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Menorca se ha convertido con el paso de los años en el anhelo balear de miles de españoles. Su calas turquesas, su historia, la naturaleza y una gastronomía auténtica se entrelazan en pueblos que son verdaderos tesoros. Si buscas una escapada que combine el ritmo pausado de la isla con la sofisticación de sus rincones más selectos, esta isla es el destino por antonomasia.
Fornells emerge como un pintoresco pueblo de pescadores al resguardo del viento de Tramontana por su ubicación en una bahía. La vista sobre su puerto, donde aún se distribuyen los clásicos llaüts (embarcaciones tradicionales) menorquines, son el complemento perfecto a las casas encaladas y los restaurantes que se asoman al mar, manteniendo viva la esencia marinera. Es aquí el lugar que muchos consideran como el santuario de la caldereta de langosta, el plato icónico de la isla junto al pescado fresco y marisco local, y pocos lugares en los que saborearlo como en el restaurante ‘Casa Emilio’ (Recomendado por Guía Repsol).
Más allá de su gastronomía, el entorno natural de Fornells es un paraíso para el baño y los deportes acuáticos. Desde el puerto, pequeñas calas invitan a sumergirse en las aguas de la Reserva Marina del Norte de Menorca, ideal para practicar kayak, paddle surf o vela. A nivel arquitectónico, la Torre de Fornells, una fortificación británica del siglo XIX, domina la vista de la bahía y ofrece una postal inolvidable.
Es Mercadal es considerada por muchos como el alma rural de Menorca al estar en el centro geográfico de la isla y a los pies del Monte Toro, el punto más elevado de la isla. En su cima se sitúa el Santuario de la Virgen de El Toro, uno de los lugares de culto más importantes de la isla y desde donde se puede disfrutar de una vista de 360 grados que alcanzan hasta el Mediterráneo. Las calles del pueblo se caracterizan por las fachadas bajas e identitarias persianas verdes, que irradian autenticidad y calma.
Dado su caracter campestre, los restaurantes de la localidad aprovechan los mejores productos de cada temporada de las huertas que lo circundan, aunque también es habitual que ofrezcan productos de las buenas capturas que llegan hasta los puertos cercanos cada mañana.
Fundado bajo el dominio francés en el siglo XVIII, Sant Lluís se distribuye sobre un trazado urbano de inspiración provenzal en el que abundan las calles rectas y plazas cuadradas, aunque mantienen la costumbre de casas blancas de Menorca. El Molí de Dalt, un molino convertido en museo etnológico, muestra cómo se ha desarrollado el día a día de los vecinos, donde abundaban oficios clásicos que a día de hoy han desaparecido.
Apenas a unos minutos del centro de la localidad se ubican las icónicas playas de aguas turquesas que han otorgado tanta fama a Menorca, destacando las de Punta Prima o Binibèquer. Aunque, si de lo que se trata es de disfrutar de auténtica gastronomía menorquina, en pocos lugares bordan recetas clásicas como en ‘Sa Pedrera d´es Pujol’ (1 Sol Guía Repsol), donde sus raciones sabrosas y abundantes de caldereta a modo de bullabesa, formatjada de solomillo Wellington con salsa grevi, quesos locales o sopa de partera han creado una legión de acólitos.
Llama la atención que lo que propuso conseguir con Binibèquer Vell, una recreación costera, diseñado con la estética de un antiguo asentamiento de pescadores por obra del aparejador menorquín Antonio Sintes y el arquitecto barcelonés Javier Barba Corsini en los años 70, disfrute de un éxito tan apabullado. Sus casas encaladas, con puertas y ventanas en tonos azules, y sus laberínticas calles empedradas, crean una atmósfera de cuento mediterráneo se han convertido en imprescindibles en cada álbum de fotos de recuerdo de Menorca.
Los alrededores ofrecen playas de arena blanca, como la propia Cala Binibeca, ideal para un baño tranquilo. Su ambiente sereno invita a disfrutar de cenas relajadas en restaurantes de estilo local, lejos de las aglomeraciones, como en la terraza de ‘Los Bucaneros’ (Solete Guía Repsol).
