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La torre del campanario, coronada con un tejado de pizarra negra, sobresale entre las casas de piedra que componen la aldea de Seurí (municipio de Sort). Ubicada a 1.200 metros de altitud, en una cima del Vall d’Àssua del Pirineo leridano, apenas cuenta hoy con 15 vecinos censados. Atrás quedaron los siglos dorados de crecimiento, el XVII y XVIII, cuando la cría y venta de corderos atrajo a cientos de pastores y labradores. Como algunos otros templos de la zona, desnudos de su primigenio arte románico, la iglesia medieval de Sant Víctor de Seurí llevaba años en profunda decadencia y solo abría sus puertas para una misa de difuntos o por la Fiesta Mayor del segundo fin de semana de agosto.
El artista Santi Moix (Barcelona, 1960) la conocía desde niño, pues aquí tenía la residencia familiar de veraneo. Aunque a él lo que le gustaba era pintar los paisajes montañosos del Pallars Sobirá, los animales pastando, los vecinos trabajando el campo y no ese rincón oscuro y decrépito que acompañaba las horas en punto con el tañido de su campana. Con 26 años, Moix viaja a Nueva York y se convierte es un reconocido creador polifacético, que destaca por combinar la figuración con la abstracción en pinturas, murales, esculturas o ilustraciones de libros.
“A pesar de su apretadísima agenda, algunos veranos se dejaba caer por el pueblo. Así que, aprovechando la fama de su ilustre paisano, la asociación de vecinos le pidió que pintara la parroquia y la salvara”, recuerda Noemí Nus, consultora cultura de la empresa 'Peperepep' y responsable de hacer las visitas. “Al principio se muestra muy reticente, por la falta de tiempo y de devoción religiosa. Fue durante la Fiesta Mayor de 2015 cuando Santi comprueba con sus propios ojos como las humedades, los parches de yeso, las profundas cicatrices en las paredes y techos o los descoloridos azules y ocres de sus pinturas tienen visos de acabar en ruina total”.
Moix acepta, pero con la condición de no hacer arte sacro tradicional: ni santos, ni mártires, ni ángeles celestiales, ni demonios, ni vírgenes dolorosas... El Obispado de Urgell, propietario del santuario, acepta. “Y el artista convierte una iglesia de origen románico en una obra contemporánea del siglo XXI que nos conecta con el románico originario”, explica Nus. Cuando se accede dentro, una explosión de color vitalista abruma al visitante. Pura luz, armonía, misterio, con un punto psicodélico, de éxtasis místico. Un Edén de policromía vibrante, “como la que debió cautivar a los feligreses que contemplaron las pinturas originarias del románico, que han llegado a nuestra época opacas y oscuras, pero que eran intensas y luminosas”, apunta la guía.
Durante tres años, Moix trabaja en el interior, convertido en un lienzo blanco tras la rehabilitación estructural, con un amplio equipo de profesionales, en periodos de ida y vuelta a Nueva York, en cuyo estudio compone algunas de las piezas. En otras ocasiones, las jornadas diarias se alargan hasta 15 horas. “Por las tardes, a eso de las siete, dejaba que los vecinos vieran cómo iban los trabajos”. Seguro que alguno no se resistió a pedirle al artista más brochazos en esa esquina o un poco de más color en esa otra columna. La naturaleza, integrada en una cosmología religiosa, iba brotando por las paredes, el presbiterio, las claves de bóveda, la cúpula, las capillas, el altar... con colores “inspirados en la luz y en el pueblo de Seurí y los parajes que le rodean”, en palabras de Moix al presentar el proyecto.
De hecho, aunque está consagrada a San Víctor mártir, la iglesia es hoy un alegato en defensa del medioambiente y el ecologismo. Incluso con palabras grabadas en la pared del papa Francisco I, que en su encíclica Laudato si (2015) aseguraba que “la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo para resolver los dramas del mundo ofreciéndose a Dios”. Dando cobijo a un crucifijo, al santo Víctor y a la virgen del Rosario, Moix esculpió un paraíso de color donde los feligreses y visitantes pueden alcanzar “la búsqueda de Dios a través del contacto íntimo con la naturaleza”. Ninguna pincelada está carente de significado, hasta el más mínimo detalle, como el cielo estrellado o los centenares de ojos de truchas que decoran las columnas.
Para ello, Moix ha recurrido a varias técnicas, que nos va detallando Noemí Nus. La más representativa, y a la que se enfrentaba por primera vez, fueron las pinturas al fresco. Se realizan sobre una superficie cubierta con dos capas de mortero de cal: la de mayor grosor -de cal apagada, agua y arena- y otra más fina -polvo de mármol, cal apagada y agua- sobre la que se aplican pigmentos orgánicos, con la ayuda de unas brochas de cerdas de jabalí hechas a mano, en una tarea para la que contó con la ayuda del artista plástico Víctor Pérez-Porro. “Los frescos le dieron muchos quebraderos de cabeza, porque no se pueden corregir, al absorberse los pigmentos de manera casi inmediata. Por ejemplo, la cabeza de la trucha que está ubicada en la entrada la tuvo que arrancar entera en dos ocasiones y empezar de cero. Pero esta técnica conecta a Moix con el románico y con grandes nombres de la historia del arte, como Miguel Ángel, Raffaello o Tiziano, pues ata para siempre su creación al templo religioso”, explica la guía.
También utilizó el esgrafiado -aplicando pigmento al fondo del mortero y rascando el mismo para que muestre el color- en el caso de las representaciones animales de los evangelistas; o los vinilos diseñados en su taller de Nueva York para algunos detalles florales. El altar mayor, que es la parte central de una iglesia, lo reservó para ubicar a una comunidad de animales que pueblan este rincón de los Pirineos, como jabalíes, ovejas, zorros, gallos, liebres o truchas. Y en lugar de un retablo, una enorme flor, con 58 pétalos de porcelana confeccionados en el taller del ceramista Joan Raventós de la Bisbal d'Empordà, que presidente un espacio donde aún se siguen oficiando misas por difuntos, la Fiesta Mayor de agosto y, quién sabe, quizá algún bautizo en años venideros.
IGLESIA SANT VÍCTOR DE SEURÍ – Carrer Seurí Alt, 5. Seurí (Sort, Lleida). Tel: 677 701 820.
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