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Todo comienza a ocurrir justo cuando cruzas por primera vez la sobria pero elegante fachada blanca del hotel, en plena plaza de Abades, a tiro de piedra de la Mezquita de Córdoba, uno de los monumentos más visitados del mundo. Nada más traspasar el umbral, la ciudad baja el volumen y el que fuera el templo sagrado del imperio omeya parece susurrarte al oído. Este hotel cuenta con unas vistas únicas del templo desde su terraza.
Reconoces, también, que no es un hotel cualquiera cuando miras hacia arriba, ya adentro del edificio, y ves las arcadas que enmarcan el patio principal y la luz dorada que se cuela entre los muros encalados. Alojarse aquí se convierte en un acto de belleza.
La historia de este edificio es fundamental para comprender la singularidad y el alma del hotel-boutique ‘Portería Santa Clara’. “Nos encontramos sobre el que fue el primer convento femenino de Córdoba, fundado en 1265, tras la conquista cristiana. Fue construido sobre una antigua mezquita, que a su vez se erigía sobre los restos de una basílica paleocristiana. Es decir, hablamos de un lugar con más de 1.000 años de historia viva”, nos explica Celsa Blandino, adjunta de dirección.
En la actualidad, el hall del hotel era la entrada al antiguo convento, ese punto de conexión con el exterior: un lugar donde las monjas recibían donaciones, entregaban dulces caseros, o intercambiaban noticias con el mundo que quedaba más allá de los muros. Un pequeño puente entre el adentro y el afuera. Un umbral simbólico. Hoy, un espacio con alma, que ahora se abre al viajero curioso y sensible.
Pero la historia no termina ahí porque, en 1957, el arquitecto Carlos Sáenz de Santa María de los Ríos, responsable de obras tan emblemáticas como la Cruz del Rastro, transformó este antiguo convento en un taller de joyería, dándole un nuevo uso sin borrar su pasado. “El edificio permaneció cerrado durante muchos años hasta que decidimos recuperarlo y darle nueva vida como hotel-boutique y así nació ‘Portería Santa Clara’, cuyo nombre rinde homenaje tanto al convento original como a la calle en la que se encuentra”, nos comenta Celsa.
De manera que llegar hasta aquí en una tarde cualquiera de primavera, de esas en las que el azahar todavía flota en el aire y las piedras calientan suavemente tras un día entero de sol, es hacerlo por la puerta grande. Y es que a Córdoba hay que venir siempre, cada primavera, con la intención de desconectar, porque lentamente te irás reconectando con algo más profundo: el silencio, la belleza antigua, el tiempo lento. Y para eso, este hotel es perfecto.
“Cada rincón del hotel conserva ese legado, y nuestra propuesta arquitectónica busca precisamente eso: respetar su historia, dar luz a sus espacios y compartir su belleza con quienes nos visitan”, nos explica Celsa mientras nos conduce a través de los pasillos y estancias blancas impolutas del hotel. El estudio del arquitecto cordobés Rafael Castelló ha logrado una hazaña nada sencilla: traer la comodidad del siglo XXI sin perturbar la esencia de siglos pasados. Los arcos, las bóvedas, las antiguas hornacinas ahora convertidas en estanterías... Todo parece querer contarte algo, si te detienes lo suficiente. Es como si el edificio aún recordara las voces apagadas, los rezos bajos, el ir y venir de las alpargatas sobre la piedra.
Curiosamente, el ascensor está decorado con unos azulejos maravillosos. “Los azulejos del ascensor son una parte fundamental de nuestra decoración y fueron seleccionados cuidadosamente para evocar la cultura local. También se encuentran los mismos azulejos en la taberna ‘Santa Clara en Rama’”, nos comenta Celsa. “Hemos incorporado detalles decorativos, como cerámica y azulejos, que reflejan las tradiciones de la región, recurriendo al color añil como guiño a las raíces culturales y a la identidad visual cordobesa”.
