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Poco o nada se equivocan los que lo comparan con el Tourmalet, el Mortirolo o Alpe d’Huez. Sepa el lector menos técnico que hablamos de ciclismo y de su “Olimpo” nacional, como expresan los expertos en la materia: el Angliru. “Nunca subí un puerto tan duro. Es exageradamente fuerte. Aquí Pantani y yo haríamos estragos”. Así lo describía el ciclista José María “El Chava” Jiménez en unas declaraciones para El País en 1998. Un año después se convertiría en el primer ganador de esta etapa asturiana, considerada una de las más exigentes del mundo del ciclismo. Y no es la única en esta zona.
Pero este viaje no va de sufrir y torturar las piernas para conquistar montañas sobre dos ruedas, sino de descubrir, más allá de la leyenda, el escenario natural que envuelve estas míticas cimas y regala al viajero uno de los balcones más espectaculares e ignorados del Principado de Asturias. Como un telón de fondo al suroeste de su capital, se eleva un cinturón de 15 kilómetros de cumbres de caliza plateada sobre el altiplano. Para el montañero es un desafío a tan solo 20 kilómetros de la ciudad; para el viajero, un recorrido panorámico por carretera para descubrir los principales miradores y mecas del ciclismo en el corazón de la Cordillera Cantábrica. Si Santiago de Chile tiene los Andes, Granada Sierra Nevada y Madrid Guadarrama, Oviedo tiene la Sierra del Aramo.
Antes de dejar la capital y encomendarnos al retorcido asfalto que asciende hasta los miradores del Angliru o el Gamoniteiro, conviene entender la magnitud de este escenario de montaña capricho de la orogenia alpina. Situémonos. La Sierra del Aramo se yergue en el centro de Asturias como un macizo compartido por los concejos de Quirós, Morcín y Riosa. Las cimas del Gamoniteiro (1.788 m), el Barriscal (1.734 m) y el Gamonal (1.712 m) dibujan el techo de este gigantesco muro de caliza que se extiende de noroeste a sureste entre los cauces fluviales del Caudal y del Trubia. Hacia este último se deslizan laderas con suaves terrazas y prados ganaderos hasta el bosque caducifolio. En cambio, en su cara oriental, mirando a Riosa, la montaña se desploma de golpe formando pendientes mucho más agresivas y relieves con aire alpino. Esta dualidad entre lo bucólico y lo abrupto, entre lo pastoril y la desnuda caliza, es uno de los grandes atractivos visuales de esta sierra solitaria declarada Paisaje Protegido. A su vez, esconde en su interior simas y valles ciegos además de cuevas como la de Covachos y desfiladeros como el de las Xanas, entre los concejos de Quirós y Santo Adriano. Son una excelente muestra de la morfología kárstica que predomina en el norte peninsular. Nos adentramos en el Aramo.
“La sierra tiene el nombre de un dios celta”. Son palabras de Alfonso Sánchez Pozo, historiador y arqueólogo especializado en cultura astur. “Esta imponente muralla divide el centro de Asturias, y la vía de comunicación hacia la meseta corre a los pies de este espacio sagrado en tiempos antiguos”, añade el promotor del proyecto de divulgación Astures.es. Según los expertos, Aramo era una divinidad prerromana protectora de las encrucijadas y los caminos en la Galia. “Es difícil explicar cómo aparece un dios galo en el norte de la Península. De hecho no lo han podido demostrar aún”, añade el historiador. “Es un sitio muy interesante. Probablemente era la frontera natural entre las dos grandes tribus astures transmontanas: los Pésicos y Luggones”, concluye Sánchez Pozo. Buscamos su primer mirador en el Angliru.
