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Mirador de San Miguel

Qué hacer en Almazán (Soria)

Una villa medieval sorpresa en la A-15

Actualizado: 26/11/2025

Texto: Ana Caro

Fotografía: Mario Tejedor

Pintura de origen flamenco, una célebre tradición repostera y sorprendente música en directo esperan tras su muralla del siglo XII. La localidad más poblada del medio rural soriano puede pasar desapercibida pero los conductores atentos agradecerán saber qué hacer durante una parada en Almazán; para ellos va este reportaje.
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Almazán engaña: desde la carretera parece un pueblo agrícola e industrial pero esa sensación no aguanta un paseo. A pie de la Autovía de Navarra, justo a esa altura de la provincia soriana en la que el pinar comienza a ganar terreno a los campos de labranza, aparece ante los ojos del viajero curioso una villa medieval sorpresa. Tan solo el edificio que alberga la Oficina de Turismo de la localidad ya funciona como declaración de intenciones: aquí pasaron cosas y siguen pasando a día de hoy.

Iglesia de San Miguel
La iglesia de San Miguel ocupa un lugar destacado en la Plaza Mayor.

Historia desde el edificio de la Oficina de Turismo

Ubicada en el imponente palacio que los Hurtado de Mendoza, señores de Almazán, mandaron construir en el siglo XV, la oficina sirve a su vez de antesala de otro de los tesoros más insignes del municipio: las tablas de Memling. “Pensamos que llegaron a través de los Reyes Católicos y no tiene mucho sentido imaginar que fuera un olvido”, comenta el personal de Turismo frente a los batientes del tríptico de pintura flamenca. Ana Borjabad e Isabel Romero guían cada día al visitante por la historia admantina y hoy hacen lo propio con el equipo de Guía Repsol. Señalan los techados mudéjares de madera, que vienen a ser el interior de esa galería gótico-isabelina que se puede contemplar desde el postigo de San Miguel y su bello mirador volado.

María Celina Almarza hereda siete generaciones consagradas al oficio.
María Celina Almarza hereda siete generaciones consagradas al oficio.

Esta plataforma sobre la arboleda que escolta al Duero es, además de uno de los rincones más bellos del municipio, la primera toma de contacto con, en palabras de Turismo Almazán, “la muralla que nos da nombre” y servirá de referencia durante la visita. Pero antes, merece la pena detenerse un poco más en la Plaza Mayor. Allí, además del palacio y el postigo, hay que fijarse en la cúpula califal de la iglesia románica de San Miguel, una combinación artística tan difícil de encontrar que “fue declarada Monumento Nacional en 1931”. Enfrente, una figura verde oscura, con una pluma en una mano y un libro en la otra, contrasta contra el ocre de la explanada: es la estatua a bronce de Diego Láinez, “teólogo nacido en Almazán y fundador, junto a Ignacio de Loyola, de la Compañía de Jesús (Jesuitas)”.

Almazán El Fortificado: la Puerta de la Villa

La de Almazán es una de esas pocas plazas monumentales en las que, incluso en los días menos favorables para el turismo, todavía transcurre la vida cotidiana, por lo que mientras hay quien la atraviesa con un mapa en la mano, otros la rodean con un carro de la compra, se toman una cerveza, compran flores o incluso se casan. En esta mañana lluviosa de otoño pasa justo esto último así que el camino cuenta con aún más entretenimiento hasta la Puerta de la Villa. Las edificaciones añadidas y la torre del reloj “construida en 1886” disimulan la edad de este primer paso de la muralla, que se delata con las dos torres semicilíndricas y el arco de medio punto.

Escultura Diego Láinez
El cofundador de los jesuitas era de Almazán.

Atravesando este umbral de nueve siglos se llega a la Ermita de Jesús Nazareno, con su recoleto patio y sobre todo, a un hito clave para los más golosos. En ‘Confitería Almarza’ (Solete Guía Repsol), llevan más de 200 años cuidando sus recetas desde el obrador así que toca asomarse al mostrador de María Celina y comprar, por ejemplo, unas paciencias para endulzar el camino.

