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Almansa

La impronta del castillo

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A medida que el viajero se aproxima a su destino, desde la carretera, el cerro del Águila hace su aparición, coronado por el Castillo de Almansa –candidato por Castilla-La Mancha a Mejor Rincón de la Guía Repsol en 2015–, símbolo de la ciudad que ya se fija en la retina para el resto de la estancia. Los árabes dejaron su impronta con su castillo almohade, que luego los cristianos harían suyo, reconstruyéndolo y fortificándolo aún más. La historia de la Reconquista se revive cada mes de mayo en este escenario gracias a la batalla de Moros y Cristianos, protagonista de las fiestas patronales en honor a la Virgen de Belén, que también llegan a la mesa en forma de gazpachos manchegos, el ajo 'mataero' y el arroz con carne y caracoles.

Pero no sólo del castillo vive la urbe, pues Almansa se ha ganado la condición de conjunto histórico-artístico gracias a su casco antiguo. Sus calles, de aires arabescos en su trazado, invitan al viajero a recorrer el municipio en espiral –como la escalera que le encarama hacia la Torre del Homenaje del Castillo– para detener la mirada en la Iglesia de la Asunción, el Palacio de los Conde de Cirat y disfrutar del ambiente de la ciudad en las plazas de Santa María y San Agustín. 

Y aún hay más. Los adoquines se pueden cambiar por las rutas de senderismo de sus alrededores, en los que se encuentran los yacimientos prehistóricos de la Cueva de Olula y del Barranco de Cabeza de Moro. Y a sólo ocho kilómetros, el pantano y su ecosistema de neveras, cañas de pescar y canoas.

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