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Vinos de Tenerife: Valle de la Orotava

Vinos de Tenerife: las cinco Denominaciones de Origen

El vino con el que brindó Benjamin Franklin la firma de la Declaración de Independencia

Actualizado: 06/03/2017

Fotografía: Roberto Ranero

Antes de que el plátano de Canarias se convirtiera en el gran embajador de las islas, la carta de presentación ante el mundo de Tenerife eran sus vinos malvasía. Mundialmente conocidos por los 'Canary Wines', conquistaron a los ingleses, a las cortes europeas, incluso a los padres fundadores de los EE UU. Desde hace unos años, viticultores y bodegueros chicharreros han apostado por la calidad en una isla que cuenta con cinco Denominaciones de Origen.

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Recorrió las mesas más ilustres de las cortes europeas en los tiempos en los que el sol no se ponía en el imperio español; su aroma, dulce y afrutado, cautivó a los personajes de Shakespeare, Walter Scott, Herman Melville, Lord Byron o Robert Louis Stevenson; con él seguramente celebraron las victorias, y trataron de ahogar sus derrotas, el capitán James Cook, el almirante John Jervis y el navegante Horacio Nelson. Hay historiadores que apuntan a que fue con malvasía criada en Tenerife -y no en Madeira- con la que brindó Benjamin Franklin la firma de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Los vinos de Tenerife atesoran una historia enraizada en sus cepas centenarias. "Esta es la última isla del archipiélago conquistada por los españoles en 1496. Como hicieron en otros lugares, los caballeros castellanos llegaron con la vid de su pueblo bajo el brazo para plantarla en estas tierras", recuerda Luis Ravina, enólogo y técnico de la Mancomunidad del Nordeste de Tenerife. Los años de apogeo llegaron gracias al comercio con Inglaterra en los siglos XVII, XVIII y XIX. Era parada casi ineludible de los amos del Atlántico en sus viajes a América, el sur de África y Oceanía; en estos puertos atracaban para cargar sus buques con el famoso Canary Wine.

Viñas con el tradicional cordón trenzado del norte de la isla de Tenerife.
Viñas con el tradicional cordón trenzado del norte de la isla de Tenerife.

"Las islas se salvaron de la temida filoxera, que arrasó con los viñedos de la Península y Europa, y por ello aún conservamos un patrimonio varietal extraordinario. Hasta el siglo XIX, la más noble y cultivada era la malvasía, que es la principal responsable de la fama mundial de nuestros vinos", explica Ravina. Luego los viñedos perdieron terreno ante las plataneras, reinas indiscutibles del siglo pasado. Sin embargo, la cultura del vino nunca ha desaparecido de la tradición chicharrera. En las últimas décadas hay una apuesta decidida de los viticultores y bodegueros por recuperar esta variedad blanca y dulce natural, que cedió su protagonismo ante el listán.

"Es sorprendente que en un territorio tan pequeño de extensión, alberguemos tal variedad de uvas y métodos de conducción. En pocos kilómetros de distancia pasamos de los cultivos en la costa a los de la cima del Teide; de las zonas más secas y soleadas del sur a las húmedas y verdes del norte, acariciadas por los alisios; viñedos en el mar de nubes y enraizados en tierras volcánicas que le confieren una riqueza y singularidad únicas en el mundo". La radiografía vitivinícola de Enrique Alfonso, presidente de la Asociación de Viticultores y Bodegueros de Tenerife, es apasionada. Para este farmacéutico y bodeguero, el vino debe ser "una de las tarjetas de presentación de la que más orgullosa se sienta Tenerife", que puede presumir de contar en la actualidad con cinco Denominaciones de Origen:

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El 'Dream Team' de los 90

Arrancamos nuestro viaje en el norte de la isla, en Taraconte-Acentejo. Fue la primera región vinícola de Canarias que obtuvo la Denominación de Origen (1992) y la que engloba más hectáreas, bodegas y viticultores del archipiélago. Aquí los viñedos, enmarcados en un paisaje verde, son acariciados por los vientos aliseos, que traen la humedad del Atlántico. Los listán blanco, marmajuelo y malvasía -en blancos- y el listán negro y negramoll -en tintos- son los predominantes, con aromas afrutados y dulces. Cerca del 45% de la uva de esta comarca llega a Bodegas Insulares. "Aunque varía según la vendimia -el año pasado fue horrible-, de media aquí entran 600.000 kilogramos de uva al año que aportan casi mil viticultores", asegura Víctor Dorta, enólogo de esta bodega fundada en 1992 por iniciativa del Cabildo de Tenerife.

