
Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
“Todo comenzó hace 20 años, cuando me transmitieron el conocimiento de un color. Un color que no era un color, sino toda una gama cromática que se consigue gracias al sulfato de hierro, que es un mineral que se utiliza —entre otros muchos ámbitos— en el cultivo de la piña y el plátano”, nos narra Alexis W., artista herreño y nuestro anfitrión en este viaje. Nos hemos citado con él en Las Puntas, uno de los pueblitos de la localidad herreña de La Frontera, donde caminamos por las callejuelas guiados por su discurso mientras nos pide que nos fijemos en el suelo. “Resulta que, cuando diluyes el sulfato de hierro en agua y lo aplicas sobre el cemento como este, se produce un proceso de oxidación que nos da una gama cromática que abarca de los naranjas y rojizos a los ocres. El proceso químico se produce dependiendo del tipo de cemento, de la dilución que utilices, del número de veces que lo apliques... Cuando me hablaron de todo esto, fue algo que me fascinó”, nos confiesa.
Una fascinación que consigue transmitirnos gracias la pasión y energía con la que comparte su relato. El germen de un proyecto bautizado como Isla de Ferro con el que ha conseguido, pasito a pasito, y a lo largo de estas dos décadas, involucrar y comprometer a muchos otros actores de la isla —instituciones públicas y técnicos, pero también arquitectos, paisajistas, constructores o vecinos— por un motivo revelador. “En aquel proceso descubrí que toda esa gama cromática que se consigue a través del sulfato ferroso se reproduce también en el paisaje de El Hierro: en la montaña, en la costa, en sus bosques. Se me encendió una luz y dije: si consideramos una mancha de cemento territorio deteriorado visualmente, y lo transformamos con estos colores, es como si cogiéramos los colores del paisaje y los volcáramos sobre él”. Acababa de encontrar la fórmula artística, poética, de dotar de belleza al cemento más impersonal, tiñéndolo de la esencia de la propia isla.
Si recorrer las serpenteantes carreteras de El Hierro de manera independiente —es decir, sin ningún hilo conductor definido— ya supone empaparse de la belleza de sus paisajes, hacerlo con la filosofía de Isla de Ferro en mente resulta una experiencia reveladora. “En la Macaronesia canaria tenemos el 64% de los endemismos naturales de toda Europa. Es un disparate visual, cromático, de especies...”, asegura Alexis. Los colores de la tierra, de sus plantas y sus rocas se nos presentan entonces como una auténtica guía que nos lleva de la mano por una isla ahora vista con otros ojos. Los mismos ojos con los que Alexis regresó a su tierra, tras 20 años dedicados al mundo del arte y el ocio en Madrid, dispuesto a trabajar con un claro objetivo: darle a su tierra el lugar que se merecía.
Por eso, en cuanto tuvo claro que el color podía ser una manera original y novedosa de presentar al mundo el territorio, se puso manos a la obra para pasar de las palabras a los hechos. Necesitaba convertir la idea en un proyecto paisajístico que supusiera una innovación en el modelo turístico sostenible, aunque no fue una tarea fácil. “Transmitir una idea de la que no tienes referencias visuales, al comienzo, fue duro. Necesitaba buscar fórmulas para que los demás entendieran lo que les estaba contando. El proceso más práctico era hacer acciones para que las visualizasen”, nos cuenta Alexis mientras avanzamos, en coche, hacia la capital isleña. Y así fue como nació la primera intervención pública, que ahora vemos al otro lado de la ventanilla. “Esta es una ruta que se llama Camino de Barlovento. Son como dos kilómetros de acera, un camino que va paralelo a esta carretera y que une cultural y geográficamente la Villa de Valverde con los pueblos del norte. Se apostó por intervenir todo el paseo con el color ferroso” nos cuenta.
Nos fijamos bien y lo apreciamos enseguida: el tono ocre de los arcenes se hace patente a ambos lados de la carretera, retándonos a fijarnos en el paisaje más allá de lo obvio. Sobre él, fueron añadiéndose obras de acero del artista Rubén Armiche que representan escenas costumbristas, desde el viticultor a la tradición del mimbre, el burro o el homenaje a silbo herreño. Fue clave que las instituciones vieran el potencial de la idea, para que el proyecto siguiera desarrollándose. Así, las nuevas intervenciones no tardaron en llegar. “Estamos aportando unos valores al paisaje contemporáneo de la isla. Esto es un proyecto orgánico, dinámico, en proceso de desarrollo, que avanza con pequeñas acciones que son autosuficientes. Acciones que funcionan por sí solas, pero todas están conectadas siguiendo un mismo discurso y vinculadas por el color”, afirma Alexis.
