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Jarandilla de la Vera

Descanso regio al alcance de todos

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En Jarandilla de la Vera no hace falta tener sangre azul para disfrutar del descanso y la tranquilidad que ofrecen sus gargantas naturales, sus caminos verdes, sus plazas con fuentes centrales y calles anchas, limpias y luminosas donde se mezcla en paz la arquitectura de tres culturas: judía, árabe y cristiana. Aunque el espíritu noble está muy presente en el que es el símbolo del municipio, el Castillo Palacio de los Condes de Oropesa (convertido en Parador), donde Carlos I de España y V de Alemania se alojó mientras terminaban el Monasterio de Yuste. Pero no es este su único encanto y recuerdo de su historia. Por sus alrededores de parajes verdes aparecen restos romanos de puentes, calzadas, una villa y la necrópolis de La Berrocosa. En su casco histórico, con la plaza Mayor como punto de partida, nos cruzaremos con la iglesia fortaleza de Nuestra Señora de la Torre, que fue levantada sobre un castro celta y alberga una pila bautismal visigoda. Y su propio nombre encuentra su origen en su época musulmana, cuando fue denominada Xarandiella. 

Por el centro también aguardan la ermita de la Virgen de Sopetrán, hogar de la patrona, o la iglesia de San Agustín, así como multitud de lugares para el disfrute gastronómico. El pimentón (DO de La Vera) es el rey en muchos platos de caza menor, como conejos y perdices, otros elaborados con carne de cabrito o de cerdo y los “embutidos de la matanza”, de morcilla patatera o chorizo. Para sentirse como un rey, hay que acompañarlos siempre por el buen vino de pitarra, un tinto de cosecha propia.