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Almócita

Con esencia morisca en los pies

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A la izquierda del río Andarax, entre las faldas de Sierra Nevada y Sierra de Gádor perviven fantasmas árabes, en forma de calles, barrios y arquitectura muy almociteña. Lo saben los casi 200 habitantes que los vislumbran, pues le tienen por hogar. Botánica, fauna y paisajes bautizan su pequeño paisaje, cortesía del Parque Natural de Sierra Nevada, y frases poéticas coronan las fachadas de gran parte de sus monumentos. Así, silencio y luz se desprenden de la judería del barrio bajo, pozos y gestión minera lo hacen desde las casas en ruinas de las minas de Pandora, la Minilla y el poblado de las minas de la Solana, mientras la huella morisca sobresale de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Misericordia. Hablamos de un municipio que conecta en colores con la Terrera de las Balaguesas, con largos paseos por el barranco del Bosque, con el agua en la fuente de los Tres Caños o en el lavadero público, antiguo aljibe; y que medita en la, ahora en ruinas, ermita de Nuestra Señora de los Desamparados, así como en la ermita de Almócita. Para tomarle el pulso, nada como saborear sus papajotes, los gurullos merengues, y los potajes, ya sea el de hinojos, el de trigo pelado o el de acelgas.

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