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Campanet

Orgullo rural

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Su encanto es puramente rural y no lo oculta. Ya el nombre de este municipio mallorquín nos mete de lleno en el terreno de lo bucólico: Campanet, es decir, conjunto de cabañas, en una derivación mozárabe que tiene su raíz en el latín tardío capanna. Hoy, muchos siglos después de que los musulmanes pasaran el testigo a los conquistadores cristianos, las calles del pueblo lucen sin duda otro aspecto, pero la mampostería y las casas de fachada rústica siguen dando un sello rural en sus calles. Eso, y la silueta de las montañas mallorquinas que se recortan en lo alto cuando uno mira hacia el norte, enseñando a los ruteros el camino hacia la sierra de Tramontana y el torrente de San Miguel. El frescor de sus aguas casi se puede anticipar en el ambiente.

Pero, antes de sumergirse de lleno en la Naturaleza, el visitante de Campanet no debería evitar hacer un alto en su patrimonio religioso, a riesgo de perderse algunas de las mejores muestras de la arquitectura tradicional de esta zona, como la barroca iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, que se eleva sin rival en mitad de su Plaza Mayor o, saliendo ya del pueblo, la ermita de San Miguel, gótico añejo para una de las iglesias más antiguas de Mallorca. Pero, aunque hay más sorpresas y edificios señoriales por descubrir mientras se pasea por el pueblo, la estrella no puede ser otra que las cuevas de Campanet. Se trata de un enorme museo natural a tres kilómetros del pueblo, donde, resguardado bajo tierra, nos espera un escenario mágico y misterioso que parece no tener fin.