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El panorama, cuando uno llega a Galicia por la Autovía de las Rías Baixas A-52, es desolador por momentos. Al atravesar los montes de A Mezquita y A Gudiña, la extensión de terreno carbonizada, a ambos lados del asfalto, impresiona. No vamos a mentir: los incendios del pasado mes de agosto, los mayores de la historia de Galicia, han dejado en estas comarcas una huella que va a tardar décadas en desaparecer. No todo, sin embargo, son laderas negras y bosques quemados. El Macizo Central Ourensano y los montes de A Veiga y Trevinca son suficientemente grandes como para que, junto a las superficies que ardieron en verano, se conserve una mayoría de valles y laderas verdes, que tuvieron la suerte de salvarse de esta oleada de fuegos sin precedentes.
Junto a ellos, en el camino, encontramos pueblos y aldeas que se esfuerzan por recuperar el ritmo, por seguir viviendo, como siempre hicieron, de la agricultura, de la ganadería o del mundo del vino, pero también por volver a la normalidad en un sector turístico que en los últimos años se había convertido en un motor económico para la zona. “Lo que la gente tiene que saber es que viniendo no sólo nos ayuda dejando su dinero en los hoteles o en los restaurantes de la zona, aunque eso ya es mucho”, explica Anxo Fernández, conocido por muchos como Anxo Trives. “Lo que hay que explicar es que cuando la gente viene, eso genera un movimiento que nos ayuda a tener el monte más cuidado, a tener recursos para combatir los incendios y a que haya voluntarios. Si hay visitantes, gente que compre los productos de la zona, habrá gente que se quede y trabaje aquí; si hay esa gente, si el campo está vivo, tendremos más oportunidades para combatir situaciones como las de este verano”.
Anxo es cocinero, pero es también voluntario en protección civil. Este verano combinó jornadas de trabajo en el negocio familiar, 'Hostal Restaurante La Viuda' (Solete Guía Repsol), una referencia local en A Pobra de Trives, con 75 años de historia, con noches enteras combatiendo al fuego cuerpo a cuerpo. “Era lo que había que hacer”, explica. “Cualquier recurso era insuficiente, así que no podíamos faltar. Luego, durante el día, había que preparar comida para las brigadas, los voluntarios…”.
El negocio, como el pueblo, ha vuelto a la normalidad. Un día cualquiera, entre semana, el amplio comedor de 'La Viuda' se llena de trabajadores de la zona y de turistas que se acercan llamados por su cocina tradicional. Aquí la cultura del cerdo se impone, pero Anxo la arropa con otros productos de la comarca: setas shiitake, carnes de vacuno, verduras, castañas y vinos que, además de aportar matices a su cocina, generan movimiento económico en el entorno. “Muchos de nuestros proveedores son proyectos pequeños”, cuenta mientras acerca a la mesa una selección de embutidos elaborados en el local -chorizo, salchichón, lacón, cacheira (careta) de cerdo prensada- “algunos sufrieron los incendios muy de cerca. Ya los tenía antes en carta, pero ahora hay que apoyarlos todavía más”.
Llegan después el repollo corazón de boi con morro guisado, las fabas con setas, la perdiz escabechada o la chuleta. Comer en 'La Viuda' sigue siendo una ventana a la despensa del Macizo Central y un motivo para elegir Trives como campo base para moverse por la zona, una idea reforzada por la tentadora oferta de turismo local del entorno, en la que nombres como la 'Casa Grande' de Trives, el 'Pazo' de Barbeirón o el 'Pazo da Pena' se convierten en atractivos adicionales.
La ruta continúa valle abajo, atravesando el puente romano de Ponte Bibei para llegar a Larouco, una pequeña localidad entre viñedos en la que se encuentra La Perdida, de Nacho González. 'La Perdida' es una de las pequeñas bodegas más prestigiosas de Galicia, un proyecto personal, que se aleja de los tópicos y busca reflejar la diversidad infinita de la viña de esta comarca en sus elaboraciones. Nacho, además de ser un nombre muy respetado en el sector, fue uno de los rostros de aquellos días trágicos al retransmitir casi en directo los daños de los incendios sobre los viñedos a través de sus redes sociales.
Recorrer hoy con él la comarca es, sin embargo, un rayo de esperanza y la muestra de la resiliencia de este territorio y de quienes lo viven. “Las pérdidas han sido importantes, en mi caso, quizás más de un 40%, con lo que eso supone para una bodega tan pequeña”, cuenta Nacho mientras paseamos por una de sus parcelas. “Pero por otro lado, la viña ejerció de cortafuegos, paró el avance de las llamas en lugares en los que, de otro modo, no sé lo que habría ocurrido”.
