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Dice el dicho que “todos los caminos llevan a Santiago”. El Camino Portugués, que comunica Lisboa con Santiago de Compostela, lo emprendió hace 700 años la reina Isabel de Portugal y Aragón –conocida como La Peregrina– y hoy es recorrido por miles de peregrinos ataviados con sus conchas al cuello, sus mochilas en la espalda y sus bordones marcando un sendero que tendrá al agua -de los ríos, los arroyos, las cascadas o el abrupto Atlántico- como gran protagonista. Aquí te dejamos 10 paradas y consejos claves para disfrutar al máximo del Camino Portugués.
Aquí comienza uno de los tramos más transitados del Camino de Santiago con punto de partida en Portugal, en Oporto, como dice la sabiduría popular, la ciudad de piedra y gente. Más concretamente en la imponente Sé, su catedral, que domina la ciudad y desde la que apreciamos unas vistas panorámicas con el Duero a sus pies. Es una señal: nos espera un camino sinuoso, salvaje, pero también apasionante y reconfortante; una experiencia inolvidable difícil de igualar. El peregrino lo sabe, pero no está de más recordarlo: es indispensable visitar la Sé antes de emprender el camino, pero al igual es imprescindible recargar energía. Te dejamos dos sugerencias en esta gran ciudad para paladares de todos los gustos. La 'Cervejaria Gazela' (Travessa do Cimo da Vila, 4. Oporto), más que famosa, la consideraría obligatoria. Pide unos cachorrinhos (perrito caliente típico de Portugal) que la competencia jamás ha conseguido igualar. O el restaurante vegetariano 'Espécie' (Rua da Picaria, 84. Oporto), con propuestas atrevidas y reconfortantes, que convierte cada mesa en una celebración compartida. Después de esto, es el momento de empezar la marcha.
Al llegar a Barcelos, sentirás que estás en otro mundo o, al menos, creerás que has viajado en el tiempo. No puedes perderte el puente medieval, la Torre da Porta Nova, la iglesia del Bom Jesus da Cruz, el Campo da Feira, el Passeio dos Assentos, el Solar dos Pinheiros y la Casa da Azenha. No será fácil centrarte en la misión que has emprendido sin distraerte. Debes continuar tu camino, pero anota que debes regresar a esta ciudad que tiene mucho más que ofrecer que el típico gallo de las tiendas de recuerdos. Barcelos está llena de historia, pero también se reinventa y moderniza y tiene una buena gastronomía. ¿Buena? Más bien, exquisita. Un ejemplo claro es 'Casa dos Arcos' (Rua dos Duques de Bragança, 185. Barcelos). Entrar en este restaurante es como entrar en una casa donde, desde hace siglos, se guardan secretos gastronómicos y donde te deleitan con los sabores fuertes, suntuosos y deliciosos del Miño. Sigue tu camino, pero primero haz una parada aquí.
Es el momento de felicitarte por haber llegado hasta Ponte de Lima. ¡Enhorabuena, has recorrido un montón de kilómetros! Pero también queremos felicitarte porque has llegado a una villa apacible y orgullosa de su historia. A orillas del río Lima, el ya mítico puente medieval, construido sobre cimientos romanos, nos da la bienvenida a esta tierra de casonas solariegas e iglesias, de paisajes campestres y construcciones de granito, de cultivo y ganado, que en 2025 celebra 900 años de historia. Reconocemos la esencia del Alto Minho en sus mercados y festivales, en el vinho verde y en el vira (danza tradicional portuguesa) que anima todas las fiestas. Y, por supuesto, también en la gastronomía. No hay nada mejor que hacer una parada en la 'Taberna Afonso' (Recomendado Guía Repsol Portugal 2025) para vivir una experiencia culinaria excepcional. Déjate tentar por el bacalhau na brasa de lenha (bacalao a la leña) —el horno de leña es un acierto seguro— o por el lombo de boi (solomillo de ternera). Mejor aún, por ambos. Ya solo queda retomar el camino con las pilas cargadas.
