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Baena

Tesoro surgido de la tierra

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Comencemos por su animal más querido, la Leona de Baena. Esta felina de piedra simboliza el espíritu de una localidad en la que íberos, romanos, cristianos, judíos y musulmanes han dejado su huella. Tumbada y en actitud de defensa, su reproducción en bronce preside la plaza Palacio, donde se encuentra el castillo que, entre vanguardista y medieval, invita a seguir pateando sus calles. El animal ibérico despertará en el viajero el interés por el arte. Y es que el arte en Baena sale de debajo de las piedras. Se impone por tanto una visita al cercano museo Arqueológico seguida de una posterior y obvia parada en el yacimiento de Torreparedones, la meca de cualquier arqueólogo que se precie. Antes de los 25 minutos en coche que llevará el desplazamiento hasta el parque arqueológico, sería imperdonable no conocer el patrimonio religioso de Baena. Templos tan hermosos como el de Santa María la Mayor, la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe o la iglesia conventual de San Francisco emocionarán al más templado de los espíritus. Pero a Baena hay que conocerla también por dentro ya que esconde muchos más secretos. Solo hay que detenerse en la cueva del Yeso, de camino a Torreparedones, y dejarse sorprender por los caprichos de la geología. Asimismo, de las entrañas de la tierra surge el olivo: la seña de identidad de la campiña cordobesa, origen del aceite y de la cultura de un pueblo.