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Un invierno en el pueblo que alcanzó los -30ºC

Calamocha, Teruel

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Cuentan las crónicas, y reflejan las estadísticas meteorológicas, que el 17 de diciembre de 1963 aquí hizo -30 ºC. No parece que se vayan a alcanzar esos extremos a la vista de cómo está calentando la cosa el cambio climático, pero es una experencia para los amantes del frío pasar unos días de invierno en Calamocha (Teruel). Aparte de por sus bajas temperaturas, la capital del Jiloca destaca por poseer un rico patrimonio histórico y cultural. Pasear por su casco antiguo es encontrarse con casas solariegas como las de Tejada y Vicente, ambas en la calle Mayor, y el palacio de los Valero de Bernabé.

La robusta iglesia arciprestal de Santa María la Mayor es el edificio más destacable. El templo fue construido sobre el castillo que defendía la villa y resalta su fachada del siglo XVIII y los dos retablos barrocos de su interior. Sin dejar el aroma religioso, merece la pena el convento franciscano recepcionista de San Miguel Arcángel, también de sofisticadas trazas barrocas. Más antiguo es el puente romano tendido sobre el Jiloca. Situado junto al convento de San Miguel, conviene acercarse hasta este agradable rincón donde junto al fresco, el aire de otros tiempos permanece junto al molino harinero, el lavadero de lanas y el martinete que aquí se conservan.

En los alrededores de Calamocha hay varios lugares naturales de gran interés, como las choperas del Pancrudo y la sierra de Fonfría. Sobre todos ellos sobresale la laguna de Gallocanta. Es la mayor laguna salina de Europa occidental. Más que por esta particularidad, el humedal tiene gran importancia por ser lugar de invernada de más de 200 especies de aves migratorias, entre las que destaca la llegada desde mediados de octubre de 40.000 grullas.

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