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En la mesa contigua a la nuestra, un matrimonio mexicano degusta los primeros bocados del menú. “Son sabores muy familiares para nosotros”, comentan con sorpresa ante una tartaleta de chilaquiles servida sobre el mapa de su país. Han llegado al restaurante ‘Can Simoneta’ (1 Sol Guía Repsol) atraídos por la propuesta de adentrarse en los matices locales combinados con los de su tierra y las expectativas parecen verse de sobra cumplidas.
Los antiguos cultivos de caña de azúcar que bautizan este lugar con el nombre de Canyamel, son ahora el hogar de este exclusivo restaurante donde la alta cocina mexicana y el mejor producto balear se fusionan con naturalidad, apostando por la emoción a la que sus creaciones dan rienda suelta.
Al frente de este proyecto se encuentra David Moreno, chef de origen mexicano que lleva ya varios años viviendo en la isla. “Lo mío con la cocina comenzó en el mundo del dulce” recuerda. “Era lo que más me atraía al principio por la técnica”. Se curtió en las cocinas de 'Espai Sucré' y 'Dos Palillos', en Barcelona, pero ha sido este rincón mallorquín el que le ha inspirado para enlazar sus raíces con el producto balear, elevando sus dotes a los fogones.
“Crecí entre aromas a maíz, chiles y carnitas”. Aromas que acompañan a sus platos, servidos sobre manteles de lino bajo el símbolo de una calavera hilada en miniatura, y con la musicalidad de las olas rompiendo con el acantilado de Cap Vermell. El resultado es Esencia Mediterránea, un menú degustación que ahora narra su tercer capítulo. “Llevamos dos años de evolución con el menú gastronómico y no quiero hacer fusión por fusión” asegura con la certeza de llevar su historia personal, entre dos territorios, a la cocina.
Los platos de 'Can Simoneta' hablan con una perfecta mezcla de acento mexicano y mallorquín, como la ostra marinada con lima y tomate, inspirada en el cóctel Vuelve a la vida. “En la costa mexicana es común ofrecérselo a personas con resaca, ya que los mariscos aportan energía”, explica Daniel Sánchez, jefe de sala. Servida como entrante, es como probar México en un bocado de mar. “Es una forma sencilla de acompañar una ostra y darle fuerza a su sabor”.
El menú arranca con el recetario más popular de México presentado como Visión -a base de nachos con guacamole envueltos en queso cheddar- y Tradición, compuesto por una panacota de maíz y una tartaleta de chilaquiles con huevo basada en el clásico desayuno mexicano. A estos les suceden más elaboraciones igualmente pensadas para comer con las manos, aunque, poco a poco, se van alejando de los referentes mexicanos más conocidos.
La siguiente sorpresa llega en forma de mantequilla de sobrasada con un toque ahumado. Elaborada con leche de vaca de una finca cercana, está rematada por sal de chapulines y coronada por un pequeño chapulín, el tradicional saltamontes frito característico del estado de Oaxaca. Visible y crujiente, se acompaña con un pan de leche. Para este plato, el sumiller Luciano Radmil, propone un vino local con historia, Ses Putes Pedres, de la bodega 'Cas Quitxero'. “Es el mismo que bebían los mallorquines cuando hacían sobrasada”, aclara.
El menú sigue explorando otros estados mexicanos como el de Sinaloa y lo hace a través del aguachile de lubina. “El pescado representa el 60%, de la producción en la isla”, apunta Sánchez. Aguachile reinterpretado con una salsa verde de jalapeños y esferificaciones de licor de hierbas que homenajean la tradición de Artá, un encantador municipio cercano. Más evocador resulta el mejillón menorca, un tributo a Ensenada, cuna de la primera granja de estos moluscos en México. En este caso, la inspiración viaja hasta Menorca para hacerse con sus mejillones y servirlos con un fondo de algas, una sublime comparación entre mares y costas.
El toque especial en la cocina de 'Can Simoneta' lo aportan ingredientes como mole, chipotle, chiles secos o achiote. Ingredientes que contribuyen a marcar la identidad y el pulso del menú al mezclarse con el producto balear de temporada. Así destaca la gamba Sóller, que recupera un guiso tradicional de frijol con caldo de cerdo y lo ensalza una gamba roja mallorquina, rindiendo honor a la región de Tamaulipas, “con aproximadamente 27 especies de gambas”. También lo consigue el taco callejero, maridado con una michelada. “Hasta hace poco no conocía esta bebida”, confiesa el sumiller, “pero ahora disfruto preparándola”. Se trata de una versión del taco de carnitas, elaborado con cerdo, cebolla encurtida, una salsa obtenida de la propia cocción del cerdo y mayonesa de jalapeño.
