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A Coruña

Armonía, introspección y lluvia

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Antes de que lo bautizaran, el movimiento slow había sentado aquí sus fundamentos vitales. No es para menos. Todo discurre aquí con placidez y armonía. La lluvia es la clave. Sin duda, uno de los alicientes de esta ciudad empotrada en el Atlántico. Esa fina cortina de agua, que la convierte en una de las más encapotadas de España, transmite sosiego y define una forma desacelerada de vivir, materializada en las icónicas galerías acristaladas de los edificios modernistas del paseo de la Marina, perfectos ejemplos de arquitectura bioclimática. 

Un café bajo los soportales de la plaza de María Pita (la heroína que contuvo a sir Francis Drake) sirve para meditar, algo muy recomendable después de recorrer los 13 kilómetros del paseo marítimo más largo de Europa en bici, por ejemplo. Pero si al visitante le apetece más el paseo a pie, la Ciudad Vieja, plagada de comercios, tascas típicas y nuevos locales deliciosamente hipster, es referencia inexcusable. Internarse en el apabullante mercado de la plaza de Lugo, por ejemplo, desatará la gula. Para saciarla, nada mejor que un amplio abanico de restaurantes y bares expertos en lograr el punto exacto para que la materia prima se revele intacta. Los modernos museos científicos, donde lo que está prohibido es no tocar, y las céntricas playas, son dos buenos lugares de parada y fonda, que nos animarán a seguir redescubriendo la ciudad con serenidad y renovados bríos. 

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