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La sierra de Árcena es como un cuchillo dentado que separa Burgos de Álava.

Ruta por Herrán y el desfiladero del río Purón (Burgos-Álava)

Un paseo otoñal entre las hayas e iglesias del río Purón

Actualizado: 19/11/2025

Fotografía: Miguel Cuesta

La sierra de Árcena es como un cuchillo dentado que separa Burgos de Álava. Un río discreto ha conseguido atravesarla por un pasillo estrecho en el que castellanos y vascos se tienden la mano desde hace milenios. Se trata de un desfiladero remoto, moteado de ruinas e historias que han quedado difuminadas por el tiempo y el olvido. Una torre gótica custodia uno de sus accesos desde la encantadora villa de Herrán, arrojando un poco de luz sobre el camino y mucho sabor.
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Al sur, por el lado castellanoleonés, tenemos el Parque Natural de Montes Obarenes-San Zadornil. Al norte, por el lado vasco, se extiende el Parque Natural de Valderejo. Aunque el primero multiplica por diez la superficie del segundo, al fin y al cabo, son dos nombres distintos para una misma cosa: estribaciones de la cordillera Cantábrica caracterizadas por crestas calizas dentadas como serruchos, por desfiladeros caprichosos que vierten sus aguas al gran Ebro, por sus aves rapaces, sus bosques diversos, sus pueblos semi abandonados y sus templos perdidos donde todavía sorprenden pinceladas de un arte ancestral.

La villa mínima de Herrán

Cuando te aproximas al acceso sur del desfiladero desde los cañones del Ebro, unas señales violetas indican el “Conjunto medieval de Herrán”. El pueblo no tiene una plaza de postal que le vaya a hacer salir en la portada de una revista de viajes, pero su puñado de casitas de sillería, su torre gótica o sus viejos molinos a los pies de la sierra dentada, hacen que simplemente dé gusto estar aquí, especialmente entre semana, cuando solo viven nueve personas de manera permanente, y apenas se ve a los vecinos charlando cuando van a por agua a la fuente, o a Carlos el colmenero llevando carretillas hacia su futuro nuevo obrador.

Una de las casas de Herrán.
Una de las casas de Herrán.

Hay que dejar el coche en el aparcamiento de la entrada porque no hay espacio para el tráfico rodado más allá del de los vecinos, pero no es ningún drama porque todo queda cerquísima. Al poco de entrar al casco urbano, a la izquierda sorprenden las dimensiones de la casona Oteo-Angulo, del siglo XVII, con tres alturas, ventanas adinteladas y una portada con un gran arco de medio punto bajo el escudo. La gente de Herrán cuenta que era una vivienda que tenían los obispos de nosedonde: cuando los habitantes de un pueblo se cuentan con los dedos de un par de manos, suele ocurrir que la historia acaba fundiéndose con las habladurías.

La Iglesia de Santa Águeda de Herrán.
La Iglesia de Santa Águeda de Herrán.

La torre de los Templarios difícilmente puede tener relación con los caballeros del Temple porque esta orden se extinguió más de un siglo antes de la construcción. Sin embargo, en la parroquia de Santa Águeda se encontraron tallas de la cruz de Malta, lo que llevó a pensar que los templarios habrían estado en el pueblo. De la torre también se cuenta que era una aduana para quienes llegaban a Castilla desde el Reino de Navarra, e incluso que fue un hospital. Lo que sí es inapelable es que conserva unos frescos tardo góticos fascinantes que veremos a la vuelta.

Hacia Álava por el desfiladero del río Purón

Los fines de semana, el silencio que suele dominar en Herrán se rompe con la llegada de un buen puñado de senderistas que se acercan a recorrer el desfiladero del río Purón. Se ubica en el extremo nororiental de la provincia de Burgos, en la comarca de Las Merindades, y más concretamente en el municipio de Valle de Tobalina. El nombre del valle podría tener su origen en las pozas y cascadas tobáceas que forma el río Purón por el desfiladero a medida que deposita los sedimentos calcáreos que arrastra su corriente. Hoy las nubes hacen que los saltos de agua no luzcan en las fotos como se merecen, pero son una delicia.

Transición por el prado hacia el despoblado de Ribera.
Transición por el prado hacia el despoblado de Ribera.

Hay muchas más opciones para descubrir el valle y ambos parques naturales, pero la ruta del río Purón es sin duda la estrella de la zona. Se trata de un sendero relativamente sencillo que conecta Herrán (Burgos) con Lalastra (Álava) en unos 8 kilómetros, y en el que apenas se ascienden unos 400 metros de desnivel. En realidad, muchos de los que recorren el sendero suelen arrancar en Lalastra, que queda relativamente cerca de Vitoria y, además, cuenta con la Casa del Parque Natural de Valderejo. Sin embargo, Herrán tiene la ventaja de estar más cerca de la zona más espectacular del desfiladero, lo que permite acortar la ruta.

Molino junto a la ribera del Purón.
Molino junto a la ribera del Purón.