Las viñas que recorremos están en la ladera, por encima de la aldea de As Ermidas, una de las sorpresas más impactantes de este valle, presidida por el espectacular santuario barroco. Las cepas, algunas con más de 60 años, parecen calcinadas a primera vista, pero Nacho nos guía: “mira, empiezan a tener algunos brotes. A pesar de las temperaturas altísimas, han resistido y seguramente las raíces están en buen estado. Este año perdimos la cosecha y el año que viene ya veremos, pero creo que la mayoría de las plantas se han salvado”.
En valles como el del río Bibei, por el que subimos hacia Manzaneda, el fuego tuvo mucha menos presencia. Los bosques de castaños centenarios ayudaron a frenar su avance y a preservar unos paisajes espectaculares. Lo mismo ocurre cuando nos dirigimos hacia el sur, hacia Viana do Bolo. Las zonas altas se salvaron del avance de las llamas y el paisaje sigue, en buena medida, como antes de los incendios.
Más abajo, ya cerca del pueblo, visitamos otra parcela. El fuego se cebó con los pinares que la rodean, pero las viñas, en su interior, siguen intactas. “Necesitamos un monte cuidado”, comenta Nacho mientras nos explica las diferentes variedades que hay plantadas en la finca “de lo contrario estamos poniendo las bases para que vuelva a ocurrir. Si queremos una comarca con futuro alrededor del vino, pero también alrededor del turismo, tenemos que pensar desde abajo, que es el estado en el que están los montes, al menos si, como yo, queremos seguir trabajando y viviendo aquí”.
En Verín, la principal localidad al sur de estas montañas, las cosas fueron diferentes. El fuego llegó, en algunos lugares, hasta la puerta de las casas y acabó con bosques y fincas de cultivos. La vida sigue, sin embargo, en el pueblo, animado como siempre. Vale la pena darse una vuelta por la plaza de García Barbón y por sus bares, acercarse hasta el Museo del Vino que está en el convento barroco de A Mercede y buscar la torta do cigarrón, el dulce local, en alguna confitería para tomarle el pulso a una localidad tan animada como siempre. Y después, acercarse al 'Regueiro da Cova', la referencia gastronómica de la zona. Aquí cocina Bego Vázquez, un rostro popular de la Televisión de Galicia que en 2023 se hizo con el título de Cociñeira Forum, el equivalente a cocinera revelación, en el Galicia Fórum Gastronómico.
Bego es una militante de este territorio y de su producto, así lo refleja su carta, en la que las materias primas aparecen acompañadas del nombre de sus productores. Su comedor, acristalado, se abre al río y es el lugar perfecto para confirmar una vez más que, pese al drama pasado, la zona sigue mereciendo una visita, que sus encantos no se han perdido y que las cicatrices, aunque presentes, van dando paso de nuevo al ambiente que siempre ocupó estos valles. Hace poco era la vendimia, ahora la temporada de las castañas y la caza, después vendrá el Entroido, el carnaval tradicional, que es aquí uno de los más festivos de Galicia. Más motivos para venir, para elegir este lugar como destino, para quedarse a pasar unos días y descubrir rincones.
O descubrir sabores, como el canelón de pato de Ánades Galicia, una explotación cercana, que Bego propone con queso de cabra gallego y una teriyaki elaborada a partir de miel de castaños locales. O el huevo de pato con setas frescas de temporada y un Tofu elaborado por Landeira, otro de sus productores de confianza. Ella lo tiene claro: “hay que apostar por la comarca, porque tiene muchísimo que ofrecer en términos gastronómicos y porque es una zona que todavía está por descubrir para la mayoría de la gente”, explica. “Y nosotros, en los restaurantes, tenemos que apoyar a los productores locales. Con eso, y si el turismo nos apoya, vamos a ir dejando atrás todo aquello”.
Sentados a la mesa de 'O Regueiro da Cova' entendemos que, tal como explicaba la cocinera, los incendios son cada vez más un recuerdo, una memoria triste, pero pasada. El verde se cuela en el comedor por la ventana, tal como lleva haciendo en la mayor parte de nuestra ruta. Las huellas del fuego aparecen, aquí y allá, y hacen que sea difícil olvidar la magnitud de la tragedia, pero la normalidad volvió a estos valles hace tiempo; la potencia enológica de la zona sigue casi tan fuerte como antes, apostando por la calidad como una garantía por el futuro.
Y la gastronomía continúa siendo uno de los grandes motivos para venir, para perderse siguiendo las aguas del Bibei, de Navea o del Támega, para explorar bosques antiguos, rutas que se pierden en las montañas, pueblos que parecen anclados en el tiempo y entender que ni los fuegos más importantes de la historia han podido acabar con la belleza impresionante ni con el futuro de esta parte de Galicia.
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