Para muchos, Rubiães no es más que un nombre curioso, como tantos otros lugares que nunca llegamos a visitar. Para otros, en cambio, es fácilmente reconocible como una feligresía en la región del Alto Minho, perteneciente al distrito de Viana do Castelo. Habrá quien reconozca esta tierra en cuestión, quizá porque haya estado por la zona o porque se alojó aquí durante las fiestas de Paredes de Coura. Uno de los muchos puentes romanos de la zona cruza el río que da nombre a este lugar. Además, Rubiães acoge uno de los albergues de peregrinos más emblemáticos del Camino de Santiago. Esta mezcla de historia y peregrinación convierte al pueblo en una parada esencial. Y si necesitas alguna razón más para conocerlo, piensa que los ingredientes fundamentales en la cocina de Rubiães son el sarrabulho (guiso elaborado con sangre de cerdo, harina o pan, y especias) y el bacalao. Pídelos en los restaurantes 'Bom Retiro' (Rubiães, 4940-681 Viana do Castelo) o 'Café Jaime' (EN201 346, 4940-132 Viana do Castelo).
Hemos llegado a la frontera. Desde aquí, sobre el Miño, se alcanza a ver “el resto del mundo”, es decir, el territorio español. Para aquellos que van en peregrinación, Valença se considera una meta intermedia, una parada obligatoria antes de llegar al destino. Pero es mucho más que eso. El puente que une ambas orillas, por el que pasan coches y trenes, es digno de un escenario cinematográfico (y no estamos exagerando). La Torre de Lapela erguida sobre piedra, que durante siglos sirvió de defensa a la región, hoy invita a pasear bajo su atenta mirada por un pueblo lleno de encanto, tradición, artesanía y sabores que sorprenden. Y hablando de sabores, no te puedes perder los exquisitos platos de 'Casa Álvaro' (Rua da Oliveira da Mosca, Ganfei, 4930-360 Valença): las costillas de cerdo, el bacalao y el pollo a la brasa. Y, cuando termines, pon rumbo a Galicia.
Será uno de los momentos más emocionantes del camino. El peregrino se adentra en tierras gallegas y sentirá Santiago más cerca. Cruzar el Puente Internacional de Tuy, desde la vecina Valença, supone un gesto de hermanamiento entre los dos países que comparten esta ruta. Son 400 metros que sobrevuelan el cauce del río Miño, y aunque no sea cierta la leyenda de que fue diseñado por Gustave Eiffel -su autor es el riojano Pelayo Mancebo y Ágreda-, su estructura de piedra y acero en celosía son un perfecto escenario para hacerse un buen surtido de fotos para el recuerdo. Antes de abandonar Tui, es recomendable acercarse al convento de clarisas As Encerradas (Rúa das Monxas, 7. Tui) para surtirse de peces de almendra, bollos de coco y pastas elaboradas por las monjas de clausura.
Desde 2011 se estableció una variante de este Camino Portugués para disfrutar más del paisaje atlántico de la costa. La entrada a Galicia se hace por A Guarda -con el magnético Monte Santa Tegra y los restos de los asentamientos milenarios que poblaron la cumbre-. Desde aquí, ascenderemos hacia la ría de Vigo, siempre protegidos por las olas embravecidas. Recorreremos las localidades de Oia, con su monasterio cisterciense de Santa María; la bella Baiona, que tuvo el privilegio de ser la primera localidad del viejo mundo en recibir la noticia del Nuevo Mundo, pues aquí atracó La Pinta el 1 de marzo de 1493; o Nigrán, con su puente de San Pedro de Ramallosa, que suele pasar desapercibido para los peregrinos que caminan por la N-552, y que encierra una curisosa tradición de bautismo pagano prenatal: la mujer embarazada que hubiera sufrido varios abortos o le costara quedarse encinta debía esperar en el puente a la primera persona que fuera a cruzarlo pasada la medianoche. Esta era la encargada de 'bautizar al nonato'. Después, la familia le invitaba a cenar y ese incauto voluntario se convertía en el padrino o madrina de la nueva criatura. Hasta fechas recientes se seguía practicando el rito.
