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Macizos horadados por simas y galerías subterráneas, valles cerrados en forma de anfiteatro glaciar, farallones verticales y ríos que brotan directamente de la roca bajo cumbres afiladas. A diferencia de los cinturones montañosos de los Pirineos o de Sierra Nevada, la Cordillera Cantábrica es el capricho de la karstificación. Hablamos de un juego geológico entre el agua y la caliza en el que aquí ha participado también el empuje de los glaciares para crear una franja plateada y abrupta que se extiende desde los Picos de Europa hasta los Montes Vascos. Las hoces del Alto Ebro, las cuevas del Soplao, las torcas de Cueto-Coventosa o los sumideros de Urdón son algunos de los ejemplos de este entramado de caliza que irrumpe entre el bosque mixto y que guarda en el sureste de Cantabria un entorno protegido que no aparece en todas las guías de viajes. Una enorme catarata se desprende en mitad del valle marcando el destino del senderista que se adentra en el hayedo. Vamos a explorar el Parque Natural de los Collados del Asón.
Desde Madrid tomamos la autopista A1 en dirección Burgos para dejar atrás la capital burgalesa y continuar rumbo norte en dirección a Villarcayo. Es este un itinerario de carreteras secundarias que pronto marcan el pulso del viaje como la CL-629, que nos abre la puerta a las Merindades burgalesas, a través de un entorno de valles amplios, iglesias románicas y montes boscosos, como anticipo al paisaje cantábrico que nos aguarda más arriba. Medina de Pomar y Villarcayo son pueblos que dejamos atrás antes de cruzar el río Ebro por el desfiladero de Incinillas y continuar hacia Espinosa de los Monteros. Ahora el asfalto empieza a retorcerse y a ascender hacia el Puerto de Estacas de Trueba, que nos muestra una espectacular panorámica a 1.100 metros de altitud de laderas tapizadas de brañas, ganado pastando en libertad y un horizonte que se ondula en tonalidades verdes y grisáceas. Bienvenidos a Cantabria.
“Los collados son pasos de montaña, depresiones naturales que conectan valles y que en la Cordillera Cantábrica funcionan como puerta de entrada a un territorio abrupto”. Así lo explica Alfonso Palazuelos, guía de naturaleza que organiza expediciones por toda la Cornisa Cantábrica. En el Parque Natural de los Collados del Asón, estos pasos se alternan con cumbres, crestas y valles glaciares, componiendo un mosaico de relieves donde la roca caliza esculpida por el agua y el hielo se muestra en su máxima expresión. “Lo más espectacular del parque es el circo glaciar de Hondojón y el nacimiento del río Asón que forma una cascada de cerca de 70 metros de caída”, añade el guía cántabro de Europe Still Is Wild, empresa que ofrece recorridos en busca del oso pardo y el lobo ibérico. Preparamos las botas y la mochila para descubrir una de las rutas más emblemáticas de la zona y deleitarnos con un baño de bosque en pleno otoño: la senda del nacimiento del río Asón.
El Parque Natural cuenta con una superficie de 4.740 hectáreas y está vertebrado por las carreteras CA-265, que se adentra en el valle del río Asón; y la CA-256, que lo hace en el del río Gándara. Estamos en el Valle de Soba, el gran municipio que agrupa pequeñas localidades como La Gándara, Veguilla, San Martín o Asón, donde los prados de altura se combinan con casonas de piedra como testimonio de una herencia ganadera que se niega a desaparecer. Las vacas que se cruzan en la carretera dan cuenta de ellos.
Tomaremos el desvío hacia el oeste para descender por la CA-265 entre puertos de montaña y miradores naturales en un recorrido retorcido hacia el curso del río Asón. De repente, en una de las curvas de la carretera nos detenemos para contemplar la espectacular catarata de Cailagua, que se descuelga desde un enorme circo glaciar escalonado para formar el nacimiento del famoso río en mitad del valle boscoso. Ese es el entorno que vamos a recorrer caminando hasta llegar a su base. En los días de lluvia se convierte en un espectáculo brutal, según los guías de la zona, por lo que acudir aquí en otoño o primavera se plantea como la mejor opción. No tardamos en llegar al pueblo de Asón, una pequeña localidad en mitad del valle de origen glaciar, rodeada de bosques de hayas y praderas donde corren los caballos en libertad. Es muy popular entre ciclistas y senderistas y el punto de partida perfecto para planear las expediciones por el Parque Natural de los Collados del Asón. Buscaremos primero un escondite rural donde desaparecer por un par de días: Las Casucas de Asón.