En Bodegas Insulares se puede llegar a almacenar hasta 600.000 kg de uva.
En Bodegas Insulares se puede llegar a almacenar hasta 600.000 kg de uva.

En la década de los noventa del siglo pasado, aquí se reunió el 'Dream Team' vinicultor de Canarias. La división técnica de la bodega, capitaneada por Felipe Blanco Pinilla, "marcó una forma de trabajar los vinos que creó escuela y puso de nuevo a los vinos de Tenerife, hasta entonces en franca decadencia, en un nivel de excelencia mundial", recuerda Ravina, que durante cinco años fue técnico de campo aquí. "Desde entonces -añade Dorta- Bodegas Insulares ha sido la referencia, en tradicional y maceración, con la que se comparan muchas bodegas del archipiélago".

En una edición especial de 'Viña Norte' se homenajeó a los viticultores de la bodega.
En una edición especial de 'Viña Norte' se homenajeó a los viticultores de la bodega.

Además de los vinos jóvenes que se comercializan en grandes superficies con 'marca blanca', las dos grandes referencias son: el Viña Norte, un tinto -listán negro y negramoll- de maceración carbónica, en la que la uva, tras una primera selección manual, pasa directamente del campo al depósito donde fermenta (en torno al 40% de los vinos de esta bodega se hacen con este procedimiento); y el Humboldt -en homenaje al naturalista alemán, padre de la geografía moderna-, un 100 % malvasía envejecida 36 meses en barrica de roble americano, "un dulce de alta graduación (19 %), de aroma intenso y afrutado, que nos recuerda a la cáscara de naranja, pasas y miel", según Dorta.

El 'Humboldt', uno de los malvasía 100 % más laureados de Canarias.
El 'Humboldt', uno de los malvasía 100 % más laureados de Canarias.

El cordón trenzado, único en el mundo

Nos adentramos ahora en el Valle de la Orotava, donde las viñas se mezclan con las plataneras, conformando un paisaje rural de gran belleza coronado por la silueta del Teide. En alguno de sus característicos caseríos y guachinches podemos pararnos a contemplar, con una copa de blanco, rosado o tinto -con un ligero toque amargo-, el Patrimonio Paisajístico de este valle, donde se cultiva la vid en el sistema de cordón trenzado, único en el mundo. "Se trata de una trenza labrada de manera artesanal con los sarmientos de la parra, que se extiende horizontalmente entre los 10 y 15 metros de longitud", explica Loles Pérez, enóloga de Suertes del Marqués.

El cordón trenzado, único en el mundo, en el Valle de La Orotava.
El cordón trenzado, único en el mundo, en el Valle de La Orotava.

Esta joven bodega, que puso en marcha la familia García Lima en 2006, cuenta con once hectáreas de viñedo propio, entre los 300 y 750 metros sobre el nivel del mar, donde hay cepas de hasta 150 años de antigüedad. "En estas tierras se dan grandes contrastes dentro de la misma finca, por la composición de los suelos y la altitud. Aunque no tenemos certificación ecológica -al recibir uva de otros viticultores-, sí estamos comprometidos con la sostenibilidad y el trabajo manual en la recolección", apunta Pérez.

Loles Pérez, enóloga de Suertes del Marqués, junto a los depósitos de hormigón.
Loles Pérez, enóloga de Suertes del Marqués, junto a los depósitos de hormigón.

Listán blanco y negro son las variedades predominantes, aunque también encontramos vijariego negro, baboso negro, tintilla, albillo criollo, malvasía rosada o Pedro Ximénez. "Hacemos fermentación en depósitos de hormigón, donde la conservación es mucho más homogénea y se puede llevar un control mayor y conservación de los aromas afrutados y minerales". En la última edición de la Guía Peñín, esta bodega consiguió situar a siete de sus vinos por encima de los 93 puntos, aunque si Loles Pérez tuviera que elegir uno se quedaría con el El Ciruelo, "un listán negro con edad superior a los 90 años, con mucha complejidad y elegancia; el más sorprendente de la zona".

Herederos de la tradición

"Las viñas de ahí arriba son las mías y de mi familia", señala don Elías desde el camino, mientras ilustra al visitante sobre la fama de traicioneras que tenían las aguas de esta parte noroccidental de la isla para los piratas. Estamos en Garachico, uno de los municipios que conforman la Denominación de Origen de Ycoden-Daute-Isora. Los vinos de esta comarca son herederos de los antiguos Canary, de fama mundial en épocas pasadas. De hecho, Garachico fue la primera capital de la isla, con su concurrido puerto por el que pasaban las mercancías que viajaban a Inglaterra, Australia y América, hasta que en 1706 la erupción del volcán Arenas Negras arrasó con el pueblo y el puerto.

