Iglesias de El Puerto de Santa María

El Puerto de Santa María, Cádiz

Qué ver

Punto de partida de las travesías a América y destino final de soldados tras la Batalla de Trafalgar, El Puerto de Santa María conserva multitud de templos en los que marinos, misioneros, virreyes y comerciantes pedían la bendición para sus viajes y proyectos. Más de cuatrocientos años tardó en materializarse la visión de la iglesia Mayor Prioral dominando El Puerto desde las alturas. No fueron suficientes para completar la gótica fachada del Perdón, que simula ser un retablo. Los Duques de Medina Sidonia costearon las obras del edificio, hoy considerado bien de interés cultural, haciendo traer de la Sierra de San Cristóbal la arenisca que compone las tres naves de bóvedas de crucería. Entrando por la Puerta barroca del Sol, los ojos sienten una atracción inmediata hacia el impresionante retablo de plata mejicana traído desde Potosí.
No podía sospechar el famoso arquitecto, y Duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, cuando comenzó las obras del monasterio de Santa María de la Victoria, en el s. XVI, que el edificio gótico terminaría albergando un penal. Los elementos renacentistas del claustro o el coro de la Iglesia de la Prisión Central, quedarían fuera de la vista de los reclusos, que comenzaron a llegar en el s. XIX y que ocuparon las nuevas dependencias que se erigieron para ellos. Este lugar de encierro de republicanos y presos políticos del franquismo, hoy es considerado bien de interés común para ejercitar la memoria de la Historia. A unos veinte kilómetros se encuentra el convento de San Francisco, fundado por el mismo aristócrata en el s. XV, y exponente de la buena convivencia entre elementos renacentistas y barrocos.
Muy cerca, la modesta ermita renacentista de Santa Clara, cobija una necrópolis de célebres marinos. Siguiendo la ruta, la fachada de azulejos del Covento de las Esclavas anuncia la belleza de su patio interior y el discreto encanto del Convento del Espíritu Santo, que fue primer monasterio femenino construido en la ciudad, en el s. XVI. Es parada obligada para degustar los pestiños que allí se elaboran y cuyo olor se expande por el aire hasta fundirse con el olor de los dulces procedente del balcón de las monjas del Convento de la Purísima Concepción. Son curiosas las estructuras de enfermería de la iglesia hospital de San Juan de Dios y el hospital de la Divina Providencia. La Iglesia de San Joaquín es una bodega reconvertida en iglesia, que tiene mucho en común con la capillla de la Aurora en la que se rinde culto al patrón de los viticultores.