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Vitoria-Gasteiz

Pintada en verde

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Bella, monumental, extraordinaria. Así se presenta la capital de Álava ante el visitante, que desea poder engañar al reloj desde el momento que pisa una ciudad en la que hay mucho que ver. Es un truco complicado, pero se le puede antojar posible gracias a sus parques y espacios naturales, donde sobresale el Anillo Verde, que desprende magia a cada paso. La función plagada de historia, arte, naturaleza y gastronomía tiene su primer acto en su casco urbano, una almendra medieval que cuenta con su muralla correspondiente, hermosos murales de colores –aunando distintos estilos arquitectónicos que van desde el gótico al neoclásico–, el impresionante Bibat (sede del Museo Fournier de Naipes y el Museo de Arqueología) y, por supuesto, el sonido de las campanas de la imponente Catedral de Santa María como banda sonora. El espectáculo continúa en el ensanche romántico, donde el visitante se topa con la plaza de la Virgen Blanca, que parece no tener fin, gigantesca e iluminada al fondo por la iglesia de San Miguel Arcángel. Detrás de este templo se levanta el Palacio de Villasuso, que a su vez comparte la plaza del Machete con la iglesia gótica de San Vicente. La zona invita a pararse para tomar unos pintxos antes de seguir cubriendo las distintas capas que forman la urbe, con más explanadas. Una cerrada y con pórticos, la Plaza de España, y otra triangular y con un toque de Chillida, la de los Fueros, donde uno quiere estar durante las fiestas de La Blanca.

El último acto requiere recorrer la calle Dato desde el arranque, con los ánimos de la estatua de 'El Caminante', en un paseo adornado por hermosos miradores acristalados durante el cual habrá que decidirse entre el Artium y el Museo de Bellas Artes, su conocido festival de jazz o el internacional de teatro... O simplemente se puede optar por resguardarse en el Parque de la Florida con la esperanza de que el reloj no haya corrido demasiado, porque es hora de echar el telón, pero sólo por esta vez. La magia de Vitoria-Gasteiz es eterna y hay que volver a disfrutarla.