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Ciudad Real

Urbe de hidalgos y sabios

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La Puerta de Toledo da la bienvenida al visitante que llega a Ciudad Real desde el norte, como único recordatorio de la muralla de la Villa Real pensada por Alfonso X el Sabio, cuyo alcázar también ha quedado reducido al Arco del Torreón, en al otra punta de la urbe. Y por la calle de Toledo el viajero aterriza en la Plaza Mayor, para ser recibido por el Ayuntamiento de inspiración neogótica y la Casa del Arco, portadora del reloj carrillón que a ciertas horas hace bailar a Miguel de Cervantes, Don Quijote y Sancho Panza.

En tierras de Calatrava, el hidalgo es omnipresente: cuenta incluso con un completo museo dedicado a su persona y la obra de su creador, rodeado por quizás la más llamativa de las zonas verdes, el Parque de Gasset, que invita a recorrerlo y encontrarse con su colorida fuente talaverana.

El verde de los Jardines del Prado prepara el terreno para la combinación de estilos que presenta la Catedral de Nuestra Señora Santa María del Prado, rodeada por buena parte de la Historia del Arte: por un lado, la portada renacentista de la casa de Hernán López del Pulgar –sede del Museo Manuel López-Villaseñor– y por otro, el 'art nouveau' del antiguo Casino, convertido en conservatorio de música. Al lado queda el Museo Provincial, clave para conocer a fondo la historia de la zona, a completar con unas visitas al Museo Antiguo Convento de la Merced –con obras de Chillida, Sorolla o Dalí–, el de Elisa Cendrero y el de Arte Sacro.

Sin abandonar los alrededores de la Plaza Mayor, más edificios hablan del pasado de Ciudad Real, como la iglesia gótica de San Pedro, el antiguo Palacio de Medrano y el bellísimo Palacio de la Diputación. A las afueras, la Ermita de Alarcos y Parque Arqueológico de Alarcos-Calatrava redondean una experiencia que, sin embargo, requiere un broche final: la gastronomía. Unas gachas manchegas, el tiznao, una ruta de tapas y vinos por el centro, mejor aún si se adereza con el ambiente festivo de La Pandorga.