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Rocío, El

Una romería de pasiones desbordantes

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Sí, en el siglo XXI siguen existiendo aldeas en España. Y benditas sean, como dice la expresión popular. No hay que viajar a remotos parajes de Galicia o Cantabria para encontrarnos con una. La que nos ocupa es distinta a lo que la imaginación sugiere. Se encuentra junto a una marisma. En Huelva, la aldea de El Rocío es un fascinante regalo que nos hace el municipio de Almonte, demarcación a la que pertenece. Los parajes que debemos atravesar hasta llegar a El Rocío vaticinan el tesoro final que nos encontraremos. El camino hasta la aldea serpentea por el Parque Nacional de Doñana hasta encontrarnos con un mar de casitas blancas que rinden tributo a una edificación, más blanca aún si cabe que todas las demás.

Es la Ermita de la Virgen del Rocío, santuario de la Virgen de la Blanca Paloma. No hay aparcamientos en la aldea –está sin asfaltar– pero sí postes y amarres para atar a los caballos, la otra religión del pueblo. La Romería del Rocío, el lunes de Pentecostés, es aquí una manifestación multitudinaria de fervor. El propio camino hasta la aldea de El Rocío es, en sí mismo, un espectáculo, con rocieros en carretas, a pie o a caballo, comiendo, cantando y bailando antes de dormir a la intemperie para ver a la Banca Paloma. Pero el momento cumbre se produce con la invasión de la ermita donde se encuentra la imagen de la virgen y con el 'salto de la reja', que protagonizan los almonteños para tener el honor de llevar a hombros a su patrona por las calles en un clima de fervor religioso.

Eso sí, olvidémonos de alojarnos en El Rocío durante esas fechas porque las reservas se hacen con un año de antelación. Matalascañas o Almonte son las alternativas. Los amantes de la naturaleza tienen además una cita con el vecino Charco de la Boca, encuadrado en el Parque Nacional de Doñana, y también con la playa de Matalascañas.

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