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07:00h. Madrid. Quien se plantee una ruta de montaña en invierno, o en los albores, debe saber que madrugar es siempre una buena idea. No solo para aprovechar las horas de luz sino para disfrutar de un amanecer entre cumbres. El objetivo es subir al pico más alto de toda la Comunidad de Madrid. Ponemos rumbo a la Sierra de Guadarrama, un parque nacional declarado en 2013 y situado a tan solo 70 kilómetros de la capital. En el trayecto en coche, la autopista A6 nos va mostrando las cumbres de La Maliciosa (2.227 metros), La Bola del Mundo (2.265 metros) o el mismo Peñalara, que desafía al montañero y dibuja la frontera natural con la provincia de Segovia en Castilla y León.
Tomamos el desvío a la altura de Collado de Villalba para olvidarnos de la autopista y continuar por la M-601 en un recorrido por pueblos de arquitectura alpina como Becerril de la Sierra y Navacerrada hasta llegar a su puerto de montaña, situado a 1.858 metros, donde se encuentra la famosa estación de esquí. Desde aquí conduciremos por la SG-615, en territorio segoviano para volver al madrileño en el Puerto de Cotos. Estamos en las faldas del Pico Peñalara, a 1.830 metros sobre el nivel del mar, donde se encuentra un gran aparcamiento plagado de furgonetas, de vehículos todoterreno y turismos con maleteros abiertos donde los senderistas ultiman su material para coronar la cumbre. Cotos es la puerta de entrada al Parque Nacional y un espacio donde conviven todo tipo de visitantes desde alpinistas con crampones y piolets hasta familias con trineos y mascotas. Además de en coche, al puerto de Cotos se puede llegar en tren desde Cercedilla. El descenso de las temperaturas y las últimas borrascas han creado un escenario invernal en Peñalara que obliga a extremar las precauciones para la práctica del senderismo.
En la ruta de ascenso invernal al Peñalara, que lleva entre 4 y 5 horas, necesitaremos una mochila con agua suficiente y algo de comida, gafas y crema de sol, gorro y buff (braga para el cuello), camiseta térmica, forro polar o chaqueta de plumas y chubasquero o cortavientos para el frío ademas de pantalones de trekking o de nieve según el día. Y, lo más importante: el calzado, pues en esta ruta de alta montaña harán falta botas o zapatillas de trekking con suela de alta adherencia para las zonas de nieve, roca e incluso hielo. En esta última condición, los expertos recomiendan a los montañeros más experimentados recurrir a crampones y piolet aunque lo más seguro es siempre ir con un guía de montaña cualificado para evitar accidentes.
La ruta al pico de Peñalara plantea un recorrido por diferentes entornos, desde bosques de pinos y abetos, canchales y humedales, brezales a medida que se asciende, praderas alpinas nevadas y riscos afilados de granito. Se puede plantear de dos maneras; como un trekking circular coronando la cima y continuando por el risco de Claveles apto para los trekkers más experimentados o ascender por la loma de Dos Hermanas hasta el Peñalara y volver por el mismo recorrido en una propuesta lineal evitando los tramos más técnicos y abriendo la puerta a todo tipo de aventureros.
“Hoy, si no se tiene el equipo adecuado es mejor volver por la loma”. Así lo advierte la guarda del parque desde el centro de visitantes de Peñalara, situado en un coqueto chalet de montaña entre praderas donde pastan las vacas. “El entorno del Macizo de Peñalara es muy interesante porque se van sucediendo diferentes ecosistemas a medida que se gana altura”, añade la trabajadora del Parque Nacional de Guadarrama, quien recuerda las normas para los visitantes. Transitar solo por senderos y caminos señalizados para no dañar la biodiversidad del lugar, recoger siempre la basura que generemos, llevar las mascotas siempre atadas y evitar terminantemente arrancar plantas, flores, coger rocas o minerales. Empezamos la ruta.
El olor de pino, el silencio y el frío polar acompañan nuestro primer tramo en la caminata. Desde el centro de visitantes atravesamos, hacia la derecha, el enorme pinar que se asoma desde la ladera al valle del Lozoya, a la presa del Pradillo y a la localidad de Rascafría al norte, bajo la mirada del Peñalara. La pista no tarda en abandonar el denso bosque para continuar por pastizales, roquedos y riachuelos que descienden por la garganta. Estamos en la Hoya de la Laguna Grande de Peñalara. Ante nosotros se presenta este gigantesco circo glaciar, pues la zona albergó una masa de hielo de doscientos metros de espesor que, durante el Cuaternario, avanzó 2,5 kilómetros montaña abajo moldeando los valles del macizo. Tras el deshielo se fracturaron las laderas en canchales inmensos y se crearon turberas y lagunas como las que encontramos hoy en día a los pies del Peñalara. Es este uno de los mejores ejemplos de glaciación del Sistema Central.
