{{title}}
{{buttonText}}
1 /

Palma de Mallorca

Una bahía amurallada para disfrutar del Mediterráneo

Compartir

La luz y todos los colores tienen un sitio en Palma de Mallorca y su bahía; un cromatismo que, además de playas como las de Palma y Ciudad Jardín y calas como Major y Estancia, cercanas a la Tramontana, regala lugares de veraneo y ocio, embarcaciones y deseos de descubrir algo más que una ciudad. Al aterrizar en la capital de la isla ya se percibe el aroma del mar Mediterráneo, donde se practican deportes náuticos y se comen ensaimadas y sobrasadas en los múltiples restaurantes de todo el municipio. Las calles son testigo de cómo la historia ha dejado huella en la ciudad, un conjunto histórico artístico que cuenta, además, con yacimientos y cuevas marinas. En la plaza de Cort se inicia un camino que conduce por museos en los que la Fundación Juan March y Joan Miró iluminan para luego convocar al rezo en la monumental y gótica catedral de Santa María o en la iglesia de Santa Eulalia para, pasado un rato, imaginar cómo era el comercio y la pesca en la Lonja. 

Es un sin parar, no hay lugar para el aburrimiento ni para el desencanto. En espiral se pueden rodear paso a paso las murallas de la ciudad con su torres, baluartes y, entre entradas y salidas, recorrer plazas y calles. Una vez será el castillo de Bellver el que  haga abrir los ojos con su singular planta circular; otra será el modernismo lo que despierte al turista por su plasticidad y colorido en pleno centro histórico y hará que piense, sin querer, en Gaudí, aunque la obra sea de Forteza-Rey. Hay que buscar tiempo para conocer los emblemáticos patios mallorquines como los de Casal Sollorich, Can Vivot, Can Oms o Can Bordils y Can Berga. Lo pequeño se hace grande y el señorío está omnipresente en casas palaciegas. 

Los más peques quieren disfrutar en el parque del Mar, a las faldas de la muralla, practicando su particular surf en las múltiples atracciones habilitadas, y se imaginan volando entre aguas y nadando entre arena. Un lujo mirar, ver la inmensidad del Mediterráneo y celebrar en verano las fiestas de San Juan con un baño a media noche esperando a que los deseos se cumplan una vez más; en invierno, festejar por todas las plazas de Palma las fiestas de San Sebastián, la noche del 19 de enero que amanece el 20 con la lumbre de las hogueras, fuegos artificiales y el jaleo divertido de los pasacalles para luego participar en la diada ciclista. El tiempo ha transcurrido y aún quedan para otro viaje, lugares que ver, sabores que disfrutar, playas que inaugurar y risas que compartir.

A unos 20 minutos de coche se llega a Cala Blava, una pequeña playa bellísima y con la tranquilidad garantizada para disfrutar de un rato de sol o de su fondo marino.