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Ermita de Guadalupe

Hondarribia, Gipuzkoa/Guipúzcoa

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Al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe se asciende con el ánimo encendido, sabiendo que al final de nuestro camino nos esperan, al menos, dos recompensas. El primer premio, claro está, es la propia ermita, un templo de trazas inconfundibles, con su limpia fachada dorada de sillería, la trama de tejas naranjas que la cubre y, sobre todo, su peculiar chapitel de piedra. Es imposible no identificarla porque, además, su silueta se ve desde casi cualquier punto del municipio. Se levantó en lo más alto allá por el siglo XVI, aunque el templo actual pertenece a la reconstrucción del XVIII.

Sabemos que dentro nos espera aún más arte: dos retablos laterales renacentistas y otro principal, herencia del barroco. Sin embargo, antes de disfrutarlos, es imposible no detenerse ante la otra recompensa que regala este paraje: darse la vuelta y toparse de frente con toda la terrenal belleza de la bahía de Txingudi y el Bidasoa. Es más que un mirador, es un medieval foso de agua de dimensiones titánicas; un sitio donde sentirse importante, como un general dominando el terreno desde la más elevada colina. O un pájaro ambicioso que se aleja de Hondarribia para subir aquí y disfrutar de esta recompensa, reservada a sus ojos. A los suyos y, ahora también, a los nuestros.

Localización

43.366979, -1.820980