El recorrido hasta este icónico puerto de montaña desde Oviedo arranca en la AS-231, que abandona la ciudad carbayona por su flanco sur y enlaza con las primeras núcleos rurales. Ahora la carretera avanza entre prados y caseríos hasta alcanzar San Esteban de las Cruces para adentrarse en el concejo de Morcín. A medida que nos acercamos a Santa Eulalia de Morcín, el valle se estrecha y la presencia del Aramo aumenta a cada curva, levantándose al fondo como una barrera grisácea que acaricia los 2.000 metros de altitud. Continuamos hacia La Foz de Morcín, aún por la AS-231, marcado por su pasado minero donde cambiaremos de dirección para seguir el curso del río y encaminarnos hacia Riosa por la RI-2 hasta La Vega de Riosa, capital del concejo. Desde La Vega parte la carretera clave del ascenso, la RI-5, un trazado estrecho y panorámico que remonta la vega entre casas diseminadas y praderas inclinadas hasta llegar a Viapará. Este es el último respiro del ciclista antes de la subida matadora. Desde el coche, imaginarse el recorrido en bici ya cansa, y no hemos hecho más que empezar.
Viapará es una zona abierta entre montañas que cuenta con un área recreativa situada en la pradera con mesas de madera, barbacoas y vacas que pastan a sus anchas como muestra de la importante actividad ganadera en la zona. Aquí el ganado bovino de la raza Asturiana de los Valles, tiene su principal exponente. Un letrero indica “Angliru KM1” y otro diferentes direcciones senderistas en esta, también, encrucijada. Un motorista pasa a toda velocidad, no así el ciclista que empieza a tomar conciencia del lío en el que se ha metido. Hablamos de un “Puerto de Categoría Especial”. ¿En cifras? 1.570 metros de altitud, 13,1 kilómetros de pedaleo, 1.255 metros de desnivel y una pendiente máxima de 23,6%. En resumen: sólo para valientes y piernas privilegiadas.
A partir de Viapará, la RI-5 olvida el valle y se convierte en una auténtica carretera de alta montaña. Las rampas se disparan y el asfalto se enrosca en las laderas desnudas del Aramo con un trazado exigente que pasa por tramos emblemáticos como Les Cabanes, Cobayos o la temida Cueña les Cabres, donde la pendiente alcanza valores extremos. Las aldeas han derivado en algunas cabañas de piedra o brañas de pastores y estos últimos en solitarios mastines que vigilan el ganado. A estos emplazamientos aislados los pastores han subido sus ganados en época estival desde tiempos ancestrales. El mirador del Angliru, a la izquierda, invita a una parada para asomarse a esta atalaya que nos muestra al norte, el mar Cantábrico, que salpica la línea litoral asturiana con el cabo de Peñas y el puerto de Gijón, además del altiplano del centro del Principado donde se encuentra la ciudad de Oviedo, al pie del Naranco. En el fondo del valle de Riosa se distinguen los núcleos de La Vega o Llamoclaramente y, al noreste las laderas que descienden hacia Morcín. Al oeste se encuentran las estribaciones que separan el Aramo del valle del Trubia, al sur las cumbres de las Ubiñas y al sureste, en la lejanía, las de los Picos de Europa, cubiertas por la nieve. El ascenso culmina en la explanada del Puerto de l’Angliru, a más de 1.500 metros de altitud pero tan solo a unos pocos cientos por la carretera desde el mirador.
“Yo subí el Angliru”. Es lo que se encuentra el viajero nada más llegar a esta pequeña meseta donde culmina la etapa ciclista y la propia carretera. José María Jiménez en 1999, Gilberto Simoni en 2000, Roberto Heras en 2002 o Alberto Contador en 2008, entre otros como Wout Poels, Kenny Elissonde o João Almeida, el último en ganar la subida en 2025. En el hito aparecen los nombres de los ciclistas que han ganado la dura etapa de la Vuelta a España. Desde este lugar un grupo de senderistas parte por la vaguada hacia la cumbre del Gamoniteiro. Esta ruta circular desde el Angliru hasta el techo del Aramo tiene unos 12,16 kilómetros de longitud, un desnivel positivo de 689 metros, dificultad moderada y casi cinco horas de caminata. “Mejor otro día”, comenta Néstor Pérez, ovetense y buen conocedor de la Sierra del Aramo. Hoy optaremos por volver al coche y continuar explorando las carreteras del macizo rumbo al Gamoniteiro.
