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A mitad de camino entre Chamberí, Tribunal y Chueca —esa franja vibrante donde Madrid respira a un ritmo más cercano y cotidiano— se eleva un edificio neoclásico de 1915 que guarda una historia silenciosa. Fue sede de la empresa vizcaína Papelera Española, tuvo oficinas, despachos y reunión de directivos, y fue durante décadas un lugar al que solo se entraba con cita y corbata. Hoy es el Urso Hotel & Spa, el primer hotel boutique de lujo que abrió en la capital, en 2014, y uno de esos hoteles urbanos donde la hospitalidad madrileña se entiende como algo cálido, sin alardes y natural.
La fachada conserva sus torreones y chaflanes, diseñados por el arquitecto y fotógrafo Mendoza Ussía, las balconadas francesas y ese ascensor original que recibe en el vestíbulo como si transportara huéspedes a otra época. En la entrada lucen los medallones de porcelana pintados a mano por el ceramista talaverano Ruiz de Luna, y en las escaleras, las vidrieras coloreadas del histórico estudio francés J.H. Maumejean, que nos recuerdan que este edificio nació para ser contemplado. Hoy, su interior se ha transformado sin perder alma: suelos de mármol, paneles de madera, biblioteca, un patio central con luz natural y un vestíbulo en el que las paredes están adornadas con escenas avícolas y campestres, como un guiño a un tiempo más lento, alejado del frenético ambiente de la capital. “Madrid está lleno de sofisticación sin darse importancia”, explica Víctor Vacas, director del hotel. “Queríamos que Urso reflejara ese carácter: elegante, cultural y cercano. Ni ostentación ni artificio. Lo auténtico”.
El hotel cuenta con 79 habitaciones distribuidas en 10 categorías, pero todas comparten una característica poco habitual en el centro de Madrid: techos altos, grandes ventanales y balcones franceses. Por ellos entra una luz amable que se cuela en una estancia donde predominan los tonos cálidos, camas amplias con edredones de fibra natural y baños de mármol. Las flores naturales siempre están presentes y en muchas, al igual que en el lobby, se pueden contemplar fotografías antiguas de Madrid hechas por el célebre Diego González Rage. Algunas suites alcanzan los 60 metros2 y las de la cuarta planta abren terrazas privadas de más de 100 metros.
Una de las sorpresas del edificio es que muchos de sus huéspedes tendrán el privilegio de contar con unas vistas exclusivas a un jardín interior oculto para los transeúntes, el del Palacio de Villagonzalo, un oasis secreto que se disfruta en silencio como si no existiera el ajetreo de una ciudad que apenas duerme. Además, nueve de las habitaciones con familiares, -pueden unirse en dúplex conectados mediante un hall privado— y las mascotas son más que bienvenidas.
Urso no es un hotel que viva únicamente de sus huéspedes. Está abierto al barrio, y eso se nota. Desde los desayunos en el invernadero —con bollería recién hecha, frutas frescas, panes artesanos y huevos a la carta— hasta los brunch de los fines de semana. En el lobby se sirven tés, cafés y chocolates de especialidad (incluido uno con ron y otro ligeramente picante con chili), así como cócteles y una gran variedad de champanes por copas, maridados con actuaciones de piano en directo al caer la tarde.
Pero la piedra angular gastronómica está en 'Casa Felisa' (Recomendado Guía Repsol), el restaurante del chef Antonio del Álamo -formado en el mítico 'Zalacaín'-, donde se cocina “a fuego manso y sin prisa”. La carta apuesta por el recetario madrileño y la despensa local, pero sin cerrarse a la temporada y al producto nacional. Aquí tienen mucho éxito los torreznos, la ensaladilla rusa se sirve con una delicada tortilla de camarones, y la sardina ahumada llega sobre verduras asadas en brasas y pan de focaccia.
Hay guisos de chup-chup que van rotando —callos, estofados, legumbres que reconcilian con el tiempo— y principales como el lenguado salvaje a la meunière, el bacalao confitado con guiso de garbanzos, o una carrillera de cerdo ibérico melosa con puré. Los domingos, cuando el frío aprieta, vuelve el cocido madrileño, que aquí se presenta como hecho en casa.
Vinos, mieles, quesos y vermú tienen origen en la Comunidad de Madrid. Pero la apuesta por el producto local se extiende a cada rincón del hotel. La mayoría de proveedores proceden del cercanísimo Mercado de Barceló, los amenities del baño son artesanos y madrileños, y la despensa dulce llega de tiendas tradicionales como 'Real Fábrica'. Incluso el minibar es solidario: colabora con la vecina Fundación A la Par, y los beneficios de las gominolas que ofrecen se destinan a proyectos sociales.
HOTEL URSO - C. de Mejía Lequerica, 8. Madrid. Tel: 914 444 458.
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