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Dos amigos de toda la vida, Cristina Lozano y Daniel Entrecanales, llevaban años soñando con montar una casa de huéspedes en la que la labor del anfitrión y la comodidad de la casa lo fueran todo. Cuando por fin se decidieron y todo estuvo listo para abrir este hotel boutique, que ellos insisten en denominar “casa de huéspedes”, estalló la pandemia. Tuvieron que esperar hasta 2021 para abrir sus puertas con 21 habitaciones entonces, que desde entonces se han transformado rápidamente en 30.
El hotel lo componen cuatro edificios del centro de Mahón. “Las casas menorquinas tienen la peculiaridad de que son estrechitas y largas. Nosotros, al poder juntar cuatro, lo que se ha creado es un oasis en el que tienes en una parte la piscina y en el otro, el jardín con esa amplitud maravillosa. Y también tiene ese efecto sorpresa que desde fuera no parece que dentro vaya a haber ese espacio que da tanta vida”, explica el director, Christian Balle, un joven isleño enamorado del proyecto.
‘Cristine Bedfor’ es silencio, tranquilidad… Pero, sobre todo, son detalles y colores. Cada pared del hotel, ya sea con espejos antiguos, acuarelas, óleos, tapices o esculturas, cuenta una historia diferente. De esto se ha encargado con elegancia el diseñador Lorenzo Castillo, madrileño que sabe transmitir su amor por Menorca a cada rincón de la casa. La primera sorpresa al atravesar las puertas del alojamiento son los salones que componen las zonas comunes de descanso del alojamiento. Como el que está antes del restaurante, con un sillón cómodo y estampado que invita a sentarse y dejar la comida para otro momento.
“Todos los muebles son de anticuarios del sur de Francia y de Menorca. Tenemos justo aquí al lado uno que se llama ‘Trastets’, que es uno de los favoritos de Lorenzo y de Cristina. Hay sillas, armarios, mesas de jardín… de esa tienda”, explica Christian, quien insiste en resaltar como la propiedad se ha empeñado en que esto sea un espacio menorquín. No solo con el arte de proveedores locales, hay muchos detalles que inundan la casa hechos por ceramistas o artesanos isleños, además de una plantilla básicamente de menorquines que conocen la isla a la perfección.
La sostenibilidad, tan necesaria en una isla, también impregna este alojamiento donde muchas de las alfombras, por ejemplo, están hechas del reciclaje de plásticos por la marca ‘Weaver Green’. “Intentamos tener cero plásticos, los aminities son ecológicos y hechos en Menorca por la marca ‘Atalis’”, subraya el director que además afirma que el concepto de sostenibilidad se extiende a la cocina de Pau Sintes, el chef encargado del concepto grastro del alojamiento y de su restaurante ‘La Cocina de Cristine’. Porque no solo agasajan a sus “invitados” con un desayuno donde predomina el producto local, sino que también se puede picar algo en el jardín a al hora de comer o cenar tranquilamente, de menú o a la carta, al cobijo de su hermoso patio interior.
Cada habitación es diferente y en cada una destacan los tejidos de los cabeceros, alfombras y cojines coloridos que hacen del cuarto un lugar acogedor. Entre lo clásico y lo moderno, el eclecticismo del diseñador convierte todas las esquinas en lugares únicos. En las habitaciones más altas, las vistas de los tejados de Mahón, con sus iglesias a la izquierda, recuerdan al huésped donde está. A través de las ventanas o terrazas se cuela la brisa del Mediterráneo anclando al huésped al lugar.
No solo el espacio contribuye a la sensación de bienestar, el equipo se esfuerza para que sientas en cada momento que estás ante el mejor anfitrión del mundo. Y aún presumen de que lo más divertido para ellos es aceptar cualquier petición o experiencia especial que solicita el cliente. “Nosotros hacemos todo tipo de evento dentro del hotel, pero luego también organizamos fuera lo imposible para los huéspedes. Desde coger un barco antiguo y montarles un pícnic, hasta llevarlos a la Isla del Rey o montar una comida hecha por Pau (el chef) en un garaje frente al mar … Se trata de hacer realidad experiencias únicas. Ese es el espíritu de ‘Cristine Bedfor’, dar siempre un poquito más”, sonríe Christian cerca de una de las alacenas restauradas que dan tanta personalidad a los rellanos de las escaleras.
En este punto, creo que el que no ha decidido quedarse a vivir es porque aún no ha pasado por la biblioteca, con una gran apuesta por la literatura española contemporánea, y con unos tonos verdes y azules que preparan al cliente para el espacio más singular del hotel. Un oasis en el corazón de la casa, y no es la piscina estrecha y funcional que ocupa una parte del patio, sino el jardín aledaño prácticamente oculto bajo la sombra gigante de su frondoso pittosporum que perfuma este escondite secreto, que cuenta además con música en directo los jueves y domingos. Ideal para tomarse un cóctel, dejarse llevar por el momento u olvidarse del mundo exterior. La única pega, por poner una, es que uno no puede quedarse para siempre. Menos mal que nada impide regresar.
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