Con el tiempo me he vuelto un adicto a la sensación de desconcierto. Disfruto encontrando señales, diferencias y sorpresas que desafían lo que ya creía confirmado. Es cansado y a veces incómodo. Pero es emocionante.
No todos los museos son iguales
El Centro de Pompidou y el Museo de Málaga: la mirada del arquitecto