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La memoria gustativa de Pepe Rodríguez emerge en un menú que reconforta de principio a fin, en el que los sabores que tenemos grabados a fuego se presentan con traje nuevo. “No puedes cocinar como hace 40 años, ni vivir como hace 40 años. Porque hay otras técnicas en cocina, en medicina, en todo, y cómo no las vas a aprovechar. Hacemos una cocina más liviana, más estética, más sutil, pero si puedo tener ese sabor reconocible, yo prefiero encontrarlo en los platos porque me siento más a gusto con lo que he comido desde pequeño”.
Así lo atestiguan los snacks, que en tres bocados sitúan en el lugar de La Mancha en el que nos encontramos y del que cualquiera querría acordarse. Escabeche de perdiz roja con cacahuete, lichi y polvo de foie helado, untuoso y ácido; lentejas con butifarra en panchino; y croqueta de jamón y crujiente inflado de setas. Antes, para abrir boca, galleta de mantequilla en un lingote de tomate y berenjena con punto de crema de ajo negro que versionea con elegancia el pisto manchego.
Aquí abrió su abuela Valentina un restaurante de menú del día al regresar de Cuba, donde había emigrado, que heredaron sus padres a posteriori. “Hacían una cocina de aprovechamiento, que era lo que se podía hacer en esa época. El arroz a la cubana de mi madre es el mejor que he comido yo”. Entre pucheros, acababa los deberes al salir del colegio envuelto en los aromas de los guisos del día siguiente. “No quiero perder esa cocina popular aunque la haga más actual. Hay gente que viene y dice, aquí podría atraer a mi padre. Qué bonito me parece”. No puede ser más cierto, porque sus platos resultan atractivos a cualquier edad.
Castilla-La Mancha es el mayor productor de ajos, con los de Las Pedroñeras en el top ten. No podían faltar en el menú, un ajo blanco aterciopelado, con almendra, botarga y terminado con gazpachuelo de albahaca, equilibrado y con un punto refrescante. La flor de calabacín llega después, rellena de pisto manchego con un caldito ligero de agua de tomate picante.
Hablamos de la evolución de la cocina, como hace 25 años había una generación que “no estaba a gusto con cierta cocina porque consideraban que eso ya lo tomaban en su casa. Ahora te dicen lo contrario porque han cambiado los hábitos y no comen en casa: qué rico, me ha recordado a mi abuela. Mis hijos han ido a muchos restaurantes, japos, italianos, mejicanos, y no les he llevado a tomar un cocido a Madrid, que lo tengo pendiente, eh”.
Y llega el puchero de caza y escabeche de cebollas asadas. En el centro del plato una roulade de jabalí, papada de velo de setas y zanahoria y colinabo encurtidos. El bombón que lo acompaña tiene una base de kikos y en el centro yogurt y foie. El caldo de cocido está infusionado con hierbabuena y tiene un escabeche de cebolla con tocino y toque de trufa. La chalota rellena de bacalao y su potaje viene muy a cuento como transición entre el puchero y el cocido". La pringá del cocido es un homenaje a un caldo de cocido de toda la vida, que no puedo quitar, porque el bollo pringaó está muy rico y me representa. Es el plato de cuando yo me comía mi cocido entero de crió y mi madre me quitaba el pico de pan, y me metía ahí la morcilla y las demás carnes y me lo iba comiendo al colegio”.
Los vegetales aparecen en unas hojas verdes de acelga y espinaca salteadas, cubiertas por una brillante y sabrosa crema de verduras y patatas suflé. Y como estamos en época de caza hay una royal de pato con crema de maíz, panceta, avellana y caldo de caza. Un plato goloso y potente.
Se permite Pepe, una cigala con una sopa de ajo marina, con yema de huevo incluida. “No hay que perder la identidad, porque a mi me imprime carácter y personalidad, no soy un purista 100% pero si en un 90%”. Para acabar un homenaje al cerdo, con panceta a baja temperatura con una salsa barbacoa, salchicha artesanal especiada, mermelada de bacon, manzana y zanahoria osmotizada y salsa de butifarra y jamón.
El desfile de vinos a cargo del sumiller, Mario García, es un espectáculo porque logra que cada copa se adapte como un guante al plato. Por el menú desfilan desde los mejores vinos de la tierra a etiquetas seleccionadas de otras zonas del España y del Extranjero. Un escabeche de zanahorias, coco y pimiento rojo da paso a los postres antes de meternos de lleno en un chocolate en distintas texturas con mole y café.
Los comensales de las distintas mesas no pueden resistir la tentación de hacerse una foto con el mediático chef. “Hace 20 años el público era sobre todo madrileño, gracias a la tele hemos podido extender el brazo a más gente. Viene gente de Granada, Bilbao, Barcelona, de Méjico, Colombia, Guatemala, de cualquier sitio”. Le felicitan, claro, por un menú muy pensado y bien ejecutado. En casa, sus hijos le piden que les haga su plato favorito, fideos con costilla. Otro día nos dará la receta.
'EL BOHÍO'. Av. Castilla - La Mancha, 81, 45200 Illescas, Toledo. Tel: 925 51 11 26
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