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El último botero de la capital

Madrid, Madrid

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Porrones, botijos, botas para el vino... Julio Rodríguez es el último artesano de botas de vino –y odres– en la capital. De momento no tiene sucesor. Su taller-tienda está en la calle del Águila, por la zona de Embajadores, un barrio castizo a pocos metros de San Francisco el Grande. Aquí antes trabajaron sus abuelos y bisabuelo, que entró como empleado para luego comprar el negocio. A sus 62 años, este hombre semeja un filósofo de lo cotidiano, que no esquiva el escepticismo cada vez que le hablan de la artesanía y de sus bondades. "Cada bota requiere de un proceso que tarda ocho días. En tiempos de mi abuelo era más barata la mano de obra que los materiales. Ahora sucede lo contrario. Por eso estoy solo, no da para más", nos explica.

Por mucho que avance el cristal o el tetrabrick, hay cosas que no podrán robar a este recipiente que los románticos recuerdan que tiene forma de lágrima. Si se cae no se rompe, pesa poco, se comparte tranquilamente porque se bebe a chorro y los puedes sacar el aire. Por cierto, las botas sirven para otros líquidos. La diferencia entre las artesanales y las que más a menudo encuentras por las tiendas turísticas, es que estas tienen el interior de látex, no de piel.

Localización

Calle Águila, 12. Madrid