“Este era el pueblo antiguo que estaba en ruinas. Lo reconstruimos para el turismo rural y ahora contamos con nueve casas”. Así lo explica Margarita Fernández, gerente de Las Casucas de Asón, un complejo rural situado en mitad del parque natural y al inicio de la ruta de la cascada de Cailagua. “Las tenemos con capacidad para 4, 6, 8 y 12 personas”, añade Fernández mientras nos abre la puerta a una de sus casucas rehabilitadas donde la desconexión está asegurada, pues aquí, y en todo el valle, no hay cobertura. “Sí tenemos wifi”, avisa la directora del alojamiento que propone una auténtica inmersión rural en sus casas de piedra que cuentan con cocina completa, chimenea y espacios exteriores con barbacoa junto al río y bajo el circo glaciar que protege el valle. Aquí el silencio solo es alterado por el murmullo del río y el cencerro de las vacas que se pasean por las praderas vecinas.
En el aparcamiento de las Casucas de Asón se concentra bien temprano, sobre todo los fines de semana, una multitud de senderistas de lo más variopinta. Adiestradores de perros, grupos con guía, parejas o familias con niños que avanzan por la senda que sigue el cauce del río a través del bosque de ribera atlántico. A pesar de que aquí el calor nunca es un problema, el senderista encuentra refugio del potente sol en la espesura del aliso, el fresno, el avellano y el sauce durante casi toda la ruta (PR-S 14). En otoño, el suelo se cubre de hojas ocres y doradas, además de castañas y el agua del Asón refleja la paleta de colores del hayedo y el roble que ocupan las laderas más altas.
Existen varias opciones de ruta hacia la cascada. Por un lado está la senda corta o clásica, de 8 kilómetros de recorrido de ida y vuelta lineal con un desnivel de 200 metros y 3 horas de duración. La otra opción es combinar este itinerario y hacerlo circular partiendo por la margen izquierda del Asón y volver por la derecha después de alcanzar el pie de la cascada de Cailagua. Esta versión toma entre 3 y 4 horas y cuenta con la misma dificultad y desnivel lo que convierte ambas en opciones ideales para el senderista medio para fundirse con el bosque esta temporada.
Pues este es un gran corredor de biodiversidad donde crecen helechos y musgos en las orillas, donde también pueden encontrar nutrias. En los claros se abren praderas que muestran las paredes rocosas del circo glaciar donde sobrevuela el buitre leonado y el alimoche por encima del mirlo acuático y el martín pescador en la vega. Las cabañas solitarias de muros de piedra rudimentaria y techos de teja hacen de hitos en este camino en el que hay que estar atento a las señales para no perderse en este laberinto frondoso donde apenas se cuela la luz del sol. En un pequeño ascenso por el camino pedregoso e inestable, que obliga a llevar calzado adecuado de montaña, descubrimos la base de la gran catarata de Cailagua. Este gran salto de agua marca el ecuador de la senda y se convierte en el lugar ideal para un descanso, un picnic y una obligada sesión de fotos.
Esta cascada se precipita desde el circo glaciar de Hondojón, un anfiteatro natural modelado por los hielos del Cuaternario. Durante miles de años, el glaciar fue excavando esta depresión en la roca caliza, dejando tras de sí una pared semicircular por la que hoy se filtran las aguas subterráneas. El resultado es una de las postales más espectaculares y a la vez menos conocidas de Cantabria. Algún excursionista incluso se atreve a bañarse en su cauce que, en un día soleado como hoy, se muestra más amable y menos salvaje. Poco a poco, va avanzando a través del valle en el que volvemos a sumergirnos. La orilla enfrentada propone una senda más amigable y domesticada que se pierde en el bosque, se arrima al río y descansa en los praderíos hasta llegar a las Casucas de Asón, donde la mayoría aparca su vehículo. El premio a la ruta lo buscan un kilómetro más adelante, en mitad del pueblo, donde se localiza el restaurante 'Coventosa'.
'Coventosa' es una casa de comidas cántabra de referencia, que rinde tributo al plato tradicional de la región y al producto de la zona en una extensa carta donde sobresale el cocido montañés y el cabrito al horno. “Los huevos, las alubias, los chorizos, las croquetas... ofrecemos una comida casera”, según Margarita Fernández, también al mando de este restaurante. “La ternera es de la zona y el cabrito y lechazo al horno son de aquí también”, añade la propietaria de 'Coventosa', que cuenta con una extensa terraza con vistas al circo de montañas que envuelven al Asón.
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