Una de las obras de arte vinculadas al movimiento de Isla de Ferro que más llama la atención tiene también nombre propio: Archipiélago Cromático. Lo encontramos a la entrada —o salida, según se mire— de Villa de Valverde, decorando, a modo de mural y de una manera de lo más singular, una inmensa pared de hormigón que hubo que ser construida para contener una colina que corría riesgo de desprenderse. “Le hice una propuesta a la Consejería de Obras Públicas: ¿por qué no lo resolvíamos utilizando el color?”, apunta el artista. Solo había que pensar en la manera. “Invité a dos artistas, Tono Cruz y Felo Monzón, que son dos grafiteros canarios, y les dije que llevaran la intervención a donde ellos quisieran, pero siempre que fuera una pieza relacionada con los colores canarios”, añade. Y continúa: “Descubrí un Pantone que crearon los investigadores de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna, que catalogaron 35 colores canarios que descubrieron recorriendo el archipiélago durante dos años. Si te colocas frontalmente, además, ves cómo los colores del resto de la pared de cemento, al que se ha proporcionado el óxido, se mimetizan también con el resto de la montaña haciendo que se integren”, apunta.
Una manera de lo más especial de recuperar territorios deteriorados visualmente en diferentes puntos mediante una justificación estética. Siguiendo ese mismo patrón, a lo largo de estos 20 años han ido desarrollándose actuaciones como El Parque del Color, obra de Juan Matías Padrón Uno, o Pantone Ferro, del propio Alexis W., que muestra diez tonos ferrosos que flotan aleatoriamente sobre una mancha de cemento y permiten observar sus variaciones cromáticas y cómo se fusionan con la propia localización. Todos y cada uno de ellos se hallan incluidos en una guía editada en 2023 y al alcance de todo aquel que tenga un mínimo interés en recorrer y descubrir la isla de una forma original, única. La Isla del Color, como se titula, se convirtió en una realidad gracias al apoyo del Cabildo Insular de El Hierro, que lo editó, y cuyos ejemplares se hallan a la venta en diferentes puntos del territorio, entre ellos, el aeropuerto.
“Se trata de un proyecto muy ambicioso. Una experiencia estética: cuando, por ejemplo, compras una lata de pintura, sabes que el color con el que trabajas va a reproducir el color del bote de pintura. Cuando haces una intervención con el ferro, tú decides todo: el tono, la gama cromática, dónde lo paras... O sea, el resultado final lo decide la persona que lo va a intervenir”, nos comenta, con una sonrisa, nuestro anfitrión.
Otro ejemplo de la manera en la que se ha convertido en realidad esta iniciativa lo encontramos en nuestra siguiente parada: el Mirador de Isora, uno de los múltiples balcones al infinito con los que cuenta la isla, nos sirve de plataforma ideal para descubrirlo. “Con motivo del centenario del nacimiento de César Manrique, el Gobierno de Canarias lanzó una propuesta, y yo les planteé intervenir esa carretera de cemento que se ve allá abajo, con ferro. Así conseguimos transformar una carretera en una intervención artística y, a la vez, generamos un punto de interés. El proyecto fue incluso premiado”, apunta Alexis, que tiene también muy claro, y defiende sin cortapisas, que aunque Isla de Ferro partió de una idea suya, es de todos los herreños. Porque, precisamente en los vecinos de esta remota isla, radica el valor de todo este movimiento: ellos son los primeros que deben —y lo hacen— poner en valor la riqueza de su territorio.
Ya quedó demostrado con la intervención en Las Puntas, donde iniciamos nuestra ruta, en la cual participaron los propios lugareños. “La acción de Frontera fue un auténtico regalo porque me dieron la oportunidad de demostrar que, trabajando con los vecinos, podemos conseguir cosas. Logramos crear un espacio para escucharnos y conectarnos con la institución, y promovimos el sentimiento de pertenencia. Es, básicamente, un proyecto de ilusión: trabajamos con la ilusión de los vecinos. Empoderándolos. Reuniéndolos. Allí sembramos una semilla y ahora nos lo vamos a llevar a otros municipios”, nos afirma, orgulloso, Alexis.
Al fin y al cabo, 20 años dedicados a hacer realidad Isla de Ferro, un proyecto que continúa vivo y sigue engrosando sin cesar, es motivo para estar más que satisfecho. Y una excusa rotunda para lanzarse a descubrir “la Isla Chiquita”, la exuberante tierra de colores, desde un enfoque de lo más especial.
En general... ¿cómo valorarías la web de Guía Repsol?
Dinos qué opinas para poder mejorar tu experiencia
¡Gracias por tu ayuda!
La tendremos en cuenta para hacer de Guía Repsol un lugar por el que querrás brindar. ¡Chin, chin!