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Ha tenido que llover tan copiosamente como en los últimos meses para que, al fin, la primavera explote sobre la dehesa extremeña y arrope el campo con un verdor inusual moteado de miles de flores. El día ha amanecido despejado y la vista se pierde en suaves colinas que se ondulan hacia el horizonte. A lo lejos se yerguen las montañas que marcan el sur de Badajoz, ya en las estribaciones de Sevilla y de Huelva.
“La verdad es que nunca habíamos visto el paisaje así de brillante y de frondoso”, reconoce María Servial, mientras barre con la mirada esta finca gigantesca que parece querer arañar la Sierra de Tentudía. 220 hectáreas de olivos y alcornoques, un pequeño viñedo, once kilómetros de caminos serpenteantes y 2.000 ovejas desperdigadas que componen una remota banda sonora con el tintineo de sus cencerros.
María, psicóloga, y Pedro, ingeniero, son los propietarios de ‘Acepados’, el cortijo que emerge de pronto en medio de este soberbio paraje natural. Una casona típica del sur, que pertenece a la misma familia desde el siglo XIX, y que ha sido restaurada para convertirse en un refugio con un concepto peculiar. Este lugar es mucho más que un alojamiento rural de cinco estrellas.
Hace apenas dos años que abrió sus puertas como un espacio que se alquila al completo, en el que la privacidad, entre otras muchas cosas, es el verdadero lujo. La idea es garantizar un emplazamiento exclusivo para los huéspedes, en el que no hay horarios ni desconocidos: tan sólo el grupo en cuestión y un entorno privilegiado.
“Lo que ofrecemos es un lujo a medida para disfrutarlo de diferentes maneras: en la tranquilidad de una escapada familiar, en vacaciones activas compartidas entre amigos o en celebraciones memorables en las que nos encargamos de todo”, explica nuestra anfitriona. “Desde la coordinación con chefs hasta la decoración específica, pasando por la organización de actividades con guías y hasta la contratación de djs”, añade, dejando mostrar su orgullo por hacer posible cualquier ocasión especial: bodas, comuniones, cumpleaños y aniversarios, pero también retiros de yoga, fiestas tematizadas y eventos corporativos.
Claro que el lugar se presta a semejante versatilidad, no sólo por sus exteriores, con una terraza inmensa, patios frescos, jardines exuberantes y una piscina abierta al paisaje, sino también por la casa en sí misma, con una superficie de 800 metros cuadrados de elegancia y de buen gusto. “La idea fue restaurarla conservando al completo la estructura y rescatando, en todo lo posible, los elementos originales”, advierte María, al tiempo que traspasamos el umbral de lo que hoy es un cortijo-boutique.
Un enorme salón con chimenea, acristalado para que la naturaleza se cuele hacia el interior, es el epicentro de la vida común de los huéspedes. Pero hay que dirigir los ojos hacia el suelo centenario de barro para comprobar cómo su dibujo, una sucesión de hexágonos proporcionales, servirá de hilo conductor a toda la decoración. Esta forma geométrica se replica en el jardín, en la cerámica de los baños y hasta en pequeños detalles.
Y todo ello en los cuatros colores que definen la esencia de la finca: los dos tonos de verde que representan ambas caras de la hoja del olivo, el rojo de la vid en su momento álgido y el amarillo de los almendros y los castaños. “Hemos tratado, además, de basarnos en la arquitectura bioclimática, lo que significa aprovechar al máximo los recursos naturales (sol, viento, agua) para minimizar la dependencia con la climatización artificial”, apunta María.
‘Acepados’, que deriva de un cortijo original de 1.881, dispone hoy de ocho habitaciones que llevan el nombre de variedades de aceituna (manzanilla, cornicabra, verdial…) y que, aunque difieren en las tonalidades y la distribución, tienen en común las losas hidráulicas del pavimento, los mosaicos artesanales de los baños y el chorro de luz natural que entra por los ventanales. Y para los niños está la llamada Morisca, una sala en la planta superior con literas dobles, techos abuhardillados y espacio para juegos.
Más allá de los cuartos y las salas de estar, la casa esconde zonas sorprendentes reconvertidas en salones multiusos y áreas polivalentes. “Lo que antaño fueron cuadras, graneros y almacenes, hoy pueden ser lo que el huésped quiera, llenarse de sillas o de pantallas, acoger exposiciones o conciertos”, indica María para, a continuación, desvelarnos otro de los secretos: el lounge bar alejado de las habitaciones y acondicionado como pub para disfrutar de la música y el propio ambiente.
Una cocina-comedor y un espacio de barbacoa suplen la ausencia de restaurante en este cortijo que, sin embargo, sí ofrece personal propio para el desayuno, así como lo que denominan servicio de nevera llena. “El cliente solicita la compra que desea y, a su llegada, se la encuentra en el frigorífico, siempre con productos de calidad y cercanía”, remarca la propietaria.
Y es que si hay algo en lo que ‘Acepados’ pone el foco es en fomentar las tradiciones y la cultura local. Algo que va más allá de la alimentación (los quesos de pequeños productores, la carne de granjas próximas y, por supuesto, el rico jamón extremeño) para extenderse también a las actividades que propone. “Estamos en contacto con profesionales de la zona para que diseñen cualquier tipo de aventuras: montar a caballo, en bicicleta o en buggy, realizar catas de vinos o de ibéricos, emprender rutas históricas o culturales y hasta hacer observaciones celestiales en un cielo libre de contaminación lumínica”, remata María. ¿Quién no quiere apearse del mundo y quedarse a vivir en la dehesa?...
‘ACEPADOS’ - Carretera EX 103 Monesterio dirección Pallares / Llerena. Teléfono: 660 47 60 02.
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