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La Geria es una oscura inmensidad volcánica salpicada de vides que sobreviven con la humedad de los alisios y el rocío que absorbe el negro lapilli o picón, los restos de ceniza y lava escupidos por el cráter. Eso, más los muretes con que se protege del viento incesante cada cepa de malvasía, da un paisaje insólito, como de granja experimental en la Luna, y un vino cada día más apreciado. Ahora se llevan los vinos con sabor a tierra y este sabe a volcán.
El Paisaje Protegido de La Geria linda con el Parque Nacional de Timanfaya, las Montañas de Fuego que arrasaron la tercera parte de la isla entre 1730 y 1736, poniéndolo todo del negro color que salta a la vista. Después de atravesar La Geria por la carretera que une Mozaga y Uga, hay que dirigirse a Yaiza, la población más bella de Lanzarote, que se quedó en 1736 al borde mismo de la lava. De allí sale directa hacia Timanfaya la LZ-67, una carretera sin arcenes ni líneas blancas que se abre paso por un desierto de lava rugosa, encrespada, como rota a martillazos.
Lo único que rompe la soledad del malpaís, así llamado porque es imposible cultivarlo, ni siquiera caminar por él, es el jaleo de zoco moruno del Echadero de Camellos, donde los turistas van a darse un paseo a lomos de los dromedarios.
Parque Nacional de La Geria