/Kayak_Arribes_Duero_05.jpg.transform/rp-rendition-xs/image.jpg)
Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
“Soria es de los pocos sitios con un recorrido así para hacer en piragua, que tiene algo de salsa, con un poco de aguas bravas. Pero es que además llegas a una ciudad, llegas a un bar”. Mauricio Gómez está a punto de acompañar a un grupo de ocho personas a descender en kayak desde el puente de Garray hasta el ‘Soto Playa’. El ‘Soto Playa’, además de un Solete Guía Repsol, cuenta con una de las terrazas más idílicas de la ciudad de Soria, pero lo que hoy nos ocupa es la pequeña nave anexa al restaurante.
Techos altos de madera, material multicolor y Mauricio Gómez y Gadea Núñez de ‘Kayak Numancia’ encargándose de que nadie se quede sin su casco y su chaleco salvavidas antes de montarse en la furgoneta. Al fondo de este almacén/vestuario/centro de recepción, las taquillas lucen los nombres de diferentes afluentes del Duero en la provincia de Soria: Golmayo, Ucero, Abión, Alhama, Jalón... Ahí es donde guardan “las cosas que no se pueden mojar” los que hoy van a montar en kayak.
Gadea Núñez y Mauricio Gómez.
La actividad de hoy discurre por el propio Duero durante los ocho kilómetros que separan el pueblo de Garray de la capital soriana. En los poco más de 10 minutos en furgoneta desde el ‘Soto Playa’, los integrantes preguntan a Mauricio en qué se diferencian una canoa y un kayak de una piragua, que significa exactamente eso de “aguas bravas nivel 2” o cuánto va a durar el descenso. Mientras conduce, Mauricio explica que los kayaks y las canoas son un tipo de piraguas, que hay 5 niveles de aguas bravas y que la actividad suele durar un par de horas.
Ya en Garray, una vez que todos tienen su embarcación delante y su remo en la mano, Mauricio da unas breves explicaciones: cómo hay que girar la muñeca cada vez que se introduce la el remo en el agua, que es importante vigilar que nuestras manos estén a la misma distancia y otras claves que la expedición parece no entender del todo hasta que se ve sobre el río. En ese momento es cuando cobran verdadero sentido las explicaciones de Mauricio que, junto a Gadea, vigila que nadie se ponga en peligro ni se pierda ninguno de los mil detalles que depara el recorrido.
Gadea, que lleva en una piragua desde que nació, cree que es importante conservar cierto respeto al río. “Hay gente que le tiene mucho miedo al agua, a caerse. No hay que tenerle miedo a volcar pero sí respeto, porque puedes tener problemas”, avisa, aconsejando también ir acompañado las primeras veces, especialmente en los tramos más difíciles, y “practicarlo de seguido”: es la única manera de que “el cuerpo se haga a la piragua”, explica.
A veces, sobre todo cuando hace buen tiempo, bajo el puente de piedra de Garray se puede ver a unas cuantas personas algo nerviosas y bien equipadas dejando caer su kayak al agua como si zarparan hacia una larga y peligrosa travesía. Hoy, es un equipo de Guía Repsol y seis navegantes más los que comienzan a acostumbrarse al remo antes de empezar la ruta como tal; aquí el río aún está muy cerrado, y en seguida se nota la corriente tirando para abajo, lo que facilita la remada Una vez que el grupo siente que tiene un mínimo control sobre su embarcación, se ven capaces de prestar atención al increíble entorno.
Abedules y sauces resguardan el río tan de cerca que en ocasiones hay que esquivar alguna rama y crecen tantas margaritas sobre el agua que a veces cuesta no llevarse alguna con la pala. A menudo acompaña durante un tramo una madre pato con sus patitos y pululan alrededor de los piragüistas principiantes multitud de libélulas azul eléctrico durante todo el trayecto. Ante tanta armonía puede ser que alguno se distraiga y su kayak se desestabilice y acabe volcando; en ese caso no hay problema, vamos en embarcaciones autovaciables así que es cuestión de darle la vuelta, volver a montarse y continuar con el descenso, ahora algo más frescos.
