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La colina que el tiempo decoró
En Cervera todo tiende a elevarse. Con su elegante silueta reinando sobre una colina, esta vieja ciudad se ve marcada por su origen medieval. Entonces, en el siglo XIII, su núcleo urbano era poco menos que una fortaleza en lo alto preparada para repeler cualquier ataque, con las paredes de las casas formando un pasillo defensivo y, reforzando el conjunto, tres kilómetros de muralla rodeadas de un foso exterior.
Los efectos que ese corsé de piedra tuvo sobre el desarrollo del pueblo pueden verse recorriendo el casco antiguo y sus calles. Son arterias marcadas por la estrechez que imponía el espacio limitado y la pendiente del relieve de la colina. Quizás el mejor ejemplo sea la calle Mayor, que serpentea de norte a sur a lo largo del casco de Cervera.
Concentrado en ese reducido espacio, Cervera, capital de la comarca de la Segarra, guarda un rico patrimonio artístico. En su extremo sur, la Paeria, el edificio barroco del ayuntamiento de la villa, y, muy cerca de él, la iglesia gótica de Santa María, con su campanario recortado en lo alto de la colina y valiosas piezas guardadas en el interior. Más al norte, siguiendo la calle Mayor, se levantan los monumentales muros barrocos de la universidad, con un papel importante en la historia de Cataluña.
Fuera de sus murallas medievales quedan también otras joyas arquitectónicas, más recientes pero no menos valiosas, como la harinera del Sindicato Agrícola de Cervera, un oasis modernista pegado a la vetusta Cervera. El contraste entre ambos solo ayuda a revalorizar el conjunto.