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Aranda de Duero

Buena mesa, lechazo y vino

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Este municipio burgalés está íntimamente ligado al Ribera de Duero, que está presente fuera y dentro del núcleo urbano. Llegando a Aranda se pueden contemplar los viñedos del Hotel Tudanca o realizar una parada en las Bodegas Neo, que tienen la particularidad de albergar un estudio de grabación. Dentro de su casco histórico, numerosos asadores ofrecen la oportunidad de degustar un buen lechazo con una copa de Ribera, aunque el verdadero tesoro se esconde en sus entrañas: el subsuelo está recorrido por los más de siete kilómetros de la Red de Bodegas Subterráneas. Las más de 120 bodegas que se pueden visitar, construidas entre los ss. XII y XVIII, coinciden con los edificios y no se salen del trazado de las calles, para impedir las vibraciones producidas por los carrujes de la época, que podían alterar el proceso de fermentación de los barriles de vino.

Por encima de nuestras cabezas, arandinos y visitantes se reúnen en la Plaza Mayor porticada, llena de colores, donde se encuentra el plano urbano más antiguo de España. También pasean por la Plaza de la Sal, admiran la impresionante fachada del gótico isabelino de la iglesia de Santa María del Real, hacen recados por la Plaza del Trigo o disfrutan de los caldos y la morcilla de Aranda –que "repite menos" que la de Burgos– en una terraza de la Plaza del Rollo. Estos cuatro escenarios son piezas clave del día a día de los locales así como del Sonorama Ribera, uno de los festivales de música más importantes del país y caladero habitual de cantantes y grupos de música indie que, desde 1998, convierte el pueblo en una fiesta cada mes de agosto. La oferta cultural y monumental la completan el Museo de Arte Sacro, el Museo de Pintura-Casa de las Bolas, la iglesia de San Juan Bautista y el Santuario de la Virgen de las Viñas, a las afueras, donde descansa la patrona de una localidad que no se entiende sin su preciado Ribera.