“Ahora mismo estamos pasando por debajo de las ruinas de Numancia”, anuncia Mauricio tras poco tiempo en la piragua. Muchos sabrán qué es Numancia pero Mauricio resume la épica historia para los que no: Fue una población celtíbera que resistió el asedio romano durante casi dos décadas hasta que finalmente fue ocupada en el año 133 a.C. A la altura del yacimiento arqueológico que se ha convertido en todo un símbolo de la provincia, se encuentra, más cerca del río todavía, la ermita de los Santos Mártires. Su campanario, buen ejemplo del románico tardío característico de la zona, asoma entre la vegetación y los más observadores pueden vislumbrarlo desde el agua.
La diversión de una actividad acuática en grupo.
Un rato después, el río se ensancha ligeramente y Gadea y Mauricio paran suavemente: “Aquí os podéis bajar y bañaros, si queréis”, invitan al grupo, que a estas alturas ya se siente mucho más cómodo sobre el agua. “Aquí está el aforo, pero ahora es mejor no salir, estos días estamos viendo muchas abejas”, avisan con la experiencia no solo de quien lleva años en el mismo río sino que además lo recorre a diario. Esta estación foronómica que la Confederación Hidrográfica usa para medir el caudal del Duero es el último punto del recorrido antes de que empiecen esas “aguas bravas tipo 2” que aportan la adrenalina al recorrido.
En esta fase encontramos tres tramos con corrientes y cada uno tiene sus particularidades, que Gadea y Mauricio van detallando: en una hay que esquivar una roca, unos troncos, o hay que tener cuidado de pegarse a una de las márgenes. “Detrás de un salto de agua suele haber una roca”, “Estas que son como olitas, son las que más me gustan”, van deslizando hasta llegar a la última corriente: “Venga, esta para atrás”, animan, retando a los aprendices a pasar por el último salto de espaldas. Después de algún vuelco y muchas risas, la comitiva comienzan a percibir que el río se va abriendo.
A partir de aquí, el cauce se va ensanchando y aunque la vegetación continúa siendo frondosa, ya no se cierne tanto sobre el agua. El verde va dando paso a los colores tierra y altos paredones comienzan a despuntar por encima de los sauces. En este punto ya nos ha dado tiempo a conocer a muchas de las especies que viven aquí e incluso un alburno casi salta dentro de uno de los kayaks, pero la mayoría de la fauna animal sigue escondida para visitantes novatos, algo más ruidosos y menos acostumbrados al entorno.
“Yo veo saltar truchas todo el rato o barbos… O un corzo de repente bebiendo agua en la orilla, pero hay que estar muy en silencio”, explica Gadea, que habla de las dos garzas tan bonitas que suelen estar en el embarcadero, o de las cabras que se puede encontrar en las rocas pasado San Saturio como quien habla de sus vecinas. Es otro de los encantos del río: cuando ya no tienes que estar tan atento a llevar la piragua recta puedes fijarte en qué especies tienes más cerca y cuáles han pasado hace poco por aquí. Puedes fijarte en que, por ejemplo, en esa roca hay un excremento de nutria y sabes que es de nutria porque tiene resto de cangrejo.
En cuanto a fauna humana, no salen muchas especies al paso: algún padre pescando con sus hijos saluda a la expedición, un piragüista experimentado -de los que se dan la vuelta por debajo del agua para refrescarse y parece que van levitando- sigue el ritmo durante un trecho mientras charla con Mauricio y, poco a poco, comienza a aparecer gente a pie, corriendo o paseando por la orilla. “Ya estamos en El Peñón, la zona de baño, y ahí al lado está la antigua fábrica de harinas La Eléctrica”, presentan los monitores y, en seguida, la ribera comienza a poblarse de familias en bañador, grupos de veinteañeros jugando a las cartas y adolescentes tirándose por turnos de la zona más alta, en la margen derecha.