Se sabe que los romanos ya transitaban este paso entre dos mundos. El Purón llegó a ser frontera de la España musulmana y de los reinos de Castilla y Pamplona. Hoy sigue siéndolo: basta caminar 1,5 km cañón adentro para ya estar pisando tierras alavesas. Un poquito antes de hacerlo se llega al paraje de Las Puentes, la puerta de entrada al desfiladero, donde el paso es tan estrecho que el camino transita sobre una concatenación de puentes que tapona el desfiladero durante unos instantes. Sobre nuestras cabezas se levanta una cornisa caliza dentada espectacular, y a sus pies aparecen las maltrechas ruinas de la ermita de San Roque y San Felices, junto a un merendero que, para quienes viajen con niños, puede ser un digno destino final.

Burros en el valle.
Son muchos los senderos que nos permiten adentrarnos en el valle.

Al poco de dejar el paraje de Las Puentes, entramos en territorio alavés aproximadamente a la altura de una bifurcación en la que debemos seguir las señales del Camino Natural Senda del Pastoreo. Acabamos de entrar en una senda circular de casi 500 kilómetros que traza un circuito en torno a la Llanada Alavesa que recorre macizos calizos entre bosques eurosiberianos y mediterráneos. Sin embargo, más que un recorrido senderista, se trata de un itinerario por tres milenios de cultura pastoril en el que también veremos dólmenes, menhires o iglesias fascinantes.

Al poco de pasar El Chorro del Purón, entramos en un bosque mediterráneo cerrado que termina bruscamente cuando el sendero vira 90 grados a la derecha y se adentra en el tramo más estrecho y espectacular del desfiladero, que pasa entre paredes verticales y junto a pozas deliciosas que quedan anotadas en la libreta para volver en verano a probarlas. El cambio de paisaje es una constante y, al salir de esta parte tan dramática, el valle se abre y aparece una extensa pradera donde pastan vacas y burros. Es la señal de que hemos llegado al despoblado de Ribera, más o menos a mitad de camino.

Detalle de la Iglesia de San Esteban (Ribera).
Detalle de la Iglesia de San Esteban (Ribera).

Se podría pasar de largo el pueblo sin darse cuenta de su existencia. El clima y la maleza se han encargado de que apenas siga nada en pie y, si está, de que haya quedado cubierto por las zarzas. Lo que sí es imposible de obviar es su iglesia de San Esteban, un templo románico del siglo XIII. Su retablo del siglo XVI se expone en el Museo Provincial de Vitoria, pero no todo son malas noticias: en el proceso del traslado, se descubrieron unos frescos del siglo XIII en adelante que harán las delicias de los amantes de la pintura medieval. Construida sobre un promontorio rocoso, marca una frontera climática y paisajística en la ruta. Se nota que hemos ganado cierta altura y que el clima es más frío y húmedo. Ahora en el bosque que nos rodea aparecen ejemplares de mayor tamaño: las coníferas y las hayas han sustituido a las encinas y al matorral. Seguimos en la cuenca del Mediterráneo, pero el curso alto del río Purón nos hace sentir como si hubiéramos cambiado a la cuenca Atlántica.

Dónde comer y dormir en la ruta

De vuelta a Herrán, Sergi Martí y Fabián Contreras me reciben en la 'Torre de los Templarios'. Después de toda una vida dedicados a la restauración en Lleida y Barcelona, a sus sesenta primaveras se han liado la manta a la cabeza y se han mudado a este rincón de Burgos para tratar de reflotar este hotel rural que había tenido que cerrar hacía unos años por problemas de salud de sus propietarios. Fabián, el chef y miembro de la organización internacional Euro-Toques, propone una cocina que aspira a la excelencia, con cierta dosis de personalidad, pero sin aspavientos, y en la que se perciben las raíces argentinas de Contreras. Para comer en su casa hay que avisar con unos días de antelación y estar abierto a la sorpresa, porque Fabián da el ok a la reserva y luego se va al mercado a empezar a enamorarte desde allí.

Cocina local con aires argentinos.
Cocina local con aires argentinos.
Fresco tardo gótico de la Coronación de la Virgen.
Fresco tardo gótico de la Coronación de la Virgen.

Sergí Martí, socio y marido de Contreras, parece su complemento ideal, prestando por lo menos el mismo nivel de detalle para que el salón y las habitaciones sean lugares para quedarse a vivir. Él sí se muestra más entusiasmado con el destino. Se ha leído de pe a pa la investigación de la Universidad de Burgos sobre los frescos tardo góticos de la planta superior de la torre, que se descubrieron cuando se intentaba preparar para que albergara un par de habitaciones. Martí enseña los frescos a los huéspedes con maneras de historiador del arte, y luego les invita a relajarse en el chill out medieval que queda en la entreplanta. Poco a poco van puliendo detalles e imprimiendo su personalidad a esta torre en la que esperan hacer que el turismo rural suba un peldaño.