Ciutadella de Menorca, antigua capital de la isla, es un destino imprescindible por su imponente patrimonio histórico, al que acercarse dando un paseo su casco antiguo. La majestuosa Catedral de Menorca -construida entre los siglos XIII-XIV-, la Plaza des Born y fortificaciones como el Castillo de Sant Nicolau, son algunos de los ejemplos más claros de la monumentalidad histórica de la localidad.
El pintoresco puerto, con sus cafés y bares junto al mar, es perfecto para relajarse y disfrutar del ambiente, al igual que sus calas de ensueño como Cala Galdana, Cala Macarella, Macarelleta o la más familiar Cala Blanca. La oferta gastronómica de Ciutadella es amplia y de gran calidad con restaurantes como ‘Café Balear’ (1 Sol Guía Repsol), ‘S’Amarador’, ‘Es Tast de Na Silvia’, ‘Katú’ o ‘Mon Restaurant’ (Recomendados por Guía Repsol) y una larga lista de Soletes Guía Repsol.
En el interior de Menorca, Alaior seduce como ejemplo paradigmático de la esencia rural de Menorca. La Iglesia de Santa Eulàlia domina el centro, mientras que sus estrechas calles esconden tiendas de arte y productos locales, destacando el afamado Queso Mahón-Menorca. A pocos minutos en coche, calas como Son Bou, la más larga de Menorca, o Cala en Porter, son perfectas para un refrescante baño después de explorar el pueblo.
Para disfrutar de una experiencia culinaria de nivel, la visita al ‘Agroturismo Santa Mariana’ o a ‘Torreblanc Menorca’ (Recomendados por Guía Repsol) resulta imprescindible para degustar una gran cocina mediterránea a la que aportan toques de de influencia vasca, aunque también puede resultar estimulante acercarse a tomar un helado a ‘Can Sintes’.
Es Migjorn Gran, uno de los municipios de construcción más reciente de Menorca, ya que fue fundado en 1989, aunque su modernidad no quita un ápice para que haya quien lo catalogue como un tesoro pequeño y acogedor, alejado del bullicio turístico. Su ambiente tranquilo potencia su encanto auténtico. Las calles adoquinadas y el espíritu bohemio que se respira en el ambiente, con terrazas sencillas y arte local, lo convierten en un refugio para quienes buscan la autenticidad y el sosiego en Menorca.
Este encantador pueblo se encuentra muy cerca de playas vírgenes como Binigaus, Cala Escorxada o Cala Fustam, accesibles a pie por senderos, ideales para un baño en la naturaleza más pura. El entorno rural invita a largas caminatas pausadas. En sus plazas, encontrarás pequeños bares donde saborear el típico pa amb oli con ingredientes locales.
Es Castell, antiguamente conocida como Georgetown bajo dominio británico, ostenta el privilegio de ser el primer lugar de España donde amanece cada día. Este hecho añade una magia especial a un paseo por su puerto al amanecer. Su trazado ordenado, las casas coloniales y el encantador puerto de Cales Fonts, con sus antiguas cuevas reconvertidas en bares, tiendas y restaurantes, crean un escenario marítimo de postal.
Perfecto para caminatas matutinas o cenas frente al mar, el puerto ofrece una variada cocina local en entornos históricos con vistas espectaculares. Su patrimonio militar y colonial, que incluye el Fuerte Marlborough y el Castillo de Sant Felip, añade un valor cultural singular que complementa la experiencia costera. A la hora de sentarse a la mesa, la gran selección de tapas creativas y el ambiente informal de ‘La Caraba’ (Solete Guía Repsol), lo han convertido en uno de los lugares favoritos de la localidad.
Llucmaçanes es una pedanía cercana a Mahón y resulta la viva estampa del entorno rural menorquín. Con una marcada actividad agrícola y sus tradicionales fiestas patronales en honor a San Cayetano cada agosto, este lugar, aunque más discreto, ofrece un acercamiento auténtico a la cultura menorquina, ideal para quienes buscan salirse de los circuitos turísticos habituales. Rodeado de fincas y naturaleza, Llucmaçanes es perfecto para pasear por caminos rurales y visitar pequeñas explotaciones donde podrás adquirir productos frescos de la tierra.
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