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Pineda de Mar

Escondida entre los siglos y las playas turísticas

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Pineda de Mar está hecha de agua y arena. Pero también guarda con celo el estigma de los siglos que han pasado por ella, legándole espacios de historia entre sus flancos. Se abre de par en par en sus bellas playas de agua infinita y cristalina. Allí es donde se detiene el tiempo turístico mientras los niños corretean en playas de calidad, con todos los servicios y con la comodidad de estar a pie de ciudad. Es en esos momentos cuando Pineda se viste de mar en uno de los litorales más largos de toda la comarca del Maresme. La villa barcelonesa se resarce aún más en su curioso paseo marítimo, paralelo a las vías de tren, perfecto para recorrer las puertas marítimas de la villa, en bici o a pie. Al fondo de la localidad, sin embargo, se descubre su pasado; uno que habla de una villa que estuvo hecha de bosques frondosos de encinas y alcornoques, ahora algo más urbana, contiene este pasado natural en el parque de la Fuente del Boter. Mientras, encima del Montnegre, observa imponente el castillo de Montpalau, donde el medievo se hace piedra. No muy lejos de él, se aguanta sobre los siglos pese a las guerras sufridas, la Torre de Sant Joan, convertida antaño en los ojos de la localidad, con una mira defensiva. Este precioso lugar fue, además, hace dos mil años, elegido por fenicios y romanos que dejaron una estela de antigüedad que llegaría hasta el presente en forma de acueducto y en los restos arqueológicos de Mont Chema Farrau. Una combinación de historia que abre la caja fuerte de la villa, para todo aquel dispuesto a descubrirla.