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Illar

Con carácter

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En Illar se siguen las calles, la sierra y el río. Se observan unos a otros como si se contaran lo que va aconteciendo en este pequeño pueblo alpujarreño. La sierra de Gádor y Sierra Nevada miran a un pueblo blanco que se esparce ante sus pies. Mientras, las calles buscan la mirada perdida del río Andarax que marca con su curso ancestral las orillas de huertos con colores cítricos. Hay quienes recorren los secretos de la villa a lomos de una bicicleta por la carretera que cruza las vegas de Terque y Bentarique. Ellos, gracias a este paseo, son los que más disfrutan de las montañas y la tranquilidad que ofrece la localidad almeriense. De esa y muchas otras maneras –senderismo, rutas en bicicleta o a pie–  es posible descubrir el carácter de Illar; abierto y afable, aunque con un gran carácter. Ya en el casco urbano se da uno cuenta de la personalidad de esta villa entre los edificios señoriales como el ayuntamiento, la fuente vanguardista que gobierna una glorieta y el templo cristiano de la villa, la iglesia de la Encarnación, uno de los monumentos con mayor antigüedad. Si desea disfrutar de la villa en todo su esplendor asecienda hasta la parte alta, entre calles empinadas que se retuercen y que conducen al mirador del Valle. Una vez en lo alto, la vegetación y los caminos de piedra se suceden entre colores esteparios, olivos centenarios y la discreta ermita de la Virgen de la Naranja, epicentro de la romería de Illar.

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