Para llegar a la siguiente puerta a visitar hay que rodear esa muralla excepcionalmente bien restaurada que, ya despojada de su función defensiva, sigue articulando el urbanismo de la villa. Así, con los muros de diez metros a la izquierda y la frondosa arboleda del Duero a la derecha, se rebasa el Rollo de las Monjas, refuerzo del ángulo noroeste y, poco después, pilla de improviso el verdor del Paseo de Alicante. Aquí la actualidad irrumpe de nuevo con las esculturas al aire libre -que suponen un aperitivo al Museo de Esculturas del Parque de la Arboleda-, el gran mural azul que David de la Mano pintó este mismo año y el pintoresco edificio del antiguo matadero. “Ha sido sede de alguna peña y ha funcionado de local de ensayos de algún grupo…”, explicaban desde Turismo de Almazán a Guía Repsol.

Puerta del Mercado
La Puerta del Mercado es la única accesible al visitante.

Puerta del Mercado y el pasado de la industria alfar

Subiendo por el paseo adoquinado al estilo portugués y ya a punto de alcanzar la Puerta del Mercado donde se puede “mostrar, in situ, varias etapas de la vida en Almazán”, el grupo se topa con los restos de un horno alfar del siglo XVIII. “En las labores de desescombro, fueron apareciendo hornos de alfarería y un impresionante testar con miles de deshechos de piezas que llegaron a cubrir por completo el foso”, explican sobre la enorme industria de cerámica que llegó a desarrollarse en el municipio. “Mucho se sabe gracias al Catastro del Marqués de la Ensenada y aquí se ven muy bien los dos muros de sillares con cascotes de todo tipo y argamasa”, indican antes de llegar a esta segunda puerta.

Lo primero que llama la atención es su robustez, mucho mayor que la de la Villa, y la explicación llega en seguida: “Es la única sin el refugio del Duero y el terreno es más llano en esta zona”. Además, “sus torres prismáticas rematadas por almenas” son accesibles al visitante, que tras pasar por debajo de los quicios de sus dos puertas, ha de prepararse para subir alguna que otra escalera y así observar Almazán desde las alturas; eso sí, siempre que sea sábado de 11.00 a 17.00 o domingo 11.00 a 14.00.

Yemas Gil
¿Cuántas paciencias caben en un paseo por Almazán?

Sin embargo los visitantes que quieran contemplar todo el entorno de Almazán subirán sin duda al Parque del Cinto. “Nuestro punto más elevado atesora gran parte de nuestra historia”, anuncian, antes de detallar que en el mismo sendero por el que hoy se pasea a la sombra de abetos, cipreses o cedros del Líbano, “se encontraron vestigios de un asentamiento poblacional de la Edad de Hierro”. Desde esa atalaya, tras pasar el gran Cristo de piedra y las Tres Cruces, la vista se pierde por los límites de la comarca. Al sur, la autovía serpentea hacia Medinaceli entre cultivos y al norte avanza hacia Soria a través del bello pinar bajo característico de la zona.

La Puerta de Herreros y la cultura actual admantina

El paseo de vuelta, en el que se observa fácilmente el importante desarrollo residencial de la localidad, nos lleva poco a poco a la Puerta de Herreros. “El acceso a Almazán sigue siendo por las puertas originarias” y quizá donde más se perciba sea aquí, en la puerta “más auténtica”, la mejor conservada y la que menos restauraciones ha sufrido. Justo enfrente se encuentra ‘Yemas Gil’, otra dirección interesante donde comprar algo de repostería tradicional para llevar a casa que, además, cuenta con cafetería donde parar a recuperar fuerzas.

Vista desde el Cinto
Desde las alturas: campanarios y pinares.

Tras esta parada dulce se puede consultar la programación del Centro Cívico Tirso de Molina, en honor al ilustre escritor, que pasó aquí “los últimos meses de su vida”, o la del 'Maneras de Vivir'. Este bar con jardín acoge desde hace 12 años algunos de los conciertos más destacados de la zona, llegando a marcar el compás de la agenda cultural de la provincia. Así que, si hay suerte y el cuerpo acompaña, la visita puede alargarse hasta bien entrada la noche y, en el peor de los casos, el visitante abandonará Almazán con una fecha de música en directo marcada en el calendario.

Suele darse así: una se detiene un día en Almazán por algún asunto logístico entre Medinaceli y Soria, se topa con alguna de las facetas descubiertas hoy y ya no deja de parar nunca. Y así, a base de cultura, historia, repostería y música, esta localidad que, con poco más de 5.000 habitantes, es la más poblada del medio rural soriano, deja de ser un sitio donde parar y se convierte, de pronto, en un lugar al que volver y, ¿por qué no? un sitio donde quedarse.

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