El patio de Viña Zanata en el que republicanos y fascistas se dividían para tomar vinos.
El patio de Viña Zanata en el que republicanos y fascistas se dividían para tomar vinos.

A unos cuantos kilómetros al este, en La Guancha, el abuelo de Carlos Pérez, don Pedro, abrió en 1893 una de las bodegas más antiguas que se conservan en la isla, Viña Zanata. "Mi abuelo fue un hombre muy querido en el pueblo. En esta casa solariega ofrecía vinos a los vecinos, que mi abuela Rosalía, a la que todos conocían por Rosa, acompañaba con un aperitivo de papas", relata Carlos, que ha heredado la virtud de buen anfitrión. "Aquí durante la Guerra Civil los republicanos bebían en un patio y los nacionales en otro; y entre todos, le hicieron alcalde a don Pedro", rememora el bodeguero.

Carlos Pérez disfruta de sus vinos con las visitas que llegan a su bodega casi a diario.
Carlos Pérez disfruta de sus vinos con las visitas que llegan a su bodega casi a diario.

Él comenzó a hacerse con las riendas de Viña Zanata a principios de los ochenta. Recuerda las dificultades para comercializar en los restaurantes y tabernas de los municipios de la zona el vino embotellado, y cómo fueron unos turistas alemanes, los primeros que le dieron la primera alegría comercial. Las viñas están entre los 300 metros de altitud en Ycoden hasta los 1.100 metros en la ladera del Teide. "Las variedades predominantes son el listán blanco, negro y el negramoll; pero las buenas alegrías me las está dando la recuperación de la malvasía aromática y el albillo criollo, con las que hacemos un coupage Vendimia Seleccionada". También trabaja con el Marmajuelo, una variedad 100 % autóctona, aunque "el caballo ganador sigue siendo el listán blanco de cepa centenaria, un joven muy aromático que es el más demandado por nuestros clientes", añade José Carlos Pérez, enólogo y actual director de la bodega.

'Vendimia Selecionada', 'Blanco Tradicional', 'Marmajuelo' y 'Malvasía Seco' de Viña Zanata.
'Vendimia Selecionada', 'Blanco Tradicional', 'Marmajuelo' y 'Malvasía Seco' de Viña Zanata.

Poco a poco, los hijos -junto a José Carlos está su hermana Natalia- se van haciendo con las riendas del negocio. "Yo jamás podré jubilarme. Soy feliz entre las viñas, cuidando de los vinos en las barricas y disfrutando de una buena copa en compañía de amigos y familia. Además, tengo la suerte de no ser rico y, por tanto, debo seguir trabajando en mi pasión", reconoce Carlos.

En las alturas del Teide

El gran contraste de altitudes de la isla se hace sobre todo patente en el sur. Para los no acostumbrados, el trayecto de la costa a las laderas del Teide, que en coche no se demora más de 30 minutos, es un continuo taponamiento de oídos. Estamos en la Denominación de Origen de Abona, donde los viñedos van de los 400 a los 1.700 metros sobre el nivel del mar, con un tiempo seco y muy soleado que dan una uva blanca con mucho cuerpo. "Nuestras fincas están a 1.300 metros, en el municipio de Vilaflor, uno de los más altos de España y con mayor insolación del mundo", sostiene Enrique Alfonso, dueño de la bodega Altos de Trevejos.

Enrique Alfonso en el patio de su bodega, presidido por un lagar de 1822.
Enrique Alfonso en el patio de su bodega, presidido por un lagar de 1822.

En la casa familiar, una casona tradicional canaria de 1800 con un enorme lagar presidiendo el patio, se elaboraban vinos a granel desde hace mucho tiempo. Lo recuerda muy bien Antonio García, el encargado de servicio desde hace 53 años. "Yo en el viñedo he trabajado con camellos y burros . Aquí, a la bodega, venían los vecinos con sus garrafas y garrafones a por el vino que conservábamos en barricas. Ahora los vinos se hacen con una calidad inmejorable y no tienen nada que ver con los que estábamos acostumbrados". Es en 2012 cuando se constituye la nueva bodega, donde se trabaja con las uvas de cepas de 23 hectáreas de la falda sur del Teide. "A esta altitud, la poda la hacemos en enero, la floración llega en abril y se vendimia incluso metidos en noviembre", explica Alfonso.

