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Allá por 1980, cuando todavía no se vislumbraba la Movida madrileña en el horizonte, los hermanos Urquijo (Enrique, Javier y Álvaro) se presentaron como Los Secretos con un disco fundamental en la historia del rock en castellano. 37 años después, superado su largo historial de pérdidas y tristezas, la banda continúa ofreciendo lo mejor de sí misma, sus canciones, al público más nostálgico, pero también a los hijos de los que vivieron aquellos tiempos con inusitada intensidad.
En los próximos meses cantarán sus clásicos imperecederos en una gira con parada en Fuengirola, Alzira, Vitoria, Pamplona, Granada, Cádiz… Todos ellos, lugares propicios para buscar un hueco en su apretada agenda y darse un homenaje. Aunque Urquijo se lamenta de lo precaria que es ahora la vida del músico. “La gente asocia la fama a una riqueza infinita y me consta de artistas de una talla enorme que las están pasando más que canutas. Nunca en la historia de la música ha estado tan poco remunerado el consumo de algo que te pertenece”.
Vamos en furgoneta, y hemos ido y vuelto a la luna más de tres veces. Hemos hecho más de 300.000 km a varias furgonetas. El planteamiento no es ir de vacaciones con una ruta para disfrutar. La verdad es que desde la crisis de 2008 y la de 2011 hemos tenido que ajustarnos a unos presupuestos muy bajos, aunque es verdad que la España de los 80 y la de ahora son dos vidas distintas. Aquella época era una jungla. Había que pensar mucho por dónde ibas porque a veces no había gasolineras en un montón de kilómetros y las estaciones de servicio eran algo muy cutre. Cuando éramos jóvenes lo raro era comer en un sitio bueno. Ahora lo normal es encontrar buenos sitios casi siempre. Antes los tópicos del norte y el sur estaban muy agudizados, pero en las últimas décadas los andaluces se han puesto las pilas con el tema gastronómico, se nota mucho. En cuanto al viaje en sí, el ambiente en la furgo es muy distendido, tenemos una mesita que usamos para jugar al mus. Más de una vez nos ha pasado lo de estar aparcados enfrente del hotel y quedarnos ahí porque queríamos terminar la partida.
En Madrid voy al 'Gaztelupe' (1 Sol Repsol), hacen un rape con patatas que es de llorar. Yo lo he intentado en casa y no me sale. También hacen un txangurro con buey de mar que te dejas un cojoncillo allí pero es que merece la pena. La carta es como si la hubiera hecho yo. En vacaciones suelo ir a Formentera, y allí hay un sitio maravilloso que se llama 'Can Dani'. Cuando voy directamente les digo “ponedme lo que queráis”, porque sé que va a estar riquísimo. En Somo, cerca de Santander, hay un sitio pequeño, 'El Galeón', donde siempre tienen una merluza estupenda. En Mallorca también hemos comido muy bien en el restaurante 'Los Patos'. Y en Euskadi se come como en ningún sitio. En el 'Kaia-Kaipe' (1 Sol Repsol) de Getaria te hacen una merluza a la Ondarreta increíble.
De todos modos, yo como mucho en casa, soy un cocinillas. Todos los del grupo lo somos, y bastante buenos por cierto. Se me dan muy bien los pescados, les tengo cogido el punto. Te puedo hacer unas kokotxas al pilpil, un ceviche o una merluza a la donostiarra para chuparse los dedos.
Elegimos los que tienen la relación calidad-precio más ajustada y esos suelen ser los que pertenecen a las principales cadenas hoteleras. Es cierto que como ya somos mayores, necesitamos algo más cómodo, aunque en el fondo no somos muy quisquillosos. La cadena NH nos ha tratado siempre fenomenal, de hecho hicimos una gira que era básicamente en sus suites. Siempre que vamos a La Coruña vamos al AC, porque nos resulta muy cómodo. Después de tanto viajar puedo decir que en España tenemos una hostelería estupenda. Comparado con Londres o París, no hay color.
Levantarse muy temprano, hacer la maleta, coger la furgo y adelante. Las paradas para comer suelen ser un poco de trámite pero, por ejemplo, cuando vamos al norte de España, el 'Lagar de Milagros' siempre es un buen lugar para tomar un pinchito y seguir en carretera. No nos ponemos gochos. Solemos llegar al destino una hora u hora y media antes de la prueba de sonido, así que tampoco tenemos mucho margen para hacer turismo. Y casi siempre cenamos en el camerino lo que nos ponen después del concierto. Yo como cantante no puedo cenar, a lo mejor dos o tres horas antes, pero cena como tal no hago. En el fondo viajamos un poco como un equipo de fútbol. Nos llevan muchas veces a sitios, pero como no llamamos nosotros, ni te fijas bien en el sitio, ni te quedas con la tarjeta.
Imagino que sí. Recuerdo que, cuando salíamos del colegio los viernes, hacíamos una especie de competición bajando Cuatro Caminos de bar en bar. Era muy barato comer de baretos y picoteo. En la calle Fuencarral siempre había varios sitios en donde nos apañábamos con el poco dinero que teníamos: El 'Mesón del Paleto', 'El Abuelo'. Y luego para las copas estaban otros como el 'Honky Tonk' o el 'Penta'. Tampoco puedo hablar mucho del Madrid de ahora, porque llevo desde el 86 viviendo en Las Rozas. Me he convertido un poco en un provinciano y cuando vengo no tengo tiempo de ver lo que se cuece en Argüelles y Malasaña, que eran las zonas por donde salíamos nosotros.