Nos acercamos al refugio de Zabala (2.075 metros), punto histórico para montañeros desde principios del siglo XX, testigo de generaciones que exploraron estas cumbres y de la incipiente conservación del macizo antes de la creación del Parque Nacional. Algunos senderistas se toman un respiro, otros parten hacia la cima, una pareja da beber a su perro y dos amigas entran para curiosear en este refugio austero de roca. Desde aquí caminamos hasta la ladera que asciende hasta el collado de Dos Hermanas en un recorrido en zigzag panorámico con vistas a los Siete Picos (2.138 metros), Montón de Trigo (2.161 metros), la Mujer Muerta (2.197 metros) o Bola del Mundo. La subida culmina en una altiplano hoy cubierto por la nieve desde donde los montañeros encaran la parte final del ascenso al Peñalara, al norte.
Desde la cumbre mayor de Dos Hermanas, situada a 2.284 metros, seguimos los hitos de piedra que guían al senderista en los días con niebla, por suerte no como el soleado de hoy, que nos permite apreciar la meseta y la sierra de Guadarrama. La pendiente ahora se hace más constante, el aire más frío y la sensación de aislamiento más intensa. Afrontamos las últimas rampas hasta llegar a la cima del Peñalara, la cumbre más alta de la Sierra de Guadarrama. Desde esta mirador natural disfrutamos de unas excelentes vistas de la llanura segoviana al norte, y la sierra de Gredos, en la lejanía, al suroeste, ademas de buena parte de las cumbres y valles del parque nacional. Pero aún queda ruta, para nosotros, el tramo más técnico.
Desde la cima, el cordal se estira hacia el noreste y, al principio, avanza sin demasiadas complicaciones. A nuestros pies se ven ahora las huellas del glaciar que talló este macizo durante miles de años. El granito, pulido y agrietado por el hielo, dibuja un paisaje dramático, desolado y afilado que tiene en la cresta de Claveles uno de sus mayores exponentes. Es este el paso de montaña más complicado de la travesía al Peñalara, que comprende un risco con tramos aéreos y que obliga a muchos senderistas a retomar la senda por la loma. Especialmente en las jornadas invernales cuando esta sección suele tener hielo y volver resbaladizo y peligroso el trámite. Muchos montañeros, como nosotros, optan por evitar la cresta descendiendo unos metros hacia la vertiente izquierda, buscando un terreno más amable, protegido del viento y mucho menos expuesto. Aún así nadie se debería de despistar en esta zona.
Superado el filo, sea por arriba o por abajo, la cuerda se ensancha de nuevo y aparece una amplia collada. A la derecha se levanta, la llamada Pared Negra, un muro granítico que protege uno de los rincones más espectaculares del Parque Nacional: la Laguna de los Pájaros. El sendero desciende entre bloques fracturados hasta este lago alimentado por un pequeño manantial. Este entorno frágil, que en los meses de invierno no es raro que esté helado, se ha convertido en otro de los puntos de encuentro de los montañeros de Peñalara que se plantean aquí ascender hasta la cumbre por la ruta opuesta a la nuestra. Uno de los guardas recuerda, una vez más, no hacerlo sin el equipo y la preparación necesaria.
Desde la Laguna de los Pájaros el recorrido cambia de ritmo volviéndose más amable y tranquilo mientras el ritmo gira hacia el sur. Morrenas, cubetas excavadas en la roca, lomas de cantos rodados, riachuelos y pequeños lagos repartidos entre las turberas. Descubrimos uno de los paisajes más emblemáticos del glaciarismo cuaternario de nuestra geografía. El itinerario serpentea entre pequeñas depresiones que conservan agua casi todo el año hasta llegar a Cinco Lagunas. Aquí la senda comienza a definirse de nuevo y asciende hacia la gran morrena que se eleva como una barrera natural que nos muestra de vuelta la Laguna Grande de Peñalara, custodiada por las paredes del circo glaciar como un anfiteatro de bloques de granito.
Tras cruzar el arroyo de desagüe en descenso, retomamos la senda inicial, ahora en cómodo descenso, para cruzar el bosque de pinos y alcanzar el centro de visitantes y punto de partida en el puerto de Cotos. En otras palabras, o en cifras, la ruta circular al Peñalara tiene una longitud de entre 10 y 12 kilómetros, dependiendo del recorrido, implica un desnivel acumulado de 650 metros y un tiempo de 5 horas. Es el precio de una escapada glaciar para desconectar de Madrid.
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