Los viñedos de Altos de Trevejos, a los pies del Teide -cubierto por las nubes-.
Los viñedos de Altos de Trevejos, a los pies del Teide -cubierto por las nubes-.

La criatura de la que más orgullosos están en Altos de Trevejos son los Mountain Wines. Están el listán blanco con malvasía de cepas viejas, de vendimia manual y maceración en frío. Tras su fermentación, se conservan sobre sus propias lías nueve meses. "Se trata de vinos de gran complejidad, donde se combinan los aromas afrutados y florales de la malvasía aromática con los herbáceos del listán blanco de altura". El baboso negro, un 14 % de graduación y doce meses de crianza en barrica de roble francés, "tiene una alta intensidad aromática, a fruta madura y especias". Ahora la última apuesta son los Brut Nature, espumosos de listán blanco y prieto, con una segunda fermentación y crianza en botella durante 12 meses y degüelle de manera manual 'en seco', con lo que no se aporta azúcares.

Los 'Brut Nature' se degüellan de manera manual 'en seco' en la bodega.
Los 'Brut Nature' se degüellan de manera manual 'en seco' en la bodega.

La bodega de las Ferrera

La última parada de nuestro recorrido es el Valle de Güímar, al sur de Tenerife, donde se cultivan en las medianías los vinos blancos, en una paleta cromática de tonalidades que van de pálidos a dorados. "Yo hablo a mis viñas; no me contestan pero sé que me entienden". Carmen Gloria Ferrara es una apasionada del mundo del vino. Disfruta tanto en su finca de Las Vigas, en el municipio de Arafo donde el monteverde de pino canario se hace cumbre, como en su pequeña bodega Ferrera. "La bodega siempre ha estado regentada por mujeres: mi abuela Magdalena, mi madre Maruca y ahora yo; y eso que antes estaba muy mal visto, incluso prohibían la entrada a las mujeres en las bodegas porque se creía que avinagraban el vino".

Carmen Gloria y Juan Rubén Ferrera, madre e hijo, junto a su perra 'Golfa'.
Carmen Gloria y Juan Rubén Ferrera, madre e hijo, junto a su perra 'Golfa'.

"De pequeña me encantaba acompañar a mi abuelo al campo. Nunca lo viví como un castigo. Además, dicen que este trozo de tierra está bendecido, porque cuenta la leyenda que en esta parcela cultivaban los monjes agustinos a principios del siglo XVIII, y que se salvó de las lenguas de lava tras la erupción del volcán Las Arenas", explica Carmen Gloria mientras acaricia a 'Golfa', la pastor garafiana que cuida de la finca. En estas tierras arcillosas y volcánicas crecen malvasía, albillo criolllo, listán blanco y moscaltel de Alejandría (para los blancos); listán negro (para rosado seco y afrutado); y syrah y tempranillo (para los tintos).

En Las Vigas, a 1.000 metros de altitud, se reparten las tres fincas de uvas.
En Las Vigas, a 1.000 metros de altitud, se reparten las tres fincas de uvas.

La bodega actualmente la dirige su hijo Juan Rubén Ferrera -se cambió el orden de los apellidos para conservar la rama materna-. "Soy abogado de profesión, bodeguero de corazón", sostiene. "En este momento no buscamos crecer ni expandirnos. Estamos muy a gusto con lo que hacemos", aunque eso no les ha impedido aventurarse en probar la experiencia de bodega submarina, unas mil botellas de tinto (80 % syrah y 20 % tempranillo) a unos 18 metros de profundidad, que comercializan con la marca Atlanticum. Otro vino del que se sienten muy orgullosos los Ferrera es el Momentos Malvasía (80 % malvasía aromática y 20 % albillo criollo), con fermentación en barrica de roble nuevo y que ha recibido varios premios internacionales en el 2016.

'Momentos', de malvasía aromática y albillo criollo, es la última apuesta de Bodegas Ferrera.
'Momentos', de malvasía aromática y albillo criollo, es la última apuesta de Bodegas Ferrera.

Juan Rubén, como José Carlos, Natalia, Loles, Enrique y muchos otros jóvenes viticultores, enólogos y bodegueros han apostado por continuar una tradición que en Tenerife se remonta a esos primeros conquistadores que llegaron con su cepa bajo el brazo. La intención de todos es volver a situar a los vinos de esta isla al nivel mundial de reconocimiento que tuvieron los Canary Wines. Y quién sabe, quizá con uno de ellos se celebre alguno de los hitos históricos que llegarán en un futuro.

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