La ruta desde el Angliru hasta la cima del Gamoniteiro plantea un recorrido de asfalto, gravilla y hormigón que empieza con la vuelta en descenso hasta la AS-230, la carretera comarcal que conecta Pola de Lena con Bárzana de Quirós. En una sucesión constante de colinas, valles y miradores continuamos entre aldeas como Palacios y Piedracea hasta que el trazado se vuelve más vertical a medida que se acerca a Santa Marina y La Cobertoria. No son muchos kilómetros pero parecen más de los que son. Desde el Alto de la Cobertoria podemos contemplar el mosaico de paisajes característico de la Montaña Central asturiana. En sus laderas se asientan formaciones boscosas de hayas, robles, castaños o tejos, aunque lo más destacado son los acebales en la zona de pastizal mientras en las zonas bajas las masas de encinas se adhieren a la roca caliza. Desde las cumbres se puede observar el vuelo del alimoche, el águila real y culebrera y el buitre leonado mientras que en el monte se esconde el lobo, el corzo, el tejón, el jabalí y el oso pardo.
Desde La Cobertoria parte otro de los tramos ciclistas más famosos de España, el que conduce a la cima del Gamoniteiro por una estrechísima vía por la que ascendemos dejando atrás algunos senderistas que se detienen para observar los valles del Trubia y el Caudal, así como buena parte del macizo del Aramo. En clave ciclista, desde La Cobertoria hasta la cumbre son aproximadamente 7 km con un desnivel de más de 600 metros y pendientes que superan el 17 %, lo que exige un esfuerzo sobrehumano. Aunque es uno de los destinos referentes para cicloturistas, hoy no se ve uno sólo en este ascenso que fue incluido como final de etapa en la Vuelta a España 2021, coronado por Miguel Ángel López. La carretera nos lleva por collados como el Collá del Fresno y zonas intermedias como Pozalón, ascendiendo en un estrecho corredor entre las cumbres de Peña Podre, Pico Foreal, Campona y Rosal hasta que por fin divisamos las antenas del Gamoniteiro.
Nos olvidamos un rato del coche en el aparcamiento situado al pie de la cima para caminar por la ladera desde donde un grupo de parapentistas se prepara para lanzarse al vacío desde la cara suroeste, sorprendiendo a montañeros y visitantes que alcanzan la cumbre. En lo alto se encuentra un área con antenas de telecomunicaciones y un espacio para estacionar para quien no quiera subir una sola cuesta a pie en este roadtrip por el Aramo. Mucho menos en bici. Desde aquí disfrutamos de las vistas de los picos cercanos del Aramo, con el Xistras, el Barriscal y Gamonal rodeados de valles y collados que parecen extenderse hasta el horizonte. Los días despejados se pueden contemplar desde esta montaña, situada a 1.788 metros de altitud y declarada como “Lugar de Interés Geomorfológico”, el mar Cantábrico, los Picos de Europa y las cumbres lejanas de la Cordillera Cantábrica.
En Pola de Lena, el restaurante 'Los Collacios' destaca por su cocina tradicional con propuestas como el pote asturiano y los medallones de ternera al Cabrales. También destacan otras elaboraciones como el bacalao a la francesa y el arroz caldoso y postres como la tarta de queso casera. En esta misma parroquia está ubicado 'Roble by Jairo Rodríguez' (Un Sol), abierto en 2018 por Jairo Rodríguez en cocina y Paula Lamas en sala, donde ofrecen una cocina de proximidad con productos propios, como los higos de sus mermeladas. En Pedroveya, un pueblo perdido en la Sierra del Aramo, el restaurante 'Casa Generosa' es uno de los favoritos de los senderistas de la Ruta de las Xanas por su potente menú donde sobresale la fabada y la ternera o el cabrito guisado. ¿De postre? Arroz con leche.
La de las Xanas es la más popular de la zona. Propone un recorrido de dificultad moderada de 6 kilómetros por este cañón considerado el pequeño Cares. Otra opción es hacer la ruta circular desde el Angliru al Gamoniteiro, una travesía moderada entre jous (depresiones), praderas de altura y lomas calizas con vistas continuas a las Ubiñas, el Cantábrico y los valles de Riosa y Quirós.
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