Justo encima asoma la Ermita de la Virgen del Mirón y el Mirador de los Cuatro Vientos. Este es otro de los puntos clave del patrimonio cultural soriano, ya que se trata de uno de los homenajes más bellos a Antonio Machado que, durante su estancia en la ciudad, escribió Campos de Castilla, obra clave en la poesía española del siglo XX. Este paseo que, según cuentan, realizaba el poeta junto a su esposa Leonor Izquierdo, conviene recrearlo a pie en otro momento; ahora toca echar un último vistazo a los dos monumentos en las alturas, colocar bien las manos en el remo y a seguir.
Con algo de tristeza porque intuye el final, el grupo va llegando así a la ciudad de Soria, pasa por debajo del puente de piedra medieval por el que transita la N-234 (Burgos-Sagunto) y continúa por el río, ya de imponente anchura, hasta el ‘Soto Playa’. El hilo musical que ambienta la terraza da la bienvenida a los -ahora algo menos- principiantes piragüistas y las mesas llenas de gente tomando algo y compartiendo un torrezno o alguna de sus croquetas les consuelan: la aventura ha terminado pero aún queda el colofón perfecto.
Sin embargo, a algunos les cuesta salir de la piragua y para ellos hay reservado un bonus track de postal. Poco más de un kilómetro separa el embarcadero de ‘Kayak Numancia’ de San Saturio, esa ermita única que parece brotar de la roca y que, desde hace siglos, domina sin rival este tramo del río. Tras una parada de vuelta para admirar el Puente del Ferrocarril, pura construcción industrial del XIX, y también para descansar un poco -que aquí ya no hay corriente y los brazos lo notan-, la comitiva vuelve, ahora sí, a devolver el material y ponerse algo seco.
Alegría en ese equilibrio entre aventura y contemplación.
Es hora de recoger pero puede dar curiosidad qué depara el Duero más allá de San Saturio. “Ese tramo hasta Los Rábanos lo hacemos sin guía porque no tiene ningún peligro, el río está embalsado y yo creo que es más bonito todavía pero más cansado porque hay que remar todo el rato, y también más tranquilo, porque el agua está totalmente quieta”, explica Gadea sobre el otro único recorrido que ofrecen desde esta empresa, más allá del alquiler de material para hacer paddle surf, barca o kayaks y, por supuesto, las clases.
“Esto realmente es una escuela”, aclara sobre el negocio que puso en marcha su padre, Pablo Núñez, en los años 80. Entre Mauricio y ella explican la historia de ‘Kayak Numancia’: cómo Pablo comenzó alquilando las piraguas con un tráiler en Garray, cómo poco a poco fue consiguiendo que se apreciara el río y cómo hace unos diez años vio la oportunidad, con la obra del ‘Soto Playa’, de ubicar aquí el embarcadero.
Gadea es flautista de profesión y Mauricio trabajaba en Noruega pero hace tres años Pablo murió, y junto a Alvar, el hermano de Gadea, tomaron las riendas de la escuela, procurando seguir con esa filosofía basada en dar valor al río a través de una explotación responsable que convirtió a Pablo Núñez en alguien muy querido en la ciudad. Lo cuentan sentados en una mesa de madera con los pies en la hierba y a la sombra de un árbol. Confiesan que hay que trabajar mucho pero reconocen su suerte: “Yo miro así alrededor y pienso que mejor que aquí no estoy en ni en ningún lado".
Justo esa sensación que transmite el Duero a su paso por Soria ha inspirado a muchos a lo largo de los años. Antonio Machado, por ejemplo, escribió: “Allá, en las tierras altas / por donde traza el Duero / su curva de ballesta”, y precisamente de esa curva habla también Gadea cuando se le pregunta cómo cambia este entorno cuando lo recorres navegando: “Él la ve desde fuera y a mí también me gusta mucho ir por la orilla pero si estás dentro del río, lo ves desde otra perspectiva, te sientes de verdad integrado en el paisaje”.
‘KAYAK NUMANCIA’ - Paseo San Prudencio, s/n. Soria. Tel: 608.83.00.51
En general... ¿cómo valorarías la web de Guía Repsol?
Dinos qué opinas para poder mejorar tu experiencia
¡Gracias por tu ayuda!
La tendremos en cuenta para hacer de Guía Repsol un lugar por el que querrás brindar. ¡Chin, chin!