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La Garriga

Donde habita la memoria

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La Garriga es el hogar del Río Congosto, capaz de manejar el molino de Can Blancafort con su fuerza, tiempo atrás, y de fluir por acequias subterráneas bajo pequeños callejones y casas payesas. El agua parece transportar con su murmullo mil historias que esperan ser contadas: la de los romanos que eligieron la Villa de Can Terrer para elaborar un famoso vino; las penitencias impuestas en la ermita de Santa María del Camino y cumplidas ante el imponente retablo gótico de los Vergós de La Doma y las batallas libradas por salvaguardar la fortaleza medieval de Rosanes. Secretos a voces, como el talento del arquitecto Manuel Raspall, capaz de dar forma a la manzana que lleva su apellido y de convertir la casa materna y El Passeig de la ciudad en un emblema modernista en el que aún se percibe la huella de la burguesía que veraneaba allí, a comienzos de s. XX. Sus aguas termales que fluyen del suelo a sesenta grados, y la belleza de los parajes del Parque Natural del Montseny son dos de sus grandes atractivos, precedidos por el acogedor Centro de Visitantes, siempre en disposición de aconsejar las mejores rutas de senderismo. Su privilegiada situación, a 250 metros sobre el nivel del mar, no evitó que la aviación fascista italiana la bombardeara, dejando a su refugio antiaéreo, hoy convertido en museo, la responsabilidad de mantener con vida a miles de personas, cuya memoria se quedó para siempre aferrada a las faldas del Valle del Montseny.