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Castillo de Albarracín

Albarracín, Teruel

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“Si mis cimientos hablaran dirían que soy roca surgida de la roca; sobre ella me yergo y ella dio forma a la extensión que recorro. Obra de hombre nací, pero tengo más de la naturaleza agreste que anima este paraje, que de las manos que me pulieron y me colocaron piedra a piedra, hasta levantarme en empalizada, murallas o las estancias que fui. A cuchillo natural estoy forjado, como a cuchillos están recortadas mis hermanas la peñas, que me albergan, agrestes e inexpugnables”
El Castillo de Albarracín se alza en lo más alto del pueblo sobre una superficie irregular, que se adapta perfectamente como un guante al terreno sobre el que se levanta. Para acceder a su emplazamiento hay que subir por una cuesta y llegar hasta la puerta de entrada, situada en una de las torres. Hasta tres puertas de entrada pudo contener el recinto amurallado que lo contiene, once torres circulares y un único torreón cuadrado. Ocupa una superficie de 3.400 metros cuadrados, aproximadamente. Contaba con un gran patio y diferentes casas habitacionales en el interior. Bajo el patio se conserva un aljibe de dos plantas.
El lugar dio albergue y resguardo a diversos pobladores en el transcurrir del tiempo; a distintos moradores y diferentes culturas, pero todos ellos dejaron su impronta en esta construcción cuasi natural, excavada en la loma rocosa. Pueblos visigodos, romanos, musulmanes, y cristianos, que ocuparon las estancias del castillo convertido en fortaleza feudal. En el XVI, el rey Felipe II lo ocupó con sus tropas para someter a la población sublevada en defensa de sus fueros. Aunque en la actualidad sólo quedan los restos de la construcción, es fácil imaginar el valor que tuvieron y la importancia para quienes lo habitaron. Dentro de la fortaleza vivieron y se desarrollaron como pueblo que fueron. 

Localización

Plaza Mayor, 1, 44100 Albarracín, Teruel