Desde Guanajuato llega una revisión del pescado a la talla, pero aquí se elabora con salmonete. El pescado se presenta cocinado en hoja de plátano, adobado con salsa de achiote y acompañado de una salsa de piña asada y hojas de hinojo que aportan notas de frescor. El viaje termina en Jalisco, “tierra de tequila, pero también de guisos a fuego lento”, puntualiza Sánchez con esa sonrisa mezcla de orgullo y expectación que delata a quien confía plenamente en lo que va a servir. Sobre la mesa, cordero a la birria con cebollino fresco, chile chipotle y una quesadilla.
Cuando parece que no queda más México por explorar y que el comensal ya ha sido seducido por todos sus sabores, llegan los postres como una pequeña coreografía en el Día de Muertos. No buscan saturar. Son notas frescas, dulces y ligeras que alargan la experiencia y recuerdan la infancia mexicana: mango, chamoy –el primer picante que prueban los niños- y tajín, “ese condimento que, tal y como dicen allí, va con todo”.
Como con el limpiabocas, un raspado –o granizado- de mango hecho con una máquina japonesa para raspar hielo, “se usan para preparar el postre nipón kakigori”, aclara David Moreno, satisfecho tras esta decorativa y práctica adquisición que es una de las últimas joyas llegadas al restaurante. Y para rematar la experiencia con una dosis de diversión, aparece una piñata de petit fours. Para maridar los dulces festivos que guarda en su interior, no hay nada mejor que un vaso de tepache, la bebida ancestral elaborada con piña fermentada típica de Oaxaca, tierra de agaves y mezcal.
El sumiller argentino Luciano Radmil es la mano derecha de David Moreno. Con experiencia en distintas cocinas del mundo y una larga etapa en Tenerife, Radmil afirma “llevar siempre consigo algunos de los vinos que le han marcado allá donde ha trabajado”. Aseveración que hace mientras descorcha Vidonia, un blanco volcánico de Tenerife con mineralidad atlántica. “Es un vino muy apreciado en Alemania y en otros países del norte de Europa, idóneo para platos como el aguachile”.
Pero en la bodega de 'Can Simoneta' también conviven blancos de Binissalem con tintos ligeros del Pla i Llevant y cavas valencianos. Tampoco faltan vinos más complejos. “Me gusta arriesgar con aquellos que acompañan platos más intensos”, asegura. La apuesta se completa con bebidas de México, como el tepache, la michelada y el mezcal. Esta última se ofrece como cierre para mantener ese aroma ahumado y espiritual que tan bien conecta con la narrativa del restaurante.
'Can Simoneta' es la columna vertebral de un lujoso hotel-boutique del mismo nombre que se asoma al apacible Cap Vermell, al noreste de Mallorca. El edificio de piedra se sitúa en una extensa finca a la que acceder por un pasillo de olivos, con el mar siempre a sus pies y las montañas a sus espaldas. Aquí todo está hecho para sumirse en la más pura calma del campo mallorquín.
Calma que incita a entregarse al hedonismo, ya sea desde una de sus dos piscina, una frente al restaurante y otra escondida casi a pie de playa, o sentándose a la mesa de su restaurante. Este se reparte entre un comedor interior y una terraza con vistas al Mediterráneo donde las puestas de sol tiñen el cielo de intensos corales mientras los platos, en este caso a la carta, van desfilando. Solo hay unas pocas mesas, lo que garantiza el ambiente íntimo del lugar. “Hay clientes fijos que vienen desde otros puntos de la isla solo para comer”, comentan desde el equipo del restaurante. Otros optan por alojarse en una de las villas del hotel con terraza privada para poder prolongar el deleite.
La cocina de 'Can Simoneta' ha sido reconocida con 1 Sol Guía Repsol por su calidad, por su estética y, sobre todo, por el alma que hay detrás. Porque, además de proponer una escapada a Mallorca, la cocina de David Moreno es una aventura a México. Un doble viaje a través del paladar.
CAN SIMONETA - Ctra. Artà-Canyamel, Km 8. Finca Torre Canyamel (Mallorca). Tel: 971 816 110.
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