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Fisterra

El fin de la andadura jacobea

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Tierra, mar, aire, montes, valles, playas, gastronomía… Así es Fisterra, todo un peregrinaje que comenzó con los nerios, los celtas, los arrianos, los romanos y luego los pobladores cristianos que decidieron acercarse hasta 'el fin del mundo'. Y hasta aquí siguen llegando hoy visitantes y peregrinos que ponen punto y final a su Camino de Santiago en el faro más occidental de Europa.  

Un contraste de graves y agudos, de arena blanca y fina y de acantilados de vértigo, de las aguas tranquilas de Langosteira y los fuertes vientos que soplan en Mar de Forá. Toda esa intensidad se saborea en sus pescados y en productos como el longueirón, que se preparan en cualquiera de los restaurantes de la localidad. Por sus calles adoquinadas también se abre el camino que va directo a la iglesia de Santa María das Areas, para ir al encuentro del conocido como Cristo da Barba Dourada, o en dirección al castillo de San Carlos, actualmente sede del Museo de la Pesca, en un perpetuo encuentro con los cruceiros desperdigados por todo el territorio.  

Las leyendas de la zona protagonizan los días de tertulia y las tradiciones presiden las fiestas, como las que se celebran en honor a la Virgen del Carmen en la zona portuaria –y en todo lugar donde se pesca algo– y su Semana Santa o Festas do Cristo, declaradas de interés turístico nacional. Las gentes, los sonidos, las profundidades que se descubren para todo el que lo desee no son secretos, son ráfagas y destellos de encuentros de caminantes, de desconocidos y de allegados que por una vivencia como el Camino quedan ligados a un lugar como Fisterra.

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