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"Estamos en uno de los viñedos más altos de España, a los pies del Teide". Enrique Alfonso contempla sus viñas, podadas en enero y a punto de brotar con la primavera, que se extienden por la ladera sur del volcán; descorcha un Brut Nature de listán blanco para celebrar la maravillosa estampa y desear una buena cosecha. Son 25 hectáreas de cepas centenarias y jóvenes en los Llanos de Trevejos (1.300 metros sobre el nivel del mar), en el municipio de Vilaflor, "uno de los más altos del país y con más insolación del mundo".
Aquí crecen, con días muy secos y soleados y noches muy frías, las variedades de listán blanco, malvasía aromática, albillo criollo, moscatel y verdello, además del baboso negro, vijariego negro, syrah y listán prieto que dan sabor a la bodega Altos de Trevejos. Durante décadas, el vino se hizo en la casona canaria de 1800 que la familia Alfonso tiene en el municipio de San Miguel Abona, y cuyo patio principal preside un enorme lagar de principios del XIX.
"Trabajé con el abuelo, con el padre y ahora con el hijo. Entré en esta casa con 27 años y tengo 81", recuerda Antonio García, mientras ofrece unos quesos y una pella de gofio para acompañar el coupage de albillo y verdello, servido directamente de la barrica. "Este es un vino con mala leche, como digo yo: con cuerpo y presencia, con un punto de acidez y frescor extraordinario", sentencia. Antonio aprovecha el aperitivo para hacer memoria. Su familia era de Los Realejos, y a diferencia de la mayoría de los chicharreros de aquellos años, su padre, su hermano mayor y él se vieron en la necesidad de emigrar del norte al sur en los años sesenta para trabajar en las tomateras de El Médano. Se quedó, se casó y sirvió en la casa de los Alfonso.
Aquí se hicieron vinos a granel hasta 1999. Los vecinos llegaban con sus garrafas y garrafones a la bodega, donde aún se conservan las grandes barricas de roble y decenas de botellas conquistadas por el polvo, "que de vez en cuando abrimos para catar y probar cómo evolucionan", reconoce Enrique Alfonso, presidente de la Asociación de Bodegueros y Viticultores de Tenerife, con apenas un año de existencia. En 2012, este farmacéutico se embarcó en la aventura de Altos de Trevejos, adaptando la casona a una bodega moderna, cuyo equipo técnico lo componen el bodeguero Alberto Alfaya y el enólogo Damián Díaz, un ingeniero químico al que "enganchó la pasión por el mundo del vino tras unas prácticas de verano".
Los reyes de esta bodega son los Mountain Wines, los vinos de altura a 1.300 metros de altitud. El blanco seco de listán y malvasía de cepas viejas, de maceración en frío y conservación sobre sus propias lías durante nueve meses. "Es un vino de gran complejidad. Se combinan los aromas frutados y florales de la malvasía aromática con los herbáceos del listán blanco de altura".
En tintos destacan el baboso negro, de 14 % de graduación, con doce meses de crianza en barrica de roble francés, "con intensidad aromática alta, a fruta madura y especias"; y la variedad autóctona vijariego negro, con aromas a frutos rojos.
En esa búsqueda de hacer cosas distintas, Enrique cuida ahora con mucho mimo, como si de un niño se tratara, los espumosos Brut Nature de listán blanco y listán prieto. "Aplicamos el método tradicional champenoise: segunda fermentación y crianza en botella durante un periodo mínimo de 12 meses en rima y luego en pupitre hasta el degüelle 'en seco', con lo que no adicionamos azúcares", explica mientras sirve unas copas bien frías en el mirador de la finca, desde donde divisa la cima nevada del Teide, el gran protector de estas viñas.