rioja. Y es una versión estupenda.
En Rueda se hacen espumosos más que decentes, como este Brut Nature monovarietal de vedeja. Es una sorpresa. Palacio de Bornos resulta un vino tánico, amargante, alejado de los excéntricos rasgos tropicales de un vino elaborado en Valladolid. Tiene una burbuja efervescente, rotunda, que ayuda a limpiar la boca.
Terminamos con una joya. Las uvas de Pedro Ximénez se cosechan algo maduritas, se dejan secar al sol y se prensan con mucho mimo para extraer su mosto, una especie de melaza o néctar rico en azúcares que, supongo, da nombre a este vino dulce. Antes de ser embotellado, este Jerez pasa nueve años criándose por sistema de soleras, tiempo durante el que desarrolla aromas a pasas, orejones, avellanas y regaliz. Puede servir de postre o acompañar un postre de carácter edulcorado.
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/04.LlanosNegros.jpg.transform/rp-rendition-lg/image.jpg "Los vinos ancestrales que crecen entre volcanes")
