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A medio camino entre Riaza y Martín Muñoz de Ayllón, se aparece una pasarela de acero poco prometedora, pero que después de zigzaguear entre los robles, se convierte en un espectacular voladizo a 10 metros sobre el suelo, aunque la sensación es que son muchos más. Es una construcción sencilla y discreta que se ha ganado algún que otro premio de arquitectura precisamente por pasar como de puntillas por esta peña: los jurados valoran su mínimo impacto en el entorno y el uso de materiales reciclables. Sea como sea, su gran aporte es que hace accesible a personas con movilidad reducida este espacio privilegiado.
Estamos en la cara norte de la sierra de Ayllón, la más meridional del Sistema Central, rondando altitudes de entre 1100 y 1700 metros. El océano queda a cientos de kilómetros, pero se respira cierto ambiente atlántico. En las laderas medias crecen robles melojos, y más arriba, donde apura el frío y la humedad, sobreviven algunos hayedos, muchos remotos y sin nombre, y otros más célebres como el de La Pedrosa. El suelo lo componen cuarcitas, pizarras y gneises que forman crestas afiladas, y con las que se han construido pueblos de colores. Un poco más al noreste, para terminar de componer un mosaico vegetal fascinante, aparecen pinares e incluso se ven pastizales.
El mirador de Peñas Llanas es uno de los pasos más famosos del Camino Natural de los Hayedos y Robledales de Riaza. En realidad, no es un camino único, sino una red de senderos, caminos y pistas forestales que caracolea por distintos rincones de este ecosistema, sumando más de 90 km de posibilidades. Se estructura en siete sendas, casi todas circulares, que están pensadas para hacerse en media jornada si se va a pie. Pero como muchas se cruzan, se puede diseñar un circuito que enlace distintos recorridos, sobre todo si se va en bici… o se usa un taxi.
¿Y qué ruta elegir? Al sur de Riaza aparecen los robledales más espesos, pero también el terreno más inclinado, con caminos montañeros que trepan las laderas en dirección a La Pinilla y el Pico del Lobo. Las opciones más democráticas transitan las laderas de oeste a este, también entre robledales tupidos, pero sin grandes desniveles, con buenas vistas y además visitando pueblos de colores. Si empalmamos partes de los senderos 2, 4 y 5, se puede hacer un recorrido espectacular entre Riaza, Martín Muñoz de Ayllón (el pueblo amarillo por excelencia), Madriguera (el pueblo rojo) y El Muyo (el pueblo negro).
Salimos de la plaza mayor de Riaza poniendo rumbo este y buscando los carteles de la senda 2, que nos va a llevar hasta el santuario de Nuestra Señora de Hontanares en apenas 4 km. Tras atravesar una ladera con pastos para el ganado, el camino se vuelve sendero y se sumerge en el primer robledal de la jornada, de los más espesos que vamos a ver, y que solo abrirá cuando lleguemos al claro en que se sitúa este famoso santuario de estilo gótico tardío… tan tardío que se construyó a comienzos del siglo XVII. Frente a ella hay un restaurante que abre los fines de semana y una zona para hacer pícnic.
A este claro donde se situaba la aldea extinta de Fontanares se puede llegar en coche, así como hasta el mirador de Peñas Llanas, que queda a poco más de un kilómetro subiendo una cuesta, siguiendo ahora los carteles de la senda 4. Las vistas de la plataforma, situada a casi 1500 metros de altitud, merecen todos los esfuerzos, y eso que hoy no es el día más claro; nos han contado que a veces se alcanza a ver el lejanísimo Moncayo. Desde Peñas Llanas, la senda 4 se convierte en un sendero que desciende 3 km por un bosque de pinos y robles hasta otra de las grandes sorpresas de la jornada.
Martín Muñoz de Ayllón es el más famoso de los pueblos amarillos de Segovia. Solo tiene cinco habitantes censados, pero nadie lo diría porque lo que en otros pueblos son casas en ruinas, aquí son construcciones casi vanguardistas que mezclan las grandes cristaleras o el acero corten con la piedra amarilla tradicional del pueblo. Desde su iglesia de San Martín de Tours, las panorámicas (esta vez hacia la montaña en lugar de hacia el valle) explican sobradamente que haya madrileños dispuestos a invertir una pequeña fortuna en construir estas segundas residencias de diseño a 1,40 hora en coche de su casa.
Desde la iglesia tenemos que continuar todavía un tramo por la senda 4 hasta cruzar el río Vadillo y, justo ahí, tomar la senda 5 en dirección a Madriguera, el más famoso de los pueblos rojos de Segovia. Al poco de cruzar el río, sentimos que el paisaje cambia y que, sobre una tierra más rojiza, el verde de los pinos comienza a sustituir al dorado del roble. A unos 8 km de Martín Muñoz, comienza a asomar el campanario de la iglesia de San Pedro de Madriguera, y acto seguido un pequeño entramado de callejuelas con fachadas hechas de piedra roja, donde a pesar de haber tan solo 21 vecinos censados, la sensación es de haber llegado a una pequeña capital.
En Madriguera también se ven muchas casas relucientes, pero a diferencia de Martín Muñoz de Ayllón, aquí se ha respetado mucho la arquitectura tradicional y el conjunto tiene mucho más empaque. En lugar de segundas residencias, aquí domina el alojamiento rural. Desde el santuario de Hontanares no veíamos ningún restaurante, y ahora de repente aparece uno que casi justifica el viaje: 'La Pizarrera' (Solete Repsol) hace baos rellenos de cochinillo y gyozas de cordero lechal.
Desde que salimos de Riaza hasta Madriguera, hemos recorrido aproximadamente 15 km. Aunque la ruta ha sido sencilla, se haría demasiado largo volver a pie; una buena idea sería volver en taxi. Los hay en Riaza y Ayllón previa reserva. Otra opción es la bici, o sencillamente ir visitando los pueblos en coche, y dando un pequeño paseo en cada uno. La opción del taxi o del coche cobra sentido sobre todo si se quiere alcanzar el más famoso de los pueblos negros de Segovia, El Muyo, una arrebatadora aldea de montaña a casi 1300 m de altitud y con 9 habitantes censados.
El aspecto de El Muyo no es tan flamante como el de sus primos rojos y amarillos. La arquitectura sigue siendo encantadora, pero aquí, desgraciadamente, la ruina está más presente. El clima de montaña castiga más las cubiertas… y su ubicación, aún más remota, hace que no invite tanto al turismo. Pero lo cierto es que ofrece unas caminatas de montaña idílicas. Aunque subiendo a El Muyo ya casi nos hemos olvidado del roble, y sobre todo vemos prados y pinares, monte arriba nos espera un momentazo otoñal. Tomando un ramal de la senda 5, podemos llegar hasta el collado de los Infantes previo paso por la Cascada del Arroyo de la Hoz, uno de los rincones más íntimos del Sistema Central, donde no solo habrá robles, sino incluso una pequeña resistencia de hayas poniendo la nota de color más bonita del otoño.
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