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Villa de museos y del único parque acuático gallego
Es insólito que un municipio de apenas 5.000 habitantes resalte por su actividad museística, pero Cerceda, a un paso de Ordes, dispone de al menos tres espacios merecedores de visita. El más destacado, por atípico, es el Museo del Búho, que desde 1994 combate la mala fama de esta ave con 5.000 piezas (esculturas, cuadros, libros…) relativas al animal. Pero también está el Ecomuseo, que repasa la identidad histórica y paisajística del museo, el Museo de la Minería, que refleja los avatares en torno a la mina de carbón de Meirama, descubierta en 1974. e incluso el Aula de la Naturaleza que sirve como complemento al jardín botánico, un plácido espacio verde con ejemplares arbóreos de toda la comarca y una laguna salpicada de cisnes y patos salvajes.
Todo ello en un concello orgulloso de sus muchos siglos de historia, como atestiguan los dos castros de los pueblos prerromanos, el de Guichar y el de Cerceda, donde se localizó un torques de oro que hoy puede admirarse en el Museo Provincial de Lugo. Y con varias iglesias de interés, desde San Martiño de Rodís a San Andrés de Meirama o, sobre todo, San Román de As Encrobas, datada en el siglo XII y puesta al día en 1720. El pazo más espectacular es el de Lavandeiras (barroco del siglo XVIII, completamente restaurado), aunque el que goza desde 1994 de la declaración como Bien de Interés Cultural es el de Boedo, aunque en él solo sigan en pie varios blasones y un caserón con un par de grandes chimeneas.
No hay que irse sin pasear por las riberas de los ríos (Barcés, Lengüelle, Anllóns) y acercase a los molinos de agua, con especial predilección por el de Guillín y su caída natural del líquido elemento. Y si el viajero se ve con fuerzas de tomar caminos más empinados, en la sierra de Montemaior destacan dos picos, el Monte Xalo y el Castelo, con miradores para otear todo el municipio. Aunque los jovencitos (y no tanto) sobre todo conocen Cerceda en verano por su popularísimo Aquapark, único parque acuático de Galicia.
