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El viento mece bosques de pinos y eucaliptos y eriza la crin de caballos salvajes que aún pueden verse en el valle. Un viento que hace que el vértigo se acentúe mientras sentimos, en la cima de un enorme acantilado, que podemos ver el mar pero que apenas le escuchamos. Hay tanta altura que desde nuestra posición el cielo y el mar parecen confundirse. Estamos a 620 metros sobre el Atlántico, junto a una vieja garita de vigilancia conocida como la vigía o garita de Herbeira, en Cedeira, que forma parte de los acantilados de la sierra de la Capelada, los más altos de la Europa continental solo superados por los fiordos noruegos. Con una pendiente superior al 80% es difícil no sentir vértigo y percibir que las nubes nos van a tocar. Si tenemos la suerte de encontrar un día claro las vistas son espectaculares y se pueden divisar las islas Sisargas y la Punta de Estaca de Bares.