A veces los peregrinos se saltan el Puente de La Ramallosa, oculto por la N-552. Foto: Alfredo Cáliz.
Por algo se la conoce como la Ciudad Amigable, pensada en su diseño para el disfrute de los peatones. Hay que dedicarle una buena jornada a pasear por las calles y plazas de Pontevedra. Entrar en sus comercios de artesanía, en sus tascas o en el santuario de la Virgen Peregrina, construido en forma de vieira a finales del siglo XVIII y que acoge la imagen de la patrona del Camino Portugués y de la provincia, La Peregrina. Si hay suerte, podremos encontrarnos por alguna de esas calles o en el albergue de Otero Pedrayo a Tino Lores, impulsor hace tres décadas de esta variante del Camino y presidente de la Asociación Amigos do Camiño Portugués. Ataviado con su sombrero de ala y su fular o bufanda al cuello, Lores es toda una fuente de conocimiento sobre los secretos e historias de la ruta, anécdotas de los miles de peregrinos que ha conocido y de una ciudad que le apasiona.
El Camino no solo es una ruta mística, de reencuentro con uno mismo, de confraternización con otros peregrinos… Está plagado de tentaciones, a las que es muy difícil resistirse. Hablamos de las gastronómicas que ofrecen tabernas y restaurantes, con el pulpo a feira, los mariscos frescos, las xoubas (sardinillas) y pimientos de Padrón como grandes protagonistas. 'O Muiño' (Solete Guía Repsol) era hasta 1955 un molino y veinte años después, José Luis Goldar padre se hizo con las riendas del local, a orillas del río Umía en Caldas de Reis. Aquí se llegó a rodar un mítico anuncio de Camilo José Cela de la Guía Campsa (actual Repsol) y todavía se siguen sirviendo raciones lustrosas de pulpo, chipirones, choquitos, mejillones en escabeche, navajas, zamburiñas... El pan, en sus versiones de trigo, maíz y centeno, tiene devotos y se elaboran en un obrador de Villagarcía de Arousa.
El pulpo 'a feira' es protagonista de muchos restaurantes del Camino. Foto: Alfredo Cáliz.
Padrón encierra la esencia de todos los Caminos. Antiguamente aquí estaba el puerto de Murgadán, los ríos Sar y Ulla eran navegables y arribaban aquí las embarcaciones, que amarraban las naves a los pedrones del muelle, como el que hoy se conserva en el altar de la Iglesia de Santiago Apostol de Padrón. Piadosamente se cree que los discípulos de Santiago el Mayor trajeron a este puerto los restos del apóstol. A Atanasio y Teodoro les cedió la Reina Lupa –que no era reina, sino una señora con tierras– un carro tirado por bueyes para que sacaran a Santiago de la ciudad y enterraran sus restos en el bosque Libredón. Casi 800 años después, un ermitaño de nombre Pelayo descubrió la tumba y el rey Alfonso II de Asturias ordenó construir una pequeña capilla que acabaría convirtiéndose, ya en el año 1076 y bajo el reinado de Alfonso VI, en la actual catedral de Santiago de Compostela. Antes de emprender el último tramo hasta la Plaza del Obradoiro, merece la pena una visita al Monte Santiaguiño, donde cuenta la leyenda que el apóstol predicó los Evangelios durante su estancia en Hispania. Entre castaños, pinos y robles se eleva un pequeño montículo de piedras con cruces grabadas, entre cuyos huecos se escondía Santiago de sus perseguidores. Es curioso que las piedras no tienen nombre, pero sí los huecos: Infierno, Cielo y Purgatorio.
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