Semana Santa de Medina del Campo

Medina del Campo, Valladolid

El dominico Vicente Ferrer se ocupó de instaurar la tradición de recrear la Pasión de Cristo en las procesiones de disciplina más antiguas de España. Los pasos son sencillas andas de forja, sin adornos. La melodía de La Salve, entonada al unísono por una emocionada multitud, anuncia la llegada de la procesión de la Virgen de las Angustias al atrio de la Iglesia Colegiata de Antolín, el Viernes de Dolores. El Castillo de la Mota saca pecho para ejercer de fondo del lento transcurrir del paso de la pequeña talla de Jesús el Nazareno, con su cruz a cuestas, por la avenida del Regimiento de Artillería. Las risas y los cánticos infantiles lo inundan todo y rompen el habitual silencio cuando el paso de la Borriquilla sale de la iglesia de San Antolín, con la bendición de los ramos, muy distinto es el sonido que rodea al Cristo de la Penitencia por la Plaza de Santiago, cuando el Rosario es la oración más recitada. Las mujeres se echan a la calle para acompañar a la procesión de la Virgen de la Esperanza, la víspera del Calvario de Jesucristo, que se recrea entre oraciones y silencios impuestos por la música. Melodías de cornetas y tambores reciben, a la luz de los faroles, al Santo Cristo de la Agonía ante la iglesia de Santiago el Real y todos los Cofrades se despojan de sus capas para susurrar sus promesas de fe. Los vecinos del Barrio de la Mota esperan impacientes la llegada de los capuchinos con sus túnicas blancas y oscuros capirotes que bajan desde el castillo para darles el relevo del porteo del Cristo al amanecer. Sólo unas horas después, las campanas de la colegiata, repicarán, con regocijo, para celebrar el encuentro de Cristo y la Virgen. Sonará el Himno de la Alegría y el color negro se cambiará por azul celeste y blanco, primer indicio visual de que esta intensa semana toca a su fin.