Y cómo no, el patio cordobés. Este del hotel es de los que no se olvidan. El murmullo del agua, el frescor de las macetas, el aroma de los naranjos y la piedra viva bajo los pies… Con una encantadora piscina exterior de temporada, que ya se puede disfrutar (la primavera está dando paso al calor de verdad). Así que este promete ser uno de los refugios favoritos de los viajeros en los meses de fuego cordobés.
Las 16 habitaciones y apartamentos del hotel son distintas entre sí, pero todas comparten una elegancia sin alardes: muebles de líneas limpias, una cama que parece hecha para no salir de ella y detalles cuidados hasta el extremo: amenities premium, sábanas de algodón egipcio de 400 hilos, textiles Bassols, minibar gratuito, servicio de café y té, y muchos otros detalles pensados para hacer que cada estancia sea especial.
El hotel entero es una invitación a quedarse; la terraza-mirador, especialmente al atardecer, cuando Córdoba se tiñe de ocres y la silueta de la Mezquita-Catedral se recorta contra el cielo es hipnótica. Además, aquí se ofrecen todos los domingos clases de yoga desde las 10:00 horas de la mañana y, al finalizar, los asistentes pueden disfrutar de un brunch saludable en el encantador Patio de los Naranjos, que hace honor con su nombre al imponente patio de la cercana Mezquita. Un plan ideal para conectar con el entorno, con uno mismo y con la historia viva que nos rodea.
Pero, dicho sea de paso, planes aquí no faltan. En la taberna del hotel, ‘Santa Clara en Rama’ se sirven cócteles deliciosos y vinos con un especial protagonismo de los vinos de la D.O Montilla-Moriles. “Seleccionamos referencias con personalidad, mayoritariamente andaluzas, muchas de ellas de pequeñas bodegas, con una presencia destacada de vinos naturales y de producción ecológica. La idea es que cada plato encuentre su compañero perfecto en copa, y que la experiencia sea coherente, honesta y placentera”, nos comenta Celsa. Y todo ello, claro, se puede disfrutar en un entorno inigualable: bajo los naranjos centenarios del patio, donde el tiempo parece detenerse y cada comida se convierte en una celebración de los sentidos.
Este es el lugar perfecto para tomarse desde el aperitivo hasta el almuerzo o la cena. “Contamos con el talento del chef Sergio Rivas Díaz, cuya propuesta gastronómica se inspira en la cocina mediterránea y andaluza, con un profundo respeto por el producto de cercanía y la tradición local. Además, tanto la taberna como el restaurante 'El Patio de Santa Clara' están abiertos al público general, y es un homenaje a los sabores de siempre con una mirada actual”.
La carta combina platos de mercado con referencias a la herencia culinaria de Córdoba y de Al-Ándalus. Se puede ir abriendo boca con unos mejillones picantes con salsa de coco y continuar con un tartar de atún de almadraba, con un rodaballo a la parrilla con salsa de ajos y guindillas, un delicioso tajín de cordero con ciruelas o cuscús de cordero, que conectan directamente con las raíces históricas de la ciudad.
Y una vez que reúnes fuerzas, salir a explorar la ciudad desde 'Portería Santa Clara' es otro de sus lujos. En apenas tres minutos estás cruzando el Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba, o adentrándose por las callejuelas del barrio de la Judería. Lo mejor, perderse. Sin mapa, sin rumbo, dejándose guiar por los aromas y los sonidos. Pero sabiendo que, al regresar, te estará esperando ese refugio blanco, silencioso y sereno. Por las noches, en un rincón del patio iluminado con faroles, el aroma del azahar de los naranjos te invita a que te vuelvas a quedar.
Y así, cuando cierres la puerta de la habitación por última vez, lo harás despacio. Sin querer. Y mientras arrastras tu maleta por la plaza empedrada, seguro que la idea de volver te seguirá rondando la cabeza. Porque algunos lugares se convierten en parte de ti. Y este, sin duda, ya lo es.
‘PORTERÍA SANTA CLARA’ - Portería de Sta. Clara, 4 (der.). Córdoba. Tel. 857 701